/ lunes 19 de octubre de 2020

¿Por qué no es Igual Para Todos los Países?

Corto, mediano o largo plazo; de izquierda o de derecha; primero la economía; prioridad a la salud; la pobreza; el tipo de gobierno; complejidad de la economía; finanzas públicas; formalidad o informalidad laboral; rezago educativo, entre otras tantas más. Todas estas son variables que deben considerarse sí o sí a la hora de evaluar los riesgos, desarrollar un plan y ejecutar acciones para enfrentar y defendernos del COVID-19.

Para entender un poco más lo anterior: pensemos en un país con tasas de pobreza e informalidad muy altas (India), es claro que no se pueden aplicar medidas de confinamiento ya que gran parte de los habitantes sobreviven gracias a lo que logran conseguir (alimento o recursos económicos) día a día, además, debido a la informalidad y la baja penetración de la banca harían muy complicado el poder distribuir los recursos y apoyos entre la población (que es muy grande), eso sin contar la poca infraestructura con la que cuentan y unas finanzas públicas nada buenas. En contraste, un país como Alemania tiene la posibilidad de identificar a la población en riesgo económico y de salud, asimismo, lo anterior les brinda la capacidad para desarrollar políticas económicas, de salud y laborales (trabajo vía remota y de ser necesario acudir de manera presencial con todas las acciones preventivas para evitar el contagio), esto gracias a su gran infraestructura, educación, geografía, tipo de economía, población, finanzas públicas sanas, entre otros, les han dado una ventaja por sobre la India.

Como se puede inferir de los ejemplos anteriores, si se tratara de replicar lo hecho en Suecia, Alemania, Australia o Japón en países como la India, Haití y Brasil el resultado sería catastrófico. En nuestro país pasó algo similar, el cierre abrupto de las actividades económicas pusieron en jaque a millones de familias, sobre todo aquellas que sus ingresos eran resultado de la informalidad o de quienes obtenían sus ingresos por honorarios, eso sin contar la gran brecha que existe entre unos y otros, al final se tomó la sabia decisión de llevar a cabo una reapertura de las actividades económicas atendiendo las indicaciones de las autoridades, cosa que no se ha seguido al pie de la letra, sin embargo la catástrofe será menor. Para enfatizar lo anterior, un estudio de Oxfam indica que el pico más alto de fallecidos (en el mundo) por COVID-19 fue de 10 mil personas al día, sin embargo, la hambruna asociada al COVID-19 (como resultado del desempleo, la disminución de ayuda o transferencias a los necesitados, entre otras) podría estar causando más de 12 mil muertos diarios a nivel mundial, de ahí la importancia de no cerrar las actividades económicas y únicamente confinar a la población en alto riesgo.

Por si fuera poco, la poca evidencia con la que se cuenta nos ha revelado algo muy alarmante, las fortunas del percentil más rico del mundo se han ido acrecentando durante esta pandemia mientras que los percentiles más bajos, la población más pobre, además de que se han ido acrecentando en número de personas estas se han empobrecido más, aún no sabemos cuál será el daño total pero cifras del banco mundial estiman que debido a la pandemia alrededor de 100 millones de personas serán empujadas a la pobreza extrema en el mundo, lo que borraría los esfuerzos realizados en los últimos años a nivel mundial.

A manera de conclusión, muchas son las críticas que se han hecho a los gobiernos a nivel mundial, desde aquellos que tomaron medidas drásticas (como el confinamiento obligatorio para todos) hasta quienes optaron por políticas más holgadas (únicamente restricciones en eventos masivos y recomendaciones sanitarias). La realidad es que no todas las acciones realizadas, políticas fomentadas y medidas aplicadas han tenido el mismo efecto alrededor del mundo, existen factores que han hecho posible el confinamiento en un país (economía formal muy elevada, finanzas sanas, poca población, entre otras) sin causar un daño significativo en la economía, sin embargo, no ha sido el mismo resultado para otros tantos (prácticamente toda Latinoamérica y aquellos países con un porcentaje alto de pobreza) donde no se corre con la misma fortuna y estas medidas han sido un golpe muy duro para sus habitantes y, desgraciadamente, dicho confinamiento trajo consigo desempleo, pobreza, violencia y, además de esto, aumentó la brecha de las desigualdades (ingreso, género, laboral, etc.).



