/ domingo 31 de mayo de 2020

Para Elisa

“El amor nunca se piensa, por tal motivo hay amores impensables, ocultos, secretos. La sombra es la casa de algunas relaciones.” Alberto Barradas.

Generalmente, los amores ocultos son efecto de personalidades tímidas con frecuencia distintivos de genios en la ciencia o las artes. Sentimientos que sufren el miedo de no ser correspondidos o ser traicionados. Pasiones que permanecen en las sombras con la esperanza de darles vida por arte de magia.

Conforme a la psicóloga española M. González Sanz, la timidez se manifiesta en personas con mirada evasiva, saludo flojo, evitan en contacto físico, cabizbajos, evasivos, preocupados por la opinión de los demás, parte de las 17 características descriptivas de esta forma de ser. Con lo que leemos de la vida de Ludwid van Beethoven se le pueden endilgar estos y otros rasgos a su enorme personalidad alternada con muestras de arrogancia como las apuntadas en mi columna del 29 de marzo.

Presintiendo el pensamiento de un hombre de mirada penetrante, otras veces perdidas en el espacio, en Beethoven estarían las figuras del pentagrama o del teclado donde vaciaría su inspiración. Pero, ¿quién conquistaba sus pensamientos para componer tantas y tantas obras geniales? Sabemos de algunas, recordemos la niña ciega que inspiró la sonata “Claro de Luna” o la marcha fúnebre de la Sinfonía en si bemol mayor “Heroica” símbolo de lo que para él fue la muerte de Napoleón y para nosotros el nacimiento del romanticismo musical.

La mujer ha sido, es y será siempre musa de las manifestaciones del arte. Exceptuando a la condesa Josephine Dyen con quien Beethoven cultivó un lazo en cartas a la “Eternamente amada” poco se sabe de amores del genio de Bonn. Lo que motiva escribir estas líneas en año de la celebración mundial del 250 aniversario del natalicio del músico alemán, es la pieza para piano “Para Elisa” (Füer Elise) una de las partituras más conocidas del compositor que lo mismo se escucha en salas de concierto que en el teléfono en espera de conexión.

Pero, ¿quién fue Elisa? el misterio rodea a la popular obra. El músico Klaus Martin Kopitz creé que fue Elizabeth, hermana del tenor Joseph A. Roeckel con quien Beethoven estableció amistad cuando interpretaba a Florestan en la ópera “Fidelio”. La relación de la joven pianista que también se dedicó al canto, la documentó con una carta enviada por Elizabeth a Ludwid donde se vislumbra una relación cerca a lo íntimo.

Bien decía Gustavo Adolfo Becker, “Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido. Mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales.”

“El amor nunca se piensa, por tal motivo hay amores impensables, ocultos, secretos. La sombra es la casa de algunas relaciones.” Alberto Barradas.

Generalmente, los amores ocultos son efecto de personalidades tímidas con frecuencia distintivos de genios en la ciencia o las artes. Sentimientos que sufren el miedo de no ser correspondidos o ser traicionados. Pasiones que permanecen en las sombras con la esperanza de darles vida por arte de magia.

Conforme a la psicóloga española M. González Sanz, la timidez se manifiesta en personas con mirada evasiva, saludo flojo, evitan en contacto físico, cabizbajos, evasivos, preocupados por la opinión de los demás, parte de las 17 características descriptivas de esta forma de ser. Con lo que leemos de la vida de Ludwid van Beethoven se le pueden endilgar estos y otros rasgos a su enorme personalidad alternada con muestras de arrogancia como las apuntadas en mi columna del 29 de marzo.

Presintiendo el pensamiento de un hombre de mirada penetrante, otras veces perdidas en el espacio, en Beethoven estarían las figuras del pentagrama o del teclado donde vaciaría su inspiración. Pero, ¿quién conquistaba sus pensamientos para componer tantas y tantas obras geniales? Sabemos de algunas, recordemos la niña ciega que inspiró la sonata “Claro de Luna” o la marcha fúnebre de la Sinfonía en si bemol mayor “Heroica” símbolo de lo que para él fue la muerte de Napoleón y para nosotros el nacimiento del romanticismo musical.

La mujer ha sido, es y será siempre musa de las manifestaciones del arte. Exceptuando a la condesa Josephine Dyen con quien Beethoven cultivó un lazo en cartas a la “Eternamente amada” poco se sabe de amores del genio de Bonn. Lo que motiva escribir estas líneas en año de la celebración mundial del 250 aniversario del natalicio del músico alemán, es la pieza para piano “Para Elisa” (Füer Elise) una de las partituras más conocidas del compositor que lo mismo se escucha en salas de concierto que en el teléfono en espera de conexión.

Pero, ¿quién fue Elisa? el misterio rodea a la popular obra. El músico Klaus Martin Kopitz creé que fue Elizabeth, hermana del tenor Joseph A. Roeckel con quien Beethoven estableció amistad cuando interpretaba a Florestan en la ópera “Fidelio”. La relación de la joven pianista que también se dedicó al canto, la documentó con una carta enviada por Elizabeth a Ludwid donde se vislumbra una relación cerca a lo íntimo.

Bien decía Gustavo Adolfo Becker, “Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido. Mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales.”