/ domingo 28 de octubre de 2018

SINE QUA NON


Quienes más sufren en una crisis son quienes no jugaron ningún rol en crearla.Joseph Stiglitz, economista premio Nobel


LA CRISIS ECONÓMICA

Como sabemos, hay un ciclo económico y dentro de éste, puede haber un período crítico, relativo sobre todo a la escases de bienes, servicios, consumo, comercialización, o de producción. Es términos del argot económico, se llama “contracción”. Lo contrario sería la “expansión”.


Luego así, en México, al igual que alguna escases en cualquiera de sus fases, rompe el equilibrio o la balanza económica, provoca la caída del valor adquisitivo, el aumento de intereses a pagar, la opresión del gasto familiar, la ausencia de créditos, las garantías inmobiliarias devaluadas, los salarios bajos, la falta de empleos, etc.


Comienza por una “recesión”, luego sigue la “contracción” y después, llegamos a la “depresión” (En ésa, estamos). Una de esas crisis, que para los mexicanos ha sido recurrente desde hace poco más de 50 años, fue la llamada en el escenario internacional, como “El efecto Tequila” (1994); aquí, el inefable Carlos Salinas de Gortari, la bautizó –para lavarse las manos- como el “error de diciembre” culpando a Ernesto Zedillo Ponce de León. Dicho problema, se suscitó por la merma de las llamadas “reservas internacionales”, que consisten en depósitos de dólares en los bancos centrales (Banxico, aquí), es decir, faltaban activos monetarios. Originando la devaluación del peso, entre otros efectos.


La “reacción” de los EUA, estando Bill Clinton, como Presidente y “fresco” el TLCAN, fue otorgar 20 mil millones de dólares al gobierno mexicano –con cargo al bolsillo de los contribuyentes y garantizando con barriles de petróleo- para que así se pudieran cubrir otros créditos y, curiosamente, para el mismo acreedor. Es decir, tapando el hoyo, haciendo otro más grande. Lo que al final, no es una solución, sino más deuda –impagable con el paso del tiempo y de los intereses-


La “última” gran crisis llamada también como la “gran recesión” es la que se originó en EUA en 2006 y que repercutió en México, a partir del 2008-13 por los fraudes de centros de operaciones bursátiles-hipotecarias, que crearon la llamada “burbuja inmobiliaria” en que se inflaron créditos, intereses y comisiones, por encima de los valores reales y cuando estalló la “burbuja” sobrevino la crisis, pues los créditos se hicieron impagables y la adquisición de inmuebles, imposible, menos aún, mediante crédito. Explicado grosso modo, pues fue una operación muy compleja.


¿CUÁL ES EL PROBLEMA DE MÉXICO?

La primera reacción de la crisis estadounidense, para nuestra economía, fue la reducción de las remesas en dólares. Luego, la pérdida de empleos, nuestra mal diseñada y peor dirigida “dependencia del petróleo” en el concierto económico internacional y por supuesto, el control gringo; lo que igual con pésimos resultados económicos para los mexicanos, subió el IVA, el ISR, se crearon otros impuestos en particular a la telefonía, resultando en lugar del remedio, una crisis mayor y gran contracción del PIB. Y una situación que al saberla, no es tan increíble, sino bizarra: Aumentó el gasto interno gubernamental (gasto corriente, en el argot económico) a más del 80%, es decir, el gobierno se “come” más de ¾ de los ingresos. Como resultado, además de que no es para México, la finalidad, ése 80% no produjo empleo –salvo el burocrático- ni creó empresa y claro, menos riqueza para los mexicanos. De ahí, que por ejemplo, la oferta política de la “austeridad republicana” fuera atractiva al electorado en éste 2018.


Pero, la pregunta sigue en el aire a pesar de la “distracción” de la “encuesta popular” para decidir el futuro del nuevo aeropuerto internacional, qué igual es derivado de una mala traza económica para el Pueblo, beneficiando a un reducido número de privilegiados. ¿Cuál es la solución?


Como dicen ahora, la “reingeniería” que requiere nuestra economía nacional, debe ser estructural: 1.- Combate frontal a la corrupción y todas sus hijuelas, endurecimiento de sanciones y penas, eficacia y seguimiento puntual de denuncias, vigilancia a las huestes oficiales; 2.- “Despretolización” de la economía, con preeminencia a la manufactura y visión empresarial agropecuaria-pesquera; 3.- Mejora sustancial del salario; 4.- Reducción gradual de los impuestos, en particular IVA e ISR; 5.- Impulso al transporte ferroviario, tanto de personas, como de mercancías; 6.- Reducción al costo y precio real de los combustibles, y energía eléctrica, así como impulso a la mal llamadas “energías alternativas”, pues en realidad son primarias; 7.- Bienvenida la “austeridad republicana”, pero no con el maquillaje político, sino con fórmulas de eficacia y transparencia, y, 8.- Muy importante apostar a la formación y educación; etc.


