/ viernes 23 de noviembre de 2018

Papel de China

China es un cuento interminable. Esa virtud podría habérsela dado su escritura, ya que es de las mas viejas del mundo. Han podido reflejar su cultura en papel y no olvidarla. Papel de china donde se ha quedado la huella de sus tradiciones, de sus ideas primigenias, de su percepción de los fenómenos que le rodeaban. China es una cultura que ha impregnado al mundo de su magia y misterio, son cientos de años de memoria casi inalterable. De cierto modo resultaría refutable lo que menciono si se piensa en la parte urbana, industrial y tecnológica de lo que hoy es la postal que circula por el mundo, pero aun así, esto que han conseguido no hubiese sido posible sin el pasado al que hago referencia. Ya he escrito sobre las aportaciones de China a la cultura global, que bien pudiera ser proporcional a la cultura grecolatina de la que hoy somos portadores en el habla y en la visión del cosmos. China nos dio pólvora, papel, brújula, juegos, sabiduría, y tantas cosas más que enderezaron el mundo civilizado.

En particular, el tema de la literatura china, me atrevo a decir que es muy parecida a la japonesa, tiene un fuerte arraigo en la tradición, y unas pinceladas de los movimientos de vanguardia del siglo pasado. La revolución china, trajo consigo un movimiento muy conservador en las artes. Su literatura, entendido esto como la herencia cultural escrita, que utiliza la narrativa de actos o sucesos, ciertos o falsos –la ficción a la que aludía Borges- recogidos o guardados a lo largo de cientos de años y puestos de manera masiva en el siglo XX, permitió el rescate y la difusión de lo que podríamos llamar Cuentos, dada su brevedad y los elementos fantásticos que decoran sus mitos, y sus leyendas.

Algún Maestro, diría que los mitos son la historia disfrazada de la realidad. Eso me hace suponer que en cada relato podemos encontrar elementos de conocimiento, de costumbres, visiones, de hábitos, gustos, y claro, de un modo de vida. El elemento fundamental de estas historias, es el oficio del narrador, la pulcritud para llevar al papel un trazo de la imaginación y el pensamiento de un pueblo que sigue en ese extenso territorio, avivando la perplejidad y el azoro.

EL CIERVO.


Un hombre del Reino de Cheng estaba cortando leña en un bosque cuando, de pronto, pasó junto a él un ciervo espantado y lo mató. Temeroso de que otros lo descubrieran, rápidamente hizo una zanja donde lo ocultó con ramas de arbustos. Poco después olvidó el escondrijo y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Camino a su casa contó el suceso a mucha gente como si se hubiera tratado de un sueño. Entre los oyentes hubo uno que decidió buscar al ciervo, y lo encontró; volvió a su casa con tan preciada carga y dijo a su esposa:
- Un leñador soñó que había matado un ciervo y que después no recordaba dónde lo había ocultado. Pero ahora resulta que yo lo encontré. Su sueño tuvo que haber sido realidad.
- Tú eres quién soñó que un leñador había matado un ciervo
- dijo la esposa -. ¿Realmente crees que existió ese leñador? Tu sueño se hizo realidad.
- Si encontré al ciervo por un sueño -contestó el marido-, ¿qué caso tiene averiguar cuál de los dos soñó? El leñador regresó a su casa sumamente perturbado. Esa noche soñó que el otro había encontrado al ciervo, y a la mañana siguiente fue a disputárselo. Discutieron largo tiempo. Y como no llegaban a ningún acuerdo sobre la pertenencia del ciervo, recurrieron a un juez. El juez dijo al leñador:- Bien. Primero mataste realmente a un ciervo y creíste que era un sueño. Más tarde lo soñaste y creíste que era realidad. El otro encontró al ciervo y ahora te lo disputa, aunque su mujer piensa que él te soñó... Pero como el ciervo está aquí, lo mejor es que se lo repartan.
El rey de Cheng se enteró de todo lo sucedido y dijo: - ¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?

LIEHTSE. Filósofo chino de la escuela taoísta, siglo IV antes de la era cristiana.
De: Cuentos breves y extraordinarios, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.

YUAN TE-YU


Un día, cuando se dirigía al excusado, Yuan Te-yu fue testigo de un hecho singular. A su lado surgió un fantasma gigantesco, de más de diez pies de altura, de tez negra y ojos inmensos, vestido de casaca negra y cubierto con un bonete plano. Sin turbarse de modo alguno, Yuan Te-yu conservó toda su sangre fría.

