/ domingo 26 de julio de 2020

Sine qua non

Memorias de una Afición

Es tarde para volver atrás… (Crónica de un cinéfilo trasnochado) Pasado y presente, no hay un portal que nos deje pasar del segundo al primero, a menos, claro, qué lo hagamos a través de la fantasía del cine, o de alguna novela, incluso de la propia imaginación que al final no requiere de artilugios o artefactos bajo la inventiva humana.

Viene a colación a raíz de otro artículo de un amigo y colega que se cambió a la competencia, en que comentó su joven nostalgia por la desaparición del centro comercial “Las Américas, sito al rumbo Oriente de esta ciudad, en la colonia Jardines, e hizo mención de las salas de cine de allí. Me despertó recuerdos de mis años mozos en que nuestra ciudad respiraba pos sus poros en cada habitante o visitante de la otrora “Puerta de Oro del Bajío”, la famosa paz provinciana, en que la mayoría nos conocíamos aunque fuera de vista. Y una forma de ocio solaz era ir al cine. Algunos recordarán “El Colonial” que en dos ocasiones estuvo a punto de sucumbir envuelto en lenguas flamígeras, largas e implacables consumiendo a la vez memorias de añejos espectáculos o recuerdos románticos –era costumbre ir con la novia- para ver dos películas, (imposible mencionar todas) ahí vi “La pantera rosa” y el inspector Clouseau de la policía francesa siempre en apuro por “pescar” a la pantera, un misterioso y glamoroso ladrón, sin dejar fuera las matinés de los sábados para ver películas del “santo y blue demon, contra las momias de Guanajuato”, en que reinaba más la algarabía de la muchachada; y “El Encanto” que pasaba películas italianas o francesas, consideradas para adultos (por ejemplo de Lando Buzzanca, de alta comicidad y parodia sexual al estilo de Boccaccio y su Decamerón), que hoy darían sueño a los escolapios o risa a los monaguillos; o “Las Américas” una sala grande con un largo pasillo de entrada, en la calle Allende, ahí me sorprendí con “El Padrino”, un filme a la vez sensible y violento, aunque hoy haría aburrirse al más incipiente sicario; y que decir de “El Dorado 70”, y “Las tortugas” un negocio contiguo en donde comprábamos tortas de pierna para comer mientras corrían las películas, ahí disfruté “Jesucristo Súper-Estrella”, película musical que fue tildada de irreverente, o la inolvidable “El Exorcista”, que nos dejó desconfiados de la noche, sobresaltados al menor ruido, también obras más gratas como “Vaselina” o de aventuras y misterio, “En busca del Arca perdida”. En fin. ¿Seríamos más inocentes qué los jóvenes actuales? O simplemente la diferencia es clasificada hoy como otro filme: “Tiempos Violentos”, de Tarantino, maestro en exponer la violencia humana irracional.

Por supuesto, esos tiempos no volverán, la paz provinciana es ahora sólo una nostalgia, mientras las autoridades se tornan impotentes, ineficaces y prefieren creer que “no pasa nada”, o seguir en su propia burbuja lanzando discursos demagógicos que rallan en omisión criminal. Tampoco podemos vivir en los sueños cinéfilos, la realidad nos pone en un lugar del reino del miedo, del peligro y la impunidad, no contamos con “Rambo” o “Robocop” o algún súper héroe fantástico. Además que las salas de cine ahora son prohibidas por la pandemia y otro fenómeno: la televisión por cable o satelital o internet, en tiempo real. Cuídense mucho mis estimados.

Memorias de una Afición

Es tarde para volver atrás… (Crónica de un cinéfilo trasnochado) Pasado y presente, no hay un portal que nos deje pasar del segundo al primero, a menos, claro, qué lo hagamos a través de la fantasía del cine, o de alguna novela, incluso de la propia imaginación que al final no requiere de artilugios o artefactos bajo la inventiva humana.

Viene a colación a raíz de otro artículo de un amigo y colega que se cambió a la competencia, en que comentó su joven nostalgia por la desaparición del centro comercial “Las Américas, sito al rumbo Oriente de esta ciudad, en la colonia Jardines, e hizo mención de las salas de cine de allí. Me despertó recuerdos de mis años mozos en que nuestra ciudad respiraba pos sus poros en cada habitante o visitante de la otrora “Puerta de Oro del Bajío”, la famosa paz provinciana, en que la mayoría nos conocíamos aunque fuera de vista. Y una forma de ocio solaz era ir al cine. Algunos recordarán “El Colonial” que en dos ocasiones estuvo a punto de sucumbir envuelto en lenguas flamígeras, largas e implacables consumiendo a la vez memorias de añejos espectáculos o recuerdos románticos –era costumbre ir con la novia- para ver dos películas, (imposible mencionar todas) ahí vi “La pantera rosa” y el inspector Clouseau de la policía francesa siempre en apuro por “pescar” a la pantera, un misterioso y glamoroso ladrón, sin dejar fuera las matinés de los sábados para ver películas del “santo y blue demon, contra las momias de Guanajuato”, en que reinaba más la algarabía de la muchachada; y “El Encanto” que pasaba películas italianas o francesas, consideradas para adultos (por ejemplo de Lando Buzzanca, de alta comicidad y parodia sexual al estilo de Boccaccio y su Decamerón), que hoy darían sueño a los escolapios o risa a los monaguillos; o “Las Américas” una sala grande con un largo pasillo de entrada, en la calle Allende, ahí me sorprendí con “El Padrino”, un filme a la vez sensible y violento, aunque hoy haría aburrirse al más incipiente sicario; y que decir de “El Dorado 70”, y “Las tortugas” un negocio contiguo en donde comprábamos tortas de pierna para comer mientras corrían las películas, ahí disfruté “Jesucristo Súper-Estrella”, película musical que fue tildada de irreverente, o la inolvidable “El Exorcista”, que nos dejó desconfiados de la noche, sobresaltados al menor ruido, también obras más gratas como “Vaselina” o de aventuras y misterio, “En busca del Arca perdida”. En fin. ¿Seríamos más inocentes qué los jóvenes actuales? O simplemente la diferencia es clasificada hoy como otro filme: “Tiempos Violentos”, de Tarantino, maestro en exponer la violencia humana irracional.

Por supuesto, esos tiempos no volverán, la paz provinciana es ahora sólo una nostalgia, mientras las autoridades se tornan impotentes, ineficaces y prefieren creer que “no pasa nada”, o seguir en su propia burbuja lanzando discursos demagógicos que rallan en omisión criminal. Tampoco podemos vivir en los sueños cinéfilos, la realidad nos pone en un lugar del reino del miedo, del peligro y la impunidad, no contamos con “Rambo” o “Robocop” o algún súper héroe fantástico. Además que las salas de cine ahora son prohibidas por la pandemia y otro fenómeno: la televisión por cable o satelital o internet, en tiempo real. Cuídense mucho mis estimados.

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