Lo que trae a colación otro edema social: El empobrecimiento galopante de las familias y gentes mexicanas, que como dice hoy el epígrafe, ni vela tienen en el sepelio de la economía nacional. Y nos lleva en automático a una resultante, la migración como “solución” contra ésa pobreza.


Y no es que me desvíe del tema, pero el problema de la fuga humana, ése éxodo tan vergonzante, tan lesivo y a veces hasta mortal, que acaba con familias y sus cabezas, hoy llamado con eufemismo “la caravana”, de la que aunque sea hecha por reducido número de extranjeros desesperados y en gran contradicción esperanzados, que en tropel cruzan nuestro país; no es complicación ajena y menos distante: Nos muestra la horrible cara de la pobreza, de la candidez de muchos migrantes, de la desvergüenza y procacidad criminal de gobernantes que con gran demagogia “tienden la mano”, pero al final dejan la “bola caliente” para quien la agarre. El asunto no acaba con el simple paso y la ayuda o asistencia incluso de gente que lo hace por mera solidaridad o identificación. No. El problema, apenas empieza. No estamos en condiciones de asilar indefinidamente a ésos hermanos de Centroamérica. ¡Qué pasará si no logran llegar su meta! Tienen un enorme dique: El miedo, personificado por el inefable Mr. Trump. Y no es con planteamientos simplones, como han propuesto los “dos presidentes”, uno en funciones y el otro por arribar, como se solucionaría.


LA CONDICIÓN SINE QUA NON

Tenemos un mínimo de 50 años esperando “el cambio”, la transición política que nos lleve a una vida digna, en paz, con relativa tranquilidad. Y aunque como decimos, “la esperanza muere al último”, no sé ve en el horizonte todavía. Se vislumbra “más de lo mismo”, más cinismo político.


Como es usual, tienen ustedes mis estimados lectores, la última opinión. Salud, Alegría y Prosperidad. (No olviden que estas tres condiciones humanas, no dependen sólo del dinero).


Quienes más sufren en una crisis son quienes no jugaron ningún rol en crearla.Joseph Stiglitz, economista premio Nobel


LA CRISIS ECONÓMICA

Como sabemos, hay un ciclo económico y dentro de éste, puede haber un período crítico, relativo sobre todo a la escases de bienes, servicios, consumo, comercialización, o de producción. Es términos del argot económico, se llama “contracción”. Lo contrario sería la “expansión”.


Luego así, en México, al igual que alguna escases en cualquiera de sus fases, rompe el equilibrio o la balanza económica, provoca la caída del valor adquisitivo, el aumento de intereses a pagar, la opresión del gasto familiar, la ausencia de créditos, las garantías inmobiliarias devaluadas, los salarios bajos, la falta de empleos, etc.


Comienza por una “recesión”, luego sigue la “contracción” y después, llegamos a la “depresión” (En ésa, estamos). Una de esas crisis, que para los mexicanos ha sido recurrente desde hace poco más de 50 años, fue la llamada en el escenario internacional, como “El efecto Tequila” (1994); aquí, el inefable Carlos Salinas de Gortari, la bautizó –para lavarse las manos- como el “error de diciembre” culpando a Ernesto Zedillo Ponce de León. Dicho problema, se suscitó por la merma de las llamadas “reservas internacionales”, que consisten en depósitos de dólares en los bancos centrales (Banxico, aquí), es decir, faltaban activos monetarios. Originando la devaluación del peso, entre otros efectos.


La “reacción” de los EUA, estando Bill Clinton, como Presidente y “fresco” el TLCAN, fue otorgar 20 mil millones de dólares al gobierno mexicano –con cargo al bolsillo de los contribuyentes y garantizando con barriles de petróleo- para que así se pudieran cubrir otros créditos y, curiosamente, para el mismo acreedor. Es decir, tapando el hoyo, haciendo otro más grande. Lo que al final, no es una solución, sino más deuda –impagable con el paso del tiempo y de los intereses-


La “última” gran crisis llamada también como la “gran recesión” es la que se originó en EUA en 2006 y que repercutió en México, a partir del 2008-13 por los fraudes de centros de operaciones bursátiles-hipotecarias, que crearon la llamada “burbuja inmobiliaria” en que se inflaron créditos, intereses y comisiones, por encima de los valores reales y cuando estalló la “burbuja” sobrevino la crisis, pues los créditos se hicieron impagables y la adquisición de inmuebles, imposible, menos aún, mediante crédito. Explicado grosso modo, pues fue una operación muy compleja.


