Vencer la violencia con propuestas que despierten el desarrollo integral de nuestros niños y adolescentes es el quehacer educativo al que todos debemos sumarnos.
La humanidad está inmersa en una severa crisis, la cual amenaza con su supervivencia misma. Violencia y destrucción parecieran ser conductas ya normales, propias de una sociedad moderna orientada por la conquista de supremacía de unos sobre otros. P.Freire en su obra "Pedagogía del Oprimido" expone ampliamente la relación opresor/oprimido como un modelo educativo que ha caracterizado históricamente las relaciones interpersonales motivadas por el ejercicio del poder de manera autoritaria. El sometimiento, la obediencia, la deshumanización, caracterizan el ejercicio de la autoridad, negando la posibilidad al oprimido por pensar y reflexionar sobre sí mismo y el entorno social.
Durante décadas la Educación ha perpetuado este modelo, así como de igual manera ha predominado en el ejercicio del poder público. La superación de la contradicción opresor/oprimido es la tesis sustantiva de una ruptura pedagógica que Freire expone en la búsqueda y construcción de una Educación liberadora, en la cual el diálogo y no el monólogo se instala como el recurso didáctico por excelencia en un nuevo paradigma educativo denominado Pedagogía Progresista, en el cual el bienestar social se coloca como el eje central de los fines educativos y no el individualismo como ha venido ocurriendo.
Romper con el círculo de violencia exige como fundamento el diseño y desarrollo de un modelo educativo humanista en oposición a un modelo de mercado, de competencia voraz entre unos y otros, que como bien lo describe C. Naranjo “educamos para incorporar al niño y al joven a una sociedad salvaje”.
De singular importancia romper con el círculo de violencia implica atender las causas estructurales que le dan origen, a saber:
Combatir la pobreza, síntoma de injusticia y desigualdad social.
Concebir la cultura y Educación como procesos de inclusión comunitaria a fin de construir una sociedad educadora en donde no sólo se considere a los maestros como educadores, sino que todos los integrantes de una sociedad nos percibamos como sujetos que también educamos.
Continuar fortaleciendo los programas de becas universales para niños y jóvenes, precisando que dichos estímulos no sean eventuales o selectivos sino aplicables a toda la población infantil y juvenil, cuyo propósito sea estimular, impulsar el proyecto de vida de los menores, evitando cancelar o bien condenar a ésta población a su suerte, a su abandono como lamentablemente ha ocurrido en nuestro país.
Los gobiernos de todos los niveles han de diseñar políticas públicas que posibiliten condiciones de acceso a la Educación pública desde inicial hasta Educación superior, concibiendo que la Educación ha de ser un derecho y no un privilegio para quienes puedan pagarla.
Confiemos en la niñez y juventud, superando la tan difundida idea de que apoyarlos con becas los hace flojos y dependientes, apostar por su progreso y bienestar representa la mejor elección de un gobierno y una sociedad más humana y próspera.
En los tiempos modernos no se conquista a los pueblos recurriendo a guerras armadas, sí en cambio violentando a este sector de la población con estrategias de enajenación masivas que los conducen a aniquilar su proyecto de vida e identidad personal.
Francisco Javier Zavala Ramírez
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