/ domingo 11 de octubre de 2020

Secuelas

“Uno de los aspectos más patéticos de la experiencia humana es nuestra ignorancia de las verdaderas consecuencias de nuestros actos.” Alberto Manguel.

Enfermarse es condición innata del humano desde la vida embrionaria hasta la longevidad.

Cuando fallece algún anciano, se dice que murió “de” su edad. De anciano nadie fallece, cuando ocurre, siempre habrá alguna enfermad propia de los añosos.

Existen cientos de padecimientos que pueden mellar la salud, si no fuera así, no se conocería la muerte y la vida sería insostenible. Una fantasía absurda e imposible de asimilar propia para una película de ficción. Para medio comprender la irracional propuesta, serían los desastres naturales o las guerras quienes mantuvieran el número de habitantes y de especies animales en equilibrio con los productos de la tierra y del mar que nos alimentan y la conservación del medio ambiente.

Sobre lo último sirva de ejemplo el uso de energía limpia, la eólica y la radiación solar que en México tenemos en abundancia pero se menosprecia por ese prurito de utilizar el carbón mineral y combustóleo altamente contaminantes, caros y sin futuro.

Entre los cientos de mensajes en la redes durante la grave crisis de salud provocada por el nuevo coronavirus, hay quienes aseveran que el virus SARS-CoV-2 fue creado en laboratorio con objeto de reducir la población del planeta y otros solo de los habitantes de China que se salió de control para expandirse a todo el mundo. Lamentable es el número de muertes, pero para los 7 mil 768 millones de habitantes que somos, es como quitarle un pelo al gato.

Ante el desconocimiento del proceder de esta cepa de viral, únicamente el tiempo y la observación han ayudado a combatirlo con mayor eficacia. La terapéutica médica y el control del paciente hoy son mejores que hace seis meses. El pilar del manejo del enfermo grave es mantener su oxigenación pulmonar y evitar o combatir las alteraciones que produce el agresivo virus puesto que no existe hasta ahora un antiviral efectivo.

Un problema de igual severidad que se ha descuidado, es el conjunto de secuelas que deja en el organismo, van de mínimas hasta las que producen incapacidad permanente en el paciente que superó la virosis. ¿Superó? sí, pero únicamente la fase infectante. Para el Dr. Juan Luis Mosqueda Gómez, director del Hospital Regional de Alta Especialidad del Bajío, además de los pulmones, el SARS-CoV-2 deteriora funciones cardiacas, renales y neurológicas.

Los expertos calculan que siete de cada diez recuperados padecen insomnio, dolor de cabeza, caída del cabello, debilidad, fatiga, disnea, problemas de concentración o memoria. Hipertensión arterial pulmonar y tal vez, una inflamación persistente en el músculo cardiaco que podría derivar en muerte repentina. Frente a esto, mucho falta por hacer.

“Uno de los aspectos más patéticos de la experiencia humana es nuestra ignorancia de las verdaderas consecuencias de nuestros actos.” Alberto Manguel.

Enfermarse es condición innata del humano desde la vida embrionaria hasta la longevidad.

Cuando fallece algún anciano, se dice que murió “de” su edad. De anciano nadie fallece, cuando ocurre, siempre habrá alguna enfermad propia de los añosos.

Existen cientos de padecimientos que pueden mellar la salud, si no fuera así, no se conocería la muerte y la vida sería insostenible. Una fantasía absurda e imposible de asimilar propia para una película de ficción. Para medio comprender la irracional propuesta, serían los desastres naturales o las guerras quienes mantuvieran el número de habitantes y de especies animales en equilibrio con los productos de la tierra y del mar que nos alimentan y la conservación del medio ambiente.

Sobre lo último sirva de ejemplo el uso de energía limpia, la eólica y la radiación solar que en México tenemos en abundancia pero se menosprecia por ese prurito de utilizar el carbón mineral y combustóleo altamente contaminantes, caros y sin futuro.

Entre los cientos de mensajes en la redes durante la grave crisis de salud provocada por el nuevo coronavirus, hay quienes aseveran que el virus SARS-CoV-2 fue creado en laboratorio con objeto de reducir la población del planeta y otros solo de los habitantes de China que se salió de control para expandirse a todo el mundo. Lamentable es el número de muertes, pero para los 7 mil 768 millones de habitantes que somos, es como quitarle un pelo al gato.

Ante el desconocimiento del proceder de esta cepa de viral, únicamente el tiempo y la observación han ayudado a combatirlo con mayor eficacia. La terapéutica médica y el control del paciente hoy son mejores que hace seis meses. El pilar del manejo del enfermo grave es mantener su oxigenación pulmonar y evitar o combatir las alteraciones que produce el agresivo virus puesto que no existe hasta ahora un antiviral efectivo.

Un problema de igual severidad que se ha descuidado, es el conjunto de secuelas que deja en el organismo, van de mínimas hasta las que producen incapacidad permanente en el paciente que superó la virosis. ¿Superó? sí, pero únicamente la fase infectante. Para el Dr. Juan Luis Mosqueda Gómez, director del Hospital Regional de Alta Especialidad del Bajío, además de los pulmones, el SARS-CoV-2 deteriora funciones cardiacas, renales y neurológicas.

Los expertos calculan que siete de cada diez recuperados padecen insomnio, dolor de cabeza, caída del cabello, debilidad, fatiga, disnea, problemas de concentración o memoria. Hipertensión arterial pulmonar y tal vez, una inflamación persistente en el músculo cardiaco que podría derivar en muerte repentina. Frente a esto, mucho falta por hacer.