/ jueves 20 de junio de 2019

Nueva Orleans

Suicidándose con México.

“¿Qué pasa con tu presidente?”, me preguntó un profesor de Políticas Públicas de una universidad del sur de la Unión Americana. Poco o nada pude debatir ante sus argumentos.

Hace un par de semanas, “Moody’s Investors Service” y “Fitch Ratings”, las dos compañías más importantes que califican a nivel internacional la estabilidad y fortaleza económica de los países para que los inversionistas decidan dónde poner su dinero y para que los fondos internacionales otorguen los vitales créditos, bajaron la calificación de nuestro país de “estable” a “negativa”. ¿Sus argumentos? La incertidumbre por la cancelación del NAIM y la viabilidad de proyectos como el aeropuerto en Toluca, el tren Maya y la construcción de una refinería en Tabasco; en lugar de invertir tales dineros en tratar de sanear las finanzas de la única empresa petrolera “quebrada” en el mundo; en lugar de rentar los servicios de alguna refinería en Texas, por ejemplo.

Para AMLO, todos quienes no estén con él, pues están en su contra, y ya se amplía la cada vez más grande banda de “malosos”, “neoliberales” o “mafia del poder” al plano internacional; pues ahora resulta que el mesiánico abogado -que parece no escuchar ni a sus propios súbditos economistas- tiene la razón por encima de todos, en México y en el mundo.

Las “calificaciones” de las agencias internacionales crediticias no son “slogans” de campaña. Afectan ya a México de manera sustantiva. Sus razones son claras y tienen que ver directamente con las decisiones del presidente.

El profesor con quién platiqué, los organismos internacionales, los mexicanos dentro y fuera del círculo presidencial y yo, podemos ver la ruta certera que lleva nuestra patria al borde del abismo de caos económico.

Ha sido un largo, larguísimo medio año. El señalamiento de culpas, la persecución de exfuncionarios, y las ridículas y circenses dádivas de unos millones de pesos por carros y aviones vendidos no se comparan a los Billones que estamos perdiendo por los necios tropiezos de la administración.

Nuestro presidente en turno tiene la responsabilidad de enderezar el rumbo de nuestro país, sin importar en qué condiciones lo recibió. Lejos de dirigirlo, México parece hoy una carreta sin riendas, desbocada a toda velocidad a otro colosal fracaso; mientras, desde el asiento del cochero, el presidente grita “¡Ajúa!”.

luisesparz@gmail.com

Suicidándose con México.

“¿Qué pasa con tu presidente?”, me preguntó un profesor de Políticas Públicas de una universidad del sur de la Unión Americana. Poco o nada pude debatir ante sus argumentos.

Hace un par de semanas, “Moody’s Investors Service” y “Fitch Ratings”, las dos compañías más importantes que califican a nivel internacional la estabilidad y fortaleza económica de los países para que los inversionistas decidan dónde poner su dinero y para que los fondos internacionales otorguen los vitales créditos, bajaron la calificación de nuestro país de “estable” a “negativa”. ¿Sus argumentos? La incertidumbre por la cancelación del NAIM y la viabilidad de proyectos como el aeropuerto en Toluca, el tren Maya y la construcción de una refinería en Tabasco; en lugar de invertir tales dineros en tratar de sanear las finanzas de la única empresa petrolera “quebrada” en el mundo; en lugar de rentar los servicios de alguna refinería en Texas, por ejemplo.

Para AMLO, todos quienes no estén con él, pues están en su contra, y ya se amplía la cada vez más grande banda de “malosos”, “neoliberales” o “mafia del poder” al plano internacional; pues ahora resulta que el mesiánico abogado -que parece no escuchar ni a sus propios súbditos economistas- tiene la razón por encima de todos, en México y en el mundo.

Las “calificaciones” de las agencias internacionales crediticias no son “slogans” de campaña. Afectan ya a México de manera sustantiva. Sus razones son claras y tienen que ver directamente con las decisiones del presidente.

El profesor con quién platiqué, los organismos internacionales, los mexicanos dentro y fuera del círculo presidencial y yo, podemos ver la ruta certera que lleva nuestra patria al borde del abismo de caos económico.

Ha sido un largo, larguísimo medio año. El señalamiento de culpas, la persecución de exfuncionarios, y las ridículas y circenses dádivas de unos millones de pesos por carros y aviones vendidos no se comparan a los Billones que estamos perdiendo por los necios tropiezos de la administración.

Nuestro presidente en turno tiene la responsabilidad de enderezar el rumbo de nuestro país, sin importar en qué condiciones lo recibió. Lejos de dirigirlo, México parece hoy una carreta sin riendas, desbocada a toda velocidad a otro colosal fracaso; mientras, desde el asiento del cochero, el presidente grita “¡Ajúa!”.

luisesparz@gmail.com

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