- La gente suele decir que los fantasmas son feos- dijo con la mayor indiferencia, dirigiendo una sonrisa a la aparición -. ¡Y tienen toda la razón!

El fantasma, avergonzado, se eclipsó.


De: Cuentos de este mundo y del más allá.

Liu Yi-ching, dinastías del Sur y del Norte.

CHIANG CHIEN

Chiang Chien, nacido en eL distrito de Feng Fu, departamento de Yenchou, vivía en la cabecera del distrito, a un centenar de li del lugar donde se dedicaba a sus estudios. Cada vez que le venía la idea de presentar sus respetos a su padre, se ponía inmediatamente en camino, sin preocuparle si era muy temprano o muy tarde.

Una vez, en plena noche, ciñose el carcaj, cargó el arco sobre el hombro, montó a caballo y tomó el camino de su casa paternal, precedido de un chiquillo que le servía de escudero.

Al atravesar un bosque, los dos viajeros llegaron repentinamente a un claro enceguecedoramente iluminado. Aterrorizado, el paje se detuvo.

- Si son espíritus malignos, nada debemos temer - declaró Chiang Chien para animar a su joven servidor. Después lanzó a su caballo por entre la extraña aparición y entonces vio a una docena de jugadores en cuclillas, disputando una partida de dados. Tendió su arco, disparó una flecha, y toda esa banda se dispersó sin dejar rastro. Sólo se veían esparcidas por el suelo muchas sartas de sapecas. Chiang supuso que debía tratarse de monedas de fantasmas. De un golpe de látigo las redujo a ceniza polvorienta, y se llevó consigo una bandeja de dados, de piedra verde, traslúcida y admirablemente trabajada.

De: Memorias de Yi Chien, dinastía Sung.

Por: Jung Mai.

EL CAZADOR HAILIBU

(Cuento mongol)


Tiempo atrás vivió un hombre llamado Hailibu, como se ocupaba de la caza todos lo conocían como “el cazador Hailibu”. Como siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, nunca disfrutaba solo de las cosas que cazaba sino que las repartía, por lo cual se había ganado el respeto de todo el mundo.

Un día que fue a cazar a la profundidad de la montaña, divisó entre la espesura del bosque una serpiente blanca que dormía enrollada bajo un árbol. El hombre dio un rodeo, pisando suavemente para no despertarla. De súbito bajó del cielo una grulla gris que atrapó a la serpiente con sus garras y volvió a emprender vuelo. La serpiente se despertó sobresaltada gritando: ¡socorro!, ¡socorro! Hailibu aprontó su arco y su flecha y le apuntó a la grulla que iba subiendo hacia la cima de la montaña. El ave perdió a la serpiente y huyó.

- Pobre pequeñita, ve rápido a buscar a tus padres. – Le dijo el cazador al reptil. Este asintió con la cabeza, expresó las gracias y se perdió entre los arbustos mientras Hailibu recogía su arco y las flechas para retornar también al hogar.

Al día siguiente, cuando Hailibu pasaba justamente por el mismo sitio de la víspera varias serpientes que rodeaban a la blanca salieron a recibirlo. Asombrado, estaba pensando en dar un rodeo cuando la serpiente blanca le habló:

- ¿Cómo está, mi salvador? Tal vez no me conozca, yo soy la hija del rey dragón. Ayer usted me salvó la vida y hoy mis padres me han ordenado que venga especialmente a recibirle para acompañarle a mi casa, donde le darán las gracias en persona. Cuando llegue allá – continuó – no acepte nada de lo que le ofrezcan mis padres, pero pida la piedra de jade que lleva mi padre en la boca. Si Ud. se pone esa piedra en la boca podrá entender todos los idiomas de los animales que hay en el mundo. Sin embargo, lo que usted escuche no podrá comentárselo a nadie más. Si lo hiciera, se convertiría en una piedra.

Hailibu asintió, siguiendo a la serpiente hasta la profundidad del valle donde el frío iba creciendo a cada paso. Cuando llegaron a la puerta de un depósito la serpiente dijo:

- Mis padres no pueden invitarlo a pasar a la casa, lo recibirán aquí.