¿CUÁL ES EL PROBLEMA DE MÉXICO?

La primera reacción de la crisis estadounidense, para nuestra economía, fue la reducción de las remesas en dólares. Luego, la pérdida de empleos, nuestra mal diseñada y peor dirigida “dependencia del petróleo” en el concierto económico internacional y por supuesto, el control gringo; lo que igual con pésimos resultados económicos para los mexicanos, subió el IVA, el ISR, se crearon otros impuestos en particular a la telefonía, resultando en lugar del remedio, una crisis mayor y gran contracción del PIB. Y una situación que al saberla, no es tan increíble, sino bizarra: Aumentó el gasto interno gubernamental (gasto corriente, en el argot económico) a más del 80%, es decir, el gobierno se “come” más de ¾ de los ingresos. Como resultado, además de que no es para México, la finalidad, ése 80% no produjo empleo –salvo el burocrático- ni creó empresa y claro, menos riqueza para los mexicanos. De ahí, que por ejemplo, la oferta política de la “austeridad republicana” fuera atractiva al electorado en éste 2018.


Pero, la pregunta sigue en el aire a pesar de la “distracción” de la “encuesta popular” para decidir el futuro del nuevo aeropuerto internacional, qué igual es derivado de una mala traza económica para el Pueblo, beneficiando a un reducido número de privilegiados. ¿Cuál es la solución?


Como dicen ahora, la “reingeniería” que requiere nuestra economía nacional, debe ser estructural: 1.- Combate frontal a la corrupción y todas sus hijuelas, endurecimiento de sanciones y penas, eficacia y seguimiento puntual de denuncias, vigilancia a las huestes oficiales; 2.- “Despretolización” de la economía, con preeminencia a la manufactura y visión empresarial agropecuaria-pesquera; 3.- Mejora sustancial del salario; 4.- Reducción gradual de los impuestos, en particular IVA e ISR; 5.- Impulso al transporte ferroviario, tanto de personas, como de mercancías; 6.- Reducción al costo y precio real de los combustibles, y energía eléctrica, así como impulso a la mal llamadas “energías alternativas”, pues en realidad son primarias; 7.- Bienvenida la “austeridad republicana”, pero no con el maquillaje político, sino con fórmulas de eficacia y transparencia, y, 8.- Muy importante apostar a la formación y educación; etc.


Lo que trae a colación otro edema social: El empobrecimiento galopante de las familias y gentes mexicanas, que como dice hoy el epígrafe, ni vela tienen en el sepelio de la economía nacional. Y nos lleva en automático a una resultante, la migración como “solución” contra ésa pobreza.


Y no es que me desvíe del tema, pero el problema de la fuga humana, ése éxodo tan vergonzante, tan lesivo y a veces hasta mortal, que acaba con familias y sus cabezas, hoy llamado con eufemismo “la caravana”, de la que aunque sea hecha por reducido número de extranjeros desesperados y en gran contradicción esperanzados, que en tropel cruzan nuestro país; no es complicación ajena y menos distante: Nos muestra la horrible cara de la pobreza, de la candidez de muchos migrantes, de la desvergüenza y procacidad criminal de gobernantes que con gran demagogia “tienden la mano”, pero al final dejan la “bola caliente” para quien la agarre. El asunto no acaba con el simple paso y la ayuda o asistencia incluso de gente que lo hace por mera solidaridad o identificación. No. El problema, apenas empieza. No estamos en condiciones de asilar indefinidamente a ésos hermanos de Centroamérica. ¡Qué pasará si no logran llegar su meta! Tienen un enorme dique: El miedo, personificado por el inefable Mr. Trump. Y no es con planteamientos simplones, como han propuesto los “dos presidentes”, uno en funciones y el otro por arribar, como se solucionaría.


LA CONDICIÓN SINE QUA NON

Tenemos un mínimo de 50 años esperando “el cambio”, la transición política que nos lleve a una vida digna, en paz, con relativa tranquilidad. Y aunque como decimos, “la esperanza muere al último”, no sé ve en el horizonte todavía. Se vislumbra “más de lo mismo”, más cinismo político.


Como es usual, tienen ustedes mis estimados lectores, la última opinión. Salud, Alegría y Prosperidad. (No olviden que estas tres condiciones humanas, no dependen sólo del dinero).

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