/ lunes 12 de abril de 2021

Posverdad

Decía Umberto Eco que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de tontos que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin DAÑAR A LA COMUNIDAD… y ahora tienen el mismo derecho de hablar que un premio Nobel.

Pero hay que comenzar por el principio sin adentrarnos en cuestiones tan epistemológicas. Una falacia es un argumento que parece válido pero no lo es. Un argumento puede tener premisas y conclusión verdaderas y aún así ser falaz.

Esto lo comento por la gran cantidad de fake news que se han generado en contra de las vacunas, algunas de ellas realmente estúpidas pero estremecedoras para los que no entienden de inmunología, como que en los próximos meses morirá el 30% de todos los que se vacunen contra el COVID 19. O que las vacunas de ARN serán utilizadas para la despoblación en los próximos 3 a 6 meses. Estulticias como estás que circulan a diario en las redes sociales están dificultando la concientización de la población para lograr la inmunidad de por lo menos el 70% de los mexicanos y ponerle un cerco a la pandemia de SARS-COV-2.

Otro de los videos que se viralizó, fue el de una supuesta voluntaria que finge vacunar a un adulto mayor, del que se ha desprendido toda una campaña con la suposición de ser una consigna la simulación, lo cual también es totalmente falso, pero pone a dudar a la mayoría. El ser humano es factual, esto quiere decir que está sujeto a fallas y errores. Es impredecible. Que una persona haya cometido un fraude para vender o utilizar en otra persona una o más dosis de vacuna, no significa que haya actuado por consigna.

Continuó siendo, como médico, un férreo defensor de la vacunación masiva. Todos vamos en el mismo barco y si a un marinero le da viruela, los demás quedamos expuestos. Ese es el daño a la comunidad que ocasionan la fake news y quienes las replican. No existe algún argumento científico que no sea mero juicio de valor o noticia sensacionalista para no vacunarse.

A veces quisiera uno tener el poder de la ubicuidad para poder contestar y desmentir todas y cada una de las opiniones ignotas que se publican en internet, lo cual es humanamente imposible cuando una legión de idiotas se ha apoderado ya de las redes sociales y ya casi nadie lee los periódicos, mucho menos libros.

Termino con otra opinión que dio Umberto Eco al periódico El País al respecto:

“Internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo… Si sabes que estás leyendo un periódico como EL PAÍS, La Repubblica, Il Corriere della Sera…, puedes pensar que existe un cierto control de la noticia y te fías. En cambio, si lees un periódico como aquellos ingleses de la tarde, sensacionalistas, no te fías. Con Internet ocurre al contrario: te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada. Piense tan solo en el éxito que tiene en Internet cualquier página web que hable de complots o que se inventen historias absurdas: tienen un increíble seguimiento, de navegadores y de personas importantes que se las toman en serio”.

Esta es la triste y absurda realidad contra la que tenemos que luchar la comunidad médica y científica: la falacia a la que hoy se le llama “posverdad”.

Decía Umberto Eco que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de tontos que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin DAÑAR A LA COMUNIDAD… y ahora tienen el mismo derecho de hablar que un premio Nobel.

Pero hay que comenzar por el principio sin adentrarnos en cuestiones tan epistemológicas. Una falacia es un argumento que parece válido pero no lo es. Un argumento puede tener premisas y conclusión verdaderas y aún así ser falaz.

Esto lo comento por la gran cantidad de fake news que se han generado en contra de las vacunas, algunas de ellas realmente estúpidas pero estremecedoras para los que no entienden de inmunología, como que en los próximos meses morirá el 30% de todos los que se vacunen contra el COVID 19. O que las vacunas de ARN serán utilizadas para la despoblación en los próximos 3 a 6 meses. Estulticias como estás que circulan a diario en las redes sociales están dificultando la concientización de la población para lograr la inmunidad de por lo menos el 70% de los mexicanos y ponerle un cerco a la pandemia de SARS-COV-2.

Otro de los videos que se viralizó, fue el de una supuesta voluntaria que finge vacunar a un adulto mayor, del que se ha desprendido toda una campaña con la suposición de ser una consigna la simulación, lo cual también es totalmente falso, pero pone a dudar a la mayoría. El ser humano es factual, esto quiere decir que está sujeto a fallas y errores. Es impredecible. Que una persona haya cometido un fraude para vender o utilizar en otra persona una o más dosis de vacuna, no significa que haya actuado por consigna.

Continuó siendo, como médico, un férreo defensor de la vacunación masiva. Todos vamos en el mismo barco y si a un marinero le da viruela, los demás quedamos expuestos. Ese es el daño a la comunidad que ocasionan la fake news y quienes las replican. No existe algún argumento científico que no sea mero juicio de valor o noticia sensacionalista para no vacunarse.

A veces quisiera uno tener el poder de la ubicuidad para poder contestar y desmentir todas y cada una de las opiniones ignotas que se publican en internet, lo cual es humanamente imposible cuando una legión de idiotas se ha apoderado ya de las redes sociales y ya casi nadie lee los periódicos, mucho menos libros.

Termino con otra opinión que dio Umberto Eco al periódico El País al respecto:

“Internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo… Si sabes que estás leyendo un periódico como EL PAÍS, La Repubblica, Il Corriere della Sera…, puedes pensar que existe un cierto control de la noticia y te fías. En cambio, si lees un periódico como aquellos ingleses de la tarde, sensacionalistas, no te fías. Con Internet ocurre al contrario: te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada. Piense tan solo en el éxito que tiene en Internet cualquier página web que hable de complots o que se inventen historias absurdas: tienen un increíble seguimiento, de navegadores y de personas importantes que se las toman en serio”.

Esta es la triste y absurda realidad contra la que tenemos que luchar la comunidad médica y científica: la falacia a la que hoy se le llama “posverdad”.

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