Y justo cuando estaba explicando esto el viejo dragón apareció y le dijo muy respetuosamente:

- Usted ha salvado a mi querida hija y yo se lo agradezco sinceramente. En este depósito se guardan muchos tesoros, usted puede tomar lo que desee sin ningún cumplido. – Y dicho esto abrió la puerta instando a Hailibu para que entrara; el cazador notó que estaba repleto de tesoros. Una vez que terminaron de ver este lugar, el viejo dragón acompañó a Hailibu a visitar otro, y así recorrieron ciento ocho; a pesar de ello, Hailibu no se decidió por cosa alguna.

- Buen hombre, ¿ninguno de estos tesoros te place? – preguntó el viejo dragón con un poco de embarazo.

- A pesar de que son muy buenos sólo se pueden utilizar como hermosos adornos pero no tienen utilidad para mí que soy un cazador. Si el rey dragón desea realmente dejarme algo como recuerdo le ruego que me entregue ese jade que tiene en su boca.

El rey dragón se quedó absorto un momento; no le quedaba más remedio que escupir, con mucho dolor, la piedra que tenía en su boca y dársela a Hailibu.

Después de que el cazador se despidió saliendo con la piedra en su poder la serpiente blanca lo siguió y le recomendó repetidas veces:

- Con esta piedra podrá enterarse de todo. Pero no puede decirle a nadie ni palabra de lo que sepa. Si lo hace se encontrará en peligro. Por nada del mundo se olvide de ello.

Desde entonces Hailibu lograba cazar muy fácilmente. Podía entender el lenguaje de las aves y las bestias y de este modo saber qué animales había al otro lado de la gran montaña. Así pasaron muchos años hasta que un día que llegó cazar al lugar escuchó que unos pájaros decían:

- Vayamos pronto a otro sitio. Mañana se va a derrumbar la montaña y el agua correrá a torrentes inundándolo todo. ¡Quién sabe cuántos animales morirán!

Hailibu se quedó muy preocupado; sin ánimo ya para cazar regresó de inmediato y le anunció a todos:

- ¡Mudémonos a otro sitio! En este lugar ya no se puede vivir más. ¡Quien no lo crea después no tendrá tiempo para arrepentirse!

Los demás se quedaron muy extrañados. Algunos creían que aquello era imposible, otros, que Hailibu se había vuelto loco. En resumen, nadie le creía.

- ¿Acaso esperan a que yo muera para creerme? – preguntó Hailibu llorando de los nervios.

- Tú nunca nos has mentido – opinaron unos ancianos – y eso lo sabemos todos. Pero ahora dices que aquí ya no se puede vivir más. ¿En qué te basas? Te rogamos que hables claro.

Hailibu pensó: “Se aproxima la catástrofe, ¿cómo puedo pensar en mí mismo y permitir que todos los otros sufran la desgracia? Prefiero sacrificarme para salvar a los demás.”

Relató pues cómo había obtenido la piedra de jade, de qué modo la utilizaba para cazar, la forma en que se había enterado de la catástrofe que iba a sobrevenir por boca de los pájaros y por último por qué no podía contarles a los demás lo que escuchaba de los animales: se convertiría en piedra muerta. Al tiempo que hablaba Hailibu se iba transformando y poco a poco se fue haciendo piedra. Tan pronto la gente vio aquello se apresuró a mudarse, con mucho dolor, llevándose a sus animales. Entonces las nubes formaron un espeso manto y comenzó a caer una torrencial lluvia. En la madrugada siguiente se escuchó en medio de los truenos un estruendo que hizo temblar la tierra y la montaña se derrumbó mientras el agua fluía a borbotones.

- ¡Si Hailibu no se hubiera sacrificado por nosotros ya habríamos muerto ahogados! – exclamó el pueblo emocionado.

Más tarde, buscaron la piedra en que se había convertido Hailibu y la colocaron en la cima de la montaña, para que los hijos y los nietos y los nietos de los nietos recordaran al héroe Hailibu que ofrendó su vida por todos. Y dicen que hoy en día existe un lugar que se llama “La piedra Hailibu”.

