/ jueves 4 de abril de 2019

Nueva Orleans

Hay ciertos eventos que marcan de manera personal y colectiva la vida de una comunidad, de un país, del mundo, y que nos hacen recordar intensamente ese momento en nuestras vidas. Yo por ejemplo, como mexicano y aficionado a los deportes, nunca podré olvidar en dónde estaban mis ojos húmedos aquella mañana de verano cuando el Himno Nacional se escuchaba en el estadio de Wembley, en Londres, mientras la bandera tricolor se alzaba y los jugadores subían al podio para recibir el oro en el balompié olímpico. Tampoco podría olvidar la noche aquella de septiembre en que los mismos ojos llorones se unían a los de ochenta mil aficionados en el estadio de Nueva Orleans mientras mis queridos “Santos” anotaban su primer “touch down” en el mismo recinto que arropara tanta tragedia durante el huracán Katrina que inundó la ciudad, dándonos una razón de júbilo después de aquella pesadilla colectiva. También recuerdo con detalle en donde me encontraba aquella mañana de otro septiembre cuando recibí con incredulidad y temor las primeras noticias del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York. Mas quizás, pocos recuerdos son tan vividos como el sentimiento también de incredulidad y shock la tarde de aquel miércoles marceño cuando regresaba a la “casa de asistencia para estudiantes” en la capital del estado de Guanajuato después de un par de clases vespertinas en la “prepa”, para encontrar a la familia reunida frente al televisor mientras Talina Fernández le decía por teléfono a Jacobo Zabludovksy que aunque no era oficial todavía, Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la Presidencia de la Republica, había fallecido, víctima de un balazo en la cabeza que le fuera propinado por un Mario Aburto en un mitin político en una colonia popular de la fronteriza ciudad de Tijuana. Aquel “asesino solitario” de 22 años tiene ya cuarenta y siete, veinticinco años después de aquel 23 de marzo, cuando según las investigaciones de cinco fiscales especiales y los recientemente “desclasificados” documentos de las mismas, fue a trabajar como cualquier otro miércoles de seis de la mañana a tres de la tarde en la fábrica de aquellas cintas magnéticas que usábamos para escuchar música y que llamábamos “cassettes”. Sacó un bulto de su “locker” y se dirigió a la salida, donde preguntó al guardia de seguridad de la fábrica cómo hacía para llegar a la colonia “Lomas Taurinas”. Después de tomar dos camiones, el michoacano que a los once años emprendió un viaje por sí sólo de su natal Zamora hasta la ciudad de Tijuana en búsqueda de su padre que era prófugo de la justicia por haber matado a su hermano (tío de Mario) aparentemente con un revólver calibre 9mm que sólo contaba con cuatro balas; llegó a la marginada colonia en donde el candidato a la Presidencia de la Republica del Partido Revolucionario Institucional había decidido asistir a un evento que originalmente se había suspendido. Ahí, con un revólver calibre 9mm (similar al que presuntamente usara su padre) con sólo cuatro balas tuvo la intención –según sus primeras declaraciones- de subirse al improvisado escenario detrás de una camioneta desde donde los oradores hablaban para exponer sus ideas; al no lograrlo, esperó a que bajara el candidato y mientras en los parlantes que habían sido traídos desde la ciudad de México se escuchaba la frase de la popular canción de la Banda Machos, “La culebra”: “huye José, huye José”, Mario logró escabullirse entre la multitud para que, mientras que uno de los “escoltas” del candidato parece hacerle una señal, otro más parece detener a Colosio y un tercero parece abrirle el paso con el brazo, Mario alcanza con la punta se su revólver la parte posterior a la oreja de Luis Donaldo y le propina una bala que le atraviesa el cráneo mandándolo en una aparente espiral hacia el piso, en donde otra bala le atraviesa el abdomen y termina con la campaña y con la vida del candidato que tenía la edad que tiene hoy el mismo Aburto.

El renovado interés por el 25 aniversario luctuoso de Colosio, así como la reciente “desclasificación” de documentos, videos y audios que el grupo “Mexicanos contra la impunidad y la corrupción” -de la mano de la periodista Laura Sánchez Ley- logró por parte del Poder Judicial traer a la luz nuevos elementos, tanto como para reforzar la teoría en la que concluyeron cinco fiscales diferentes de que Mario Aburto actuó sólo debido a una condición psicológica de delirio, así como las teorías de prácticamente el resto del pueblo de México que sigue creyendo que hubo una conspiración detrás de la cual estuvo la estructura del poder, encabezada por el entonces presidente Salinas.

