Los que se van... los que se quedan.
Una vez concluida la tarea que, desde el Instituto Nacional Electoral, condujo la presidenta del Consejo y activa responsable de entregarle los mejores resultados a su jefe, el presidente López, Guadalupe Taddei Zavala, entramos en la fase de cierre de los procesos electorales 2024. En espera de la toma de protesta de la presidente Claudia Sheinbaum.
Sin embargo, queda una gran incógnita con relación al manejo de los resultados electorales y el descubrimiento que asume el grupo de periodistas de la carpeta púrpura, donde con claros argumentos sostienen una flagrante manipulación de algoritmos donde demuestran el manejo y tergiversación de los resultados electorales, un tema que tomará mucho tiempo para llegar con alguna conclusión válida; mientras tanto en una especie de borrachera de poder los operadores de la agenda populista de nuestro país, celebran como la maniobra más importante de la política mexicana, en beneficio de oficialismo, la sobrerrepresentación en el poder legislativo.
Esta sobrerrepresentación les permite tomar decisiones sobre cualquier tema de reforma constitucional, sin tener que compartir, discutir, ceder, entregar, canjear nada que implique cuotas de poder; es decir, los opositores de este país no supieron, quizá no entendieron cómo, pero mostraron su incompetencia y su dejadez en una pelea que no requiere explicaciones de su carácter histórico y que finalmente le entregan a oficialismo todas las posibilidades de modificar las definiciones constitucionales del Estado mexicano.
En algún momento, la oposición política de este país, encabezada por el Partido Acción Nacional deberá tener tiempo para explicarle al pueblo de México su miopía, su falta de carácter, desde luego su incompetencia para mantenerse en el liderazgo político que por un breve periodo mostró tener el talento, pero, desgraciadamente la ausencia de madurez política, de visión, de patriotismo, de sentido de responsabilidad ha puesto a los opositores en el lugar que les corresponde: pusilánime, por decir lo menos…
La visión polarizada del país que, en unos días dejará de gobernar López Obrador, permanece y en un ejercicio de continuidad política, que sólo se explica en la sumisión de la nueva presidente a los acuerdos y lineamientos que sigue dictando la pandilla en el poder y que hoy obtiene los mayores beneficios en todos los sentidos: económicos, de poder y de imposiciones ideológicas, permite pronosticar que tendremos que asumir las consecuencias de los caprichos populistas que se derivan de la herencia de un autócrata a una autócrata.
De una dirigencia del oficialismo a una nueva dirigencia que no es resultado de un proceso democrático, que han decidido no tocar ningún canon de vida democrática, porque no la necesitan, porque no creen en ella, y porque lo que están construyendo es una siguiente etapa en un proceso que resulta de las mentiras en los mensajes políticos durante 18 años de quien está a unos días de dejar la presidencia de gobierno del país.
Los aliados del presidente saliente seguirán siendo los que abandonaron el idealismo de izquierda para reencontrarse con su historial de pragmatismo y corrupción en sus distintas modalidades y presencias partidistas, por eso nada nos debería de extrañar que los nuevos operadores del oficialismo sean expertos en trepar posiciones políticas y obtener beneficios económicos y de poder.
En su muy larga trayectoria de transición del viejo PRI a Morena, del PAN, sin formación doctrinal a Morena, del Partido Verde Ecologista, siempre aliado del que está en el poder a Morena, del Partido del Trabajo, siempre subordinado a quien gobierna a Morena, es decir, el oficialismo de hoy es el resultado de los acuerdos políticos de los que siempre han estado en la agenda del poder, sin importarles el bien hacia la sociedad, sin asumir en su mínima expresión el propósito de bien común, y sin importarles el futuro de una nación que corre riesgos insospechados que se derivan del resquebrajamiento del sistema económico del país, al poner en riesgo tratados internacionales, estrategias de balanza comercial, oportunidades de reacomodo de empresas productivas en el contexto internacional, y todo derivado de la incertidumbre que produce a los inversionistas tener que tratar con un gobierno pragmático al que le importa solo conservarse en el poder.
Independientemente de que esto lo asemeje a realidades presentes que ya se viven en otros países, especialmente de las democracias inmaduras de América Latina.
En unos días entraremos a una etapa de la vida del país en la que el entorno económico nos enfrentará con la realidad, estamos terminando el sexenio con los más bajos índices de crecimiento de la economía nacional, el sexenio con la peor calificación económica en los últimos 50 años, con el mayor incremento de deuda de los últimos 30 años, con el mayor índice de crímenes dolosos que se tenga memoria en la historia moderna del país, casi 200,000 crímenes dolosos, con el mayor número de desaparecidos, de feminicidios, con un incremento dramático en la pobreza extrema, empezando a resentir las consecuencias de un desfalco multimillonario, derivado de las inversiones en la infraestructura-capricho y la corrupción.
Con reformas constitucionales que obedecen a la venganza de un presidente que está loco de poder, pero que dejarán la más alta incertidumbre en el estado de derecho que ya está desalentando nuevas inversiones en el país, con el desmantelamiento del sistema de salud que ha costado miles de vidas durante todo el sexenio, haciendo énfasis en el pésimo manejo de la pandemia que ha vivido toda la humanidad; el país no está generando los recursos fiscales para mantener por un año más estas políticas, en el gobierno se sabe, y ya es motivo de conflicto entre el actual secretario de hacienda y la presidenta electa.
Una vez más nos hace bien recordar que los partidos políticos son sólo una vía de acceso a las estructuras de poder, por lo pronto, mientras no cambie la configuración del Estado mexicano, y desde luego mientras que los mexicanos no perdamos nuestro compromiso con la nación y asumamos que el país no es de los partidos, no es de los gobernantes, no es de los populistas, no es de los dictadores.
El país es de los ciudadanos, especialmente si asumimos formas de organización, que naturalmente, nos damos en la sociedad y que son la fortaleza con la que la nación se recrea, se revitaliza, se reinventa para reconstruir en procesos de armonía, de bien común, y de visión, de progreso y de desarrollo para todos los mexicanos.
¿Qué vamos a hacer?
A los embriagados de populismo les llegará la resaca y tendrán sus propias respuestas a los afectados por las derrotas les llegará un nuevo día, y quizá entiendan que la política que construye y hace historia tiene que ver con el bien común de la sociedad, pero somos los ciudadanos quienes debemos asumir con convicción y con visión generacional que el mejor país que podemos ser está en nuestras manos, no en las de quienes hoy detentan el poder, independientemente de cómo se llamen, de qué filiación ideológica tengan o de cuánto se hayan robado del erario.
Hasta la próxima en PROSPECTIVA.
José Gerardo Mosqueda M.
Presidente del Instituto de Administración Pública de Guanajuato
gmg@gerardomosqueda.com.mx