China es un cuento interminable. Esa virtud podría habérsela dado su escritura, ya que es de las mas viejas del mundo. Han podido reflejar su cultura en papel y no olvidarla. Papel de china donde se ha quedado la huella de sus tradiciones, de sus ideas primigenias, de su percepción de los fenómenos que le rodeaban. China es una cultura que ha impregnado al mundo de su magia y misterio, son cientos de años de memoria casi inalterable. De cierto modo resultaría refutable lo que menciono si se piensa en la parte urbana, industrial y tecnológica de lo que hoy es la postal que circula por el mundo, pero aun así, esto que han conseguido no hubiese sido posible sin el pasado al que hago referencia. Ya he escrito sobre las aportaciones de China a la cultura global, que bien pudiera ser proporcional a la cultura grecolatina de la que hoy somos portadores en el habla y en la visión del cosmos. China nos dio pólvora, papel, brújula, juegos, sabiduría, y tantas cosas más que enderezaron el mundo civilizado.

En particular, el tema de la literatura china, me atrevo a decir que es muy parecida a la japonesa, tiene un fuerte arraigo en la tradición, y unas pinceladas de los movimientos de vanguardia del siglo pasado. La revolución china, trajo consigo un movimiento muy conservador en las artes. Su literatura, entendido esto como la herencia cultural escrita, que utiliza la narrativa de actos o sucesos, ciertos o falsos –la ficción a la que aludía Borges- recogidos o guardados a lo largo de cientos de años y puestos de manera masiva en el siglo XX, permitió el rescate y la difusión de lo que podríamos llamar Cuentos, dada su brevedad y los elementos fantásticos que decoran sus mitos, y sus leyendas.

Algún Maestro, diría que los mitos son la historia disfrazada de la realidad. Eso me hace suponer que en cada relato podemos encontrar elementos de conocimiento, de costumbres, visiones, de hábitos, gustos, y claro, de un modo de vida. El elemento fundamental de estas historias, es el oficio del narrador, la pulcritud para llevar al papel un trazo de la imaginación y el pensamiento de un pueblo que sigue en ese extenso territorio, avivando la perplejidad y el azoro.

EL CIERVO.


Un hombre del Reino de Cheng estaba cortando leña en un bosque cuando, de pronto, pasó junto a él un ciervo espantado y lo mató. Temeroso de que otros lo descubrieran, rápidamente hizo una zanja donde lo ocultó con ramas de arbustos. Poco después olvidó el escondrijo y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Camino a su casa contó el suceso a mucha gente como si se hubiera tratado de un sueño. Entre los oyentes hubo uno que decidió buscar al ciervo, y lo encontró; volvió a su casa con tan preciada carga y dijo a su esposa:
- Un leñador soñó que había matado un ciervo y que después no recordaba dónde lo había ocultado. Pero ahora resulta que yo lo encontré. Su sueño tuvo que haber sido realidad.
- Tú eres quién soñó que un leñador había matado un ciervo
- dijo la esposa -. ¿Realmente crees que existió ese leñador? Tu sueño se hizo realidad.
- Si encontré al ciervo por un sueño -contestó el marido-, ¿qué caso tiene averiguar cuál de los dos soñó? El leñador regresó a su casa sumamente perturbado. Esa noche soñó que el otro había encontrado al ciervo, y a la mañana siguiente fue a disputárselo. Discutieron largo tiempo. Y como no llegaban a ningún acuerdo sobre la pertenencia del ciervo, recurrieron a un juez. El juez dijo al leñador:- Bien. Primero mataste realmente a un ciervo y creíste que era un sueño. Más tarde lo soñaste y creíste que era realidad. El otro encontró al ciervo y ahora te lo disputa, aunque su mujer piensa que él te soñó... Pero como el ciervo está aquí, lo mejor es que se lo repartan.
El rey de Cheng se enteró de todo lo sucedido y dijo: - ¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?

LIEHTSE. Filósofo chino de la escuela taoísta, siglo IV antes de la era cristiana.
De: Cuentos breves y extraordinarios, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.

YUAN TE-YU


Un día, cuando se dirigía al excusado, Yuan Te-yu fue testigo de un hecho singular. A su lado surgió un fantasma gigantesco, de más de diez pies de altura, de tez negra y ojos inmensos, vestido de casaca negra y cubierto con un bonete plano. Sin turbarse de modo alguno, Yuan Te-yu conservó toda su sangre fría.