Basta con “darse un clavado” en varios de estos nuevos documentos para ver las inconsistencias de viva voz las declaraciones de Aburto desde que lo llevaban bañado en sangre dentro de una camioneta del lugar del mitin hasta la Procuraduría de Justicia de Tijuana, hasta las declaraciones que hiciera hace algunos cinco años. En todas se notan las inconsistencias que desde el primer momento dejan ver a una persona desbalanceada psicológicamente, o a un actor de primera que ha mantenido esas “inconsistencias” durante 25 años al parecer hasta con su propia familia. Sin embargo, aparentemente siempre confesó haber hecho el primer disparo, aunque no siempre el segundo, que de acuerdo a declaraciones iniciales de una de las primeras doctoras que atendieron en el quirófano donde se trataba de salvar la vida del candidato, era de un calibre menor. La necropsia oficial determinó que ambas eran del mismo calibre, más hasta la fecha, el doctor a cargo de esta necropsia que fue trasladado por órdenes del presidente de la ciudad de México a Tijuana, da una descripción muy ambigua que deja abierta la puerta a interpretaciones. Si es que hubo un segundo revólver, entonces fue obviamente un acto concertado, en donde al parecer participaron los “escoltas” del candidato, que no eran los que usualmente lo acompañaban, en donde incluso la “música traída desde la ciudad de México” pudo tener alguna injerencia en el mitin al que no asistió ni siquiera a la ciudad el jefe de campaña, Ernesto Zedillo, que junto con otros altos priistas se habría quejado del distanciamiento de Colosio de la cúpula del partido y del presidente Salinas, dando pie a fuertes rumores de que podría ser reemplazado por otro favorito del presidente, Manuel Camacho, que coincidentemente un día antes del asesinato declaró públicamente que “renunciaba a la candidatura” que nunca tuvo. Todo esto sopesaba originalmente el primer fiscal, el guanajuatense Miguel Montes, quien fue encargado de la investigación a petición de Diana Laura, la viuda de Colosio, ya que Luis Donaldo tenia al Ministro de la Suprema Corte de Justicia en “alta estima”; originalmente le dijo a Diana Laura y al resto de México que todo apuntaba a una acción concertada, a un “complot”; sin embargo, algunos meses después, al darse cuenta de todas las irregularidades que hoy todos los mexicanos podemos leer, escuchar y ver en los documentos “desclasificados” y quizás también al consumarse otro asesinato político, ahora el del presidente del PRI José Francisco Ruiz Massieu (por quien fue condenado el hermano del presidente, Raúl Salinas, para ser exonerado diez años después), cambió repentinamente su narrativa, sustentó la versión del “asesino solitario” y renunció al cargo. Hoy, aún está vivo y continua su labor jurista, a diferencia de 16 testigos en el caso Colosio que fueron de alguna forma victimados.

Zedillo fue candidato y presidente y paradójicamente fue el último ganador consecutivo del priismo, recordando aquella anécdota en que Luis Donaldo le decía a un amigo que quería democratizar a México, pero que para ello se requería que perdiera el PRI… Salinas se mantuvo en el auto exilio y regresó a México cuando la balanza del poder favoreció a los suyos otra vez.

Como en casi todo magnicidio en la historia (aunque Colosio no era presidente aun), es posible que nunca conozcamos a los verdaderos actores intelectuales. Sin embargo, las balas y los ideales que mataron a Colosio nos han enseñado ya algunas lecciones y espero nos enseñen muchas más.

Manuel Camacho, el contrincante priista de Luis Donaldo declaró sabiamente que la bala que mató al candidato, mató también de facto sus aspiraciones políticas.

Diana Laura, la estoica viuda que falleció meses después de su marido debido a un cáncer que ya sabía posiblemente no la dejaría vivir el posible sexenio de Luis Donaldo, dijo en un admirable discurso en el funeral de su marido: “Las balas del odio y del rencor y la cobardía acabaron con la vida de Luis Donaldo…” y creo yo que quizás, acabaron también con los valores de quienes entonces quisieran actuar con libertad en aquellos días del “sistema político mexicano”, haya sido o no Aburto el asesino solitario.

Hoy México vive momentos diferentes, más el ideario político de Colosio está tan vivo como siempre en este México aun “de gente agraviada”.