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Corto, mediano o largo plazo; de izquierda o de derecha; primero la economía; prioridad a la salud; la pobreza; el tipo de gobierno; complejidad de la economía; finanzas públicas; formalidad o informalidad laboral; rezago educativo, entre otras tantas más. Todas estas son variables que deben considerarse sí o sí a la hora de evaluar los riesgos, desarrollar un plan y ejecutar acciones para enfrentar y defendernos del COVID-19.

Para entender un poco más lo anterior: pensemos en un país con tasas de pobreza e informalidad muy altas (India), es claro que no se pueden aplicar medidas de confinamiento ya que gran parte de los habitantes sobreviven gracias a lo que logran conseguir (alimento o recursos económicos) día a día, además, debido a la informalidad y la baja penetración de la banca harían muy complicado el poder distribuir los recursos y apoyos entre la población (que es muy grande), eso sin contar la poca infraestructura con la que cuentan y unas finanzas públicas nada buenas. En contraste, un país como Alemania tiene la posibilidad de identificar a la población en riesgo económico y de salud, asimismo, lo anterior les brinda la capacidad para desarrollar políticas económicas, de salud y laborales (trabajo vía remota y de ser necesario acudir de manera presencial con todas las acciones preventivas para evitar el contagio), esto gracias a su gran infraestructura, educación, geografía, tipo de economía, población, finanzas públicas sanas, entre otros, les han dado una ventaja por sobre la India.

Como se puede inferir de los ejemplos anteriores, si se tratara de replicar lo hecho en Suecia, Alemania, Australia o Japón en países como la India, Haití y Brasil el resultado sería catastrófico. En nuestro país pasó algo similar, el cierre abrupto de las actividades económicas pusieron en jaque a millones de familias, sobre todo aquellas que sus ingresos eran resultado de la informalidad o de quienes obtenían sus ingresos por honorarios, eso sin contar la gran brecha que existe entre unos y otros, al final se tomó la sabia decisión de llevar a cabo una reapertura de las actividades económicas atendiendo las indicaciones de las autoridades, cosa que no se ha seguido al pie de la letra, sin embargo la catástrofe será menor. Para enfatizar lo anterior, un estudio de Oxfam indica que el pico más alto de fallecidos (en el mundo) por COVID-19 fue de 10 mil personas al día, sin embargo, la hambruna asociada al COVID-19 (como resultado del desempleo, la disminución de ayuda o transferencias a los necesitados, entre otras) podría estar causando más de 12 mil muertos diarios a nivel mundial, de ahí la importancia de no cerrar las actividades económicas y únicamente confinar a la población en alto riesgo.

Por si fuera poco, la poca evidencia con la que se cuenta nos ha revelado algo muy alarmante, las fortunas del percentil más rico del mundo se han ido acrecentando durante esta pandemia mientras que los percentiles más bajos, la población más pobre, además de que se han ido acrecentando en número de personas estas se han empobrecido más, aún no sabemos cuál será el daño total pero cifras del banco mundial estiman que debido a la pandemia alrededor de 100 millones de personas serán empujadas a la pobreza extrema en el mundo, lo que borraría los esfuerzos realizados en los últimos años a nivel mundial.

A manera de conclusión, muchas son las críticas que se han hecho a los gobiernos a nivel mundial, desde aquellos que tomaron medidas drásticas (como el confinamiento obligatorio para todos) hasta quienes optaron por políticas más holgadas (únicamente restricciones en eventos masivos y recomendaciones sanitarias). La realidad es que no todas las acciones realizadas, políticas fomentadas y medidas aplicadas han tenido el mismo efecto alrededor del mundo, existen factores que han hecho posible el confinamiento en un país (economía formal muy elevada, finanzas sanas, poca población, entre otras) sin causar un daño significativo en la economía, sin embargo, no ha sido el mismo resultado para otros tantos (prácticamente toda Latinoamérica y aquellos países con un porcentaje alto de pobreza) donde no se corre con la misma fortuna y estas medidas han sido un golpe muy duro para sus habitantes y, desgraciadamente, dicho confinamiento trajo consigo desempleo, pobreza, violencia y, además de esto, aumentó la brecha de las desigualdades (ingreso, género, laboral, etc.).



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