- La gente suele decir que los fantasmas son feos- dijo con la mayor indiferencia, dirigiendo una sonrisa a la aparición -. ¡Y tienen toda la razón!

El fantasma, avergonzado, se eclipsó.


De: Cuentos de este mundo y del más allá.

Liu Yi-ching, dinastías del Sur y del Norte.

CHIANG CHIEN

Chiang Chien, nacido en eL distrito de Feng Fu, departamento de Yenchou, vivía en la cabecera del distrito, a un centenar de li del lugar donde se dedicaba a sus estudios. Cada vez que le venía la idea de presentar sus respetos a su padre, se ponía inmediatamente en camino, sin preocuparle si era muy temprano o muy tarde.

Una vez, en plena noche, ciñose el carcaj, cargó el arco sobre el hombro, montó a caballo y tomó el camino de su casa paternal, precedido de un chiquillo que le servía de escudero.

Al atravesar un bosque, los dos viajeros llegaron repentinamente a un claro enceguecedoramente iluminado. Aterrorizado, el paje se detuvo.

- Si son espíritus malignos, nada debemos temer - declaró Chiang Chien para animar a su joven servidor. Después lanzó a su caballo por entre la extraña aparición y entonces vio a una docena de jugadores en cuclillas, disputando una partida de dados. Tendió su arco, disparó una flecha, y toda esa banda se dispersó sin dejar rastro. Sólo se veían esparcidas por el suelo muchas sartas de sapecas. Chiang supuso que debía tratarse de monedas de fantasmas. De un golpe de látigo las redujo a ceniza polvorienta, y se llevó consigo una bandeja de dados, de piedra verde, traslúcida y admirablemente trabajada.

De: Memorias de Yi Chien, dinastía Sung.

Por: Jung Mai.

EL CAZADOR HAILIBU

(Cuento mongol)


Tiempo atrás vivió un hombre llamado Hailibu, como se ocupaba de la caza todos lo conocían como “el cazador Hailibu”. Como siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, nunca disfrutaba solo de las cosas que cazaba sino que las repartía, por lo cual se había ganado el respeto de todo el mundo.

Un día que fue a cazar a la profundidad de la montaña, divisó entre la espesura del bosque una serpiente blanca que dormía enrollada bajo un árbol. El hombre dio un rodeo, pisando suavemente para no despertarla. De súbito bajó del cielo una grulla gris que atrapó a la serpiente con sus garras y volvió a emprender vuelo. La serpiente se despertó sobresaltada gritando: ¡socorro!, ¡socorro! Hailibu aprontó su arco y su flecha y le apuntó a la grulla que iba subiendo hacia la cima de la montaña. El ave perdió a la serpiente y huyó.

- Pobre pequeñita, ve rápido a buscar a tus padres. – Le dijo el cazador al reptil. Este asintió con la cabeza, expresó las gracias y se perdió entre los arbustos mientras Hailibu recogía su arco y las flechas para retornar también al hogar.

Al día siguiente, cuando Hailibu pasaba justamente por el mismo sitio de la víspera varias serpientes que rodeaban a la blanca salieron a recibirlo. Asombrado, estaba pensando en dar un rodeo cuando la serpiente blanca le habló:

- ¿Cómo está, mi salvador? Tal vez no me conozca, yo soy la hija del rey dragón. Ayer usted me salvó la vida y hoy mis padres me han ordenado que venga especialmente a recibirle para acompañarle a mi casa, donde le darán las gracias en persona. Cuando llegue allá – continuó – no acepte nada de lo que le ofrezcan mis padres, pero pida la piedra de jade que lleva mi padre en la boca. Si Ud. se pone esa piedra en la boca podrá entender todos los idiomas de los animales que hay en el mundo. Sin embargo, lo que usted escuche no podrá comentárselo a nadie más. Si lo hiciera, se convertiría en una piedra.

Hailibu asintió, siguiendo a la serpiente hasta la profundidad del valle donde el frío iba creciendo a cada paso. Cuando llegaron a la puerta de un depósito la serpiente dijo:

- Mis padres no pueden invitarlo a pasar a la casa, lo recibirán aquí.