Mientras con dolor y nostalgia ayer revivía aquel miércoles de marzo viendo la transmisión de las noticias que narraban los hechos en tiempo real, reviví cuando el premio nobel de literatura mexicano, Octavio Paz, le llamó a Zabludovsky en medio del caos y en su dolor y coraje expresó la impotencia ante los acontecimientos: “Hay que poner un hasta aquí a los excesos verbales e ideológicos; la violencia ideológica es la antesala de la violencia física…”

Ayer como hoy, qué vivas y necesarias son estas palabras en mi México lindo y querido.

luisesparz@gmail.com

Hay ciertos eventos que marcan de manera personal y colectiva la vida de una comunidad, de un país, del mundo, y que nos hacen recordar intensamente ese momento en nuestras vidas. Yo por ejemplo, como mexicano y aficionado a los deportes, nunca podré olvidar en dónde estaban mis ojos húmedos aquella mañana de verano cuando el Himno Nacional se escuchaba en el estadio de Wembley, en Londres, mientras la bandera tricolor se alzaba y los jugadores subían al podio para recibir el oro en el balompié olímpico. Tampoco podría olvidar la noche aquella de septiembre en que los mismos ojos llorones se unían a los de ochenta mil aficionados en el estadio de Nueva Orleans mientras mis queridos “Santos” anotaban su primer “touch down” en el mismo recinto que arropara tanta tragedia durante el huracán Katrina que inundó la ciudad, dándonos una razón de júbilo después de aquella pesadilla colectiva. También recuerdo con detalle en donde me encontraba aquella mañana de otro septiembre cuando recibí con incredulidad y temor las primeras noticias del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York. Mas quizás, pocos recuerdos son tan vividos como el sentimiento también de incredulidad y shock la tarde de aquel miércoles marceño cuando regresaba a la “casa de asistencia para estudiantes” en la capital del estado de Guanajuato después de un par de clases vespertinas en la “prepa”, para encontrar a la familia reunida frente al televisor mientras Talina Fernández le decía por teléfono a Jacobo Zabludovksy que aunque no era oficial todavía, Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la Presidencia de la Republica, había fallecido, víctima de un balazo en la cabeza que le fuera propinado por un Mario Aburto en un mitin político en una colonia popular de la fronteriza ciudad de Tijuana. Aquel “asesino solitario” de 22 años tiene ya cuarenta y siete, veinticinco años después de aquel 23 de marzo, cuando según las investigaciones de cinco fiscales especiales y los recientemente “desclasificados” documentos de las mismas, fue a trabajar como cualquier otro miércoles de seis de la mañana a tres de la tarde en la fábrica de aquellas cintas magnéticas que usábamos para escuchar música y que llamábamos “cassettes”. Sacó un bulto de su “locker” y se dirigió a la salida, donde preguntó al guardia de seguridad de la fábrica cómo hacía para llegar a la colonia “Lomas Taurinas”. Después de tomar dos camiones, el michoacano que a los once años emprendió un viaje por sí sólo de su natal Zamora hasta la ciudad de Tijuana en búsqueda de su padre que era prófugo de la justicia por haber matado a su hermano (tío de Mario) aparentemente con un revólver calibre 9mm que sólo contaba con cuatro balas; llegó a la marginada colonia en donde el candidato a la Presidencia de la Republica del Partido Revolucionario Institucional había decidido asistir a un evento que originalmente se había suspendido. Ahí, con un revólver calibre 9mm (similar al que presuntamente usara su padre) con sólo cuatro balas tuvo la intención –según sus primeras declaraciones- de subirse al improvisado escenario detrás de una camioneta desde donde los oradores hablaban para exponer sus ideas; al no lograrlo, esperó a que bajara el candidato y mientras en los parlantes que habían sido traídos desde la ciudad de México se escuchaba la frase de la popular canción de la Banda Machos, “La culebra”: “huye José, huye José”, Mario logró escabullirse entre la multitud para que, mientras que uno de los “escoltas” del candidato parece hacerle una señal, otro más parece detener a Colosio y un tercero parece abrirle el paso con el brazo, Mario alcanza con la punta se su revólver la parte posterior a la oreja de Luis Donaldo y le propina una bala que le atraviesa el cráneo mandándolo en una aparente espiral hacia el piso, en donde otra bala le atraviesa el abdomen y termina con la campaña y con la vida del candidato que tenía la edad que tiene hoy el mismo Aburto.

El renovado interés por el 25 aniversario luctuoso de Colosio, así como la reciente “desclasificación” de documentos, videos y audios que el grupo “Mexicanos contra la impunidad y la corrupción” -de la mano de la periodista Laura Sánchez Ley- logró por parte del Poder Judicial traer a la luz nuevos elementos, tanto como para reforzar la teoría en la que concluyeron cinco fiscales diferentes de que Mario Aburto actuó sólo debido a una condición psicológica de delirio, así como las teorías de prácticamente el resto del pueblo de México que sigue creyendo que hubo una conspiración detrás de la cual estuvo la estructura del poder, encabezada por el entonces presidente Salinas.

Basta con “darse un clavado” en varios de estos nuevos documentos para ver las inconsistencias de viva voz las declaraciones de Aburto desde que lo llevaban bañado en sangre dentro de una camioneta del lugar del mitin hasta la Procuraduría de Justicia de Tijuana, hasta las declaraciones que hiciera hace algunos cinco años. En todas se notan las inconsistencias que desde el primer momento dejan ver a una persona desbalanceada psicológicamente, o a un actor de primera que ha mantenido esas “inconsistencias” durante 25 años al parecer hasta con su propia familia. Sin embargo, aparentemente siempre confesó haber hecho el primer disparo, aunque no siempre el segundo, que de acuerdo a declaraciones iniciales de una de las primeras doctoras que atendieron en el quirófano donde se trataba de salvar la vida del candidato, era de un calibre menor. La necropsia oficial determinó que ambas eran del mismo calibre, más hasta la fecha, el doctor a cargo de esta necropsia que fue trasladado por órdenes del presidente de la ciudad de México a Tijuana, da una descripción muy ambigua que deja abierta la puerta a interpretaciones. Si es que hubo un segundo revólver, entonces fue obviamente un acto concertado, en donde al parecer participaron los “escoltas” del candidato, que no eran los que usualmente lo acompañaban, en donde incluso la “música traída desde la ciudad de México” pudo tener alguna injerencia en el mitin al que no asistió ni siquiera a la ciudad el jefe de campaña, Ernesto Zedillo, que junto con otros altos priistas se habría quejado del distanciamiento de Colosio de la cúpula del partido y del presidente Salinas, dando pie a fuertes rumores de que podría ser reemplazado por otro favorito del presidente, Manuel Camacho, que coincidentemente un día antes del asesinato declaró públicamente que “renunciaba a la candidatura” que nunca tuvo. Todo esto sopesaba originalmente el primer fiscal, el guanajuatense Miguel Montes, quien fue encargado de la investigación a petición de Diana Laura, la viuda de Colosio, ya que Luis Donaldo tenia al Ministro de la Suprema Corte de Justicia en “alta estima”; originalmente le dijo a Diana Laura y al resto de México que todo apuntaba a una acción concertada, a un “complot”; sin embargo, algunos meses después, al darse cuenta de todas las irregularidades que hoy todos los mexicanos podemos leer, escuchar y ver en los documentos “desclasificados” y quizás también al consumarse otro asesinato político, ahora el del presidente del PRI José Francisco Ruiz Massieu (por quien fue condenado el hermano del presidente, Raúl Salinas, para ser exonerado diez años después), cambió repentinamente su narrativa, sustentó la versión del “asesino solitario” y renunció al cargo. Hoy, aún está vivo y continua su labor jurista, a diferencia de 16 testigos en el caso Colosio que fueron de alguna forma victimados.

Zedillo fue candidato y presidente y paradójicamente fue el último ganador consecutivo del priismo, recordando aquella anécdota en que Luis Donaldo le decía a un amigo que quería democratizar a México, pero que para ello se requería que perdiera el PRI… Salinas se mantuvo en el auto exilio y regresó a México cuando la balanza del poder favoreció a los suyos otra vez.

Como en casi todo magnicidio en la historia (aunque Colosio no era presidente aun), es posible que nunca conozcamos a los verdaderos actores intelectuales. Sin embargo, las balas y los ideales que mataron a Colosio nos han enseñado ya algunas lecciones y espero nos enseñen muchas más.

Manuel Camacho, el contrincante priista de Luis Donaldo declaró sabiamente que la bala que mató al candidato, mató también de facto sus aspiraciones políticas.

Diana Laura, la estoica viuda que falleció meses después de su marido debido a un cáncer que ya sabía posiblemente no la dejaría vivir el posible sexenio de Luis Donaldo, dijo en un admirable discurso en el funeral de su marido: “Las balas del odio y del rencor y la cobardía acabaron con la vida de Luis Donaldo…” y creo yo que quizás, acabaron también con los valores de quienes entonces quisieran actuar con libertad en aquellos días del “sistema político mexicano”, haya sido o no Aburto el asesino solitario.

Hoy México vive momentos diferentes, más el ideario político de Colosio está tan vivo como siempre en este México aun “de gente agraviada”.

Mientras con dolor y nostalgia ayer revivía aquel miércoles de marzo viendo la transmisión de las noticias que narraban los hechos en tiempo real, reviví cuando el premio nobel de literatura mexicano, Octavio Paz, le llamó a Zabludovsky en medio del caos y en su dolor y coraje expresó la impotencia ante los acontecimientos: “Hay que poner un hasta aquí a los excesos verbales e ideológicos; la violencia ideológica es la antesala de la violencia física…”

Ayer como hoy, qué vivas y necesarias son estas palabras en mi México lindo y querido.

luisesparz@gmail.com

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