Y justo cuando estaba explicando esto el viejo dragón apareció y le dijo muy respetuosamente:

- Usted ha salvado a mi querida hija y yo se lo agradezco sinceramente. En este depósito se guardan muchos tesoros, usted puede tomar lo que desee sin ningún cumplido. – Y dicho esto abrió la puerta instando a Hailibu para que entrara; el cazador notó que estaba repleto de tesoros. Una vez que terminaron de ver este lugar, el viejo dragón acompañó a Hailibu a visitar otro, y así recorrieron ciento ocho; a pesar de ello, Hailibu no se decidió por cosa alguna.

- Buen hombre, ¿ninguno de estos tesoros te place? – preguntó el viejo dragón con un poco de embarazo.

- A pesar de que son muy buenos sólo se pueden utilizar como hermosos adornos pero no tienen utilidad para mí que soy un cazador. Si el rey dragón desea realmente dejarme algo como recuerdo le ruego que me entregue ese jade que tiene en su boca.

El rey dragón se quedó absorto un momento; no le quedaba más remedio que escupir, con mucho dolor, la piedra que tenía en su boca y dársela a Hailibu.

Después de que el cazador se despidió saliendo con la piedra en su poder la serpiente blanca lo siguió y le recomendó repetidas veces:

- Con esta piedra podrá enterarse de todo. Pero no puede decirle a nadie ni palabra de lo que sepa. Si lo hace se encontrará en peligro. Por nada del mundo se olvide de ello.

Desde entonces Hailibu lograba cazar muy fácilmente. Podía entender el lenguaje de las aves y las bestias y de este modo saber qué animales había al otro lado de la gran montaña. Así pasaron muchos años hasta que un día que llegó cazar al lugar escuchó que unos pájaros decían:

- Vayamos pronto a otro sitio. Mañana se va a derrumbar la montaña y el agua correrá a torrentes inundándolo todo. ¡Quién sabe cuántos animales morirán!

Hailibu se quedó muy preocupado; sin ánimo ya para cazar regresó de inmediato y le anunció a todos:

- ¡Mudémonos a otro sitio! En este lugar ya no se puede vivir más. ¡Quien no lo crea después no tendrá tiempo para arrepentirse!

Los demás se quedaron muy extrañados. Algunos creían que aquello era imposible, otros, que Hailibu se había vuelto loco. En resumen, nadie le creía.

- ¿Acaso esperan a que yo muera para creerme? – preguntó Hailibu llorando de los nervios.

- Tú nunca nos has mentido – opinaron unos ancianos – y eso lo sabemos todos. Pero ahora dices que aquí ya no se puede vivir más. ¿En qué te basas? Te rogamos que hables claro.

Hailibu pensó: “Se aproxima la catástrofe, ¿cómo puedo pensar en mí mismo y permitir que todos los otros sufran la desgracia? Prefiero sacrificarme para salvar a los demás.”

Relató pues cómo había obtenido la piedra de jade, de qué modo la utilizaba para cazar, la forma en que se había enterado de la catástrofe que iba a sobrevenir por boca de los pájaros y por último por qué no podía contarles a los demás lo que escuchaba de los animales: se convertiría en piedra muerta. Al tiempo que hablaba Hailibu se iba transformando y poco a poco se fue haciendo piedra. Tan pronto la gente vio aquello se apresuró a mudarse, con mucho dolor, llevándose a sus animales. Entonces las nubes formaron un espeso manto y comenzó a caer una torrencial lluvia. En la madrugada siguiente se escuchó en medio de los truenos un estruendo que hizo temblar la tierra y la montaña se derrumbó mientras el agua fluía a borbotones.

- ¡Si Hailibu no se hubiera sacrificado por nosotros ya habríamos muerto ahogados! – exclamó el pueblo emocionado.

Más tarde, buscaron la piedra en que se había convertido Hailibu y la colocaron en la cima de la montaña, para que los hijos y los nietos y los nietos de los nietos recordaran al héroe Hailibu que ofrendó su vida por todos. Y dicen que hoy en día existe un lugar que se llama “La piedra Hailibu”.

ÚLTIMASCOLUMNAS
sábado 08 de diciembre de 2018

De la voz a la tinta

Lecciones sobre la traición

José Luis Ramírez Sánchez

viernes 23 de noviembre de 2018

Papel de China

De la voz a la tinta

José Luis Ramírez Sánchez

martes 20 de noviembre de 2018

IDA VITALE. Premio Cervantes 2018

DE LA VOZ A LA TINTA

José Luis Ramírez Sánchez