/ lunes 13 de septiembre de 2021

Sine qua non

El Mismo Sello

Tal parece que seguimos, no igual, sino peor. ¿Cuántas veces el actual presidente de México, en ocasión de su casi eterna campaña política, señaló a golpe de pecho, la misma cantaleta contra de la corrupción? Fue el sello de su bandera, que ahora resulta falsa. El alto porcentaje de quienes emitieron su voto en 2018, estaba en esta tesitura, es decir, creyeron en el combate frontal contra ese edema social –entre esos, su servidor-. De tal manera, AMLO logró por fin, sentarse en la Silla del Águila y, más, despachar –y vivir, claro- desde Palacio Nacional. Así haya criticado al igual que la corrupción, a los conservadores que habitaron antes dicho palacete.


El sello pues, es la demagogia, aderezada con sus nutrientes naturales: Impunidad, populismo negativo, la mentira y el crimen social –tal vez el más doloroso, incluso, que la inseguridad-, es decir, la pobreza en todas sus variantes; y una larga serie de lacras históricas, de las que el “Tlatoani” culpa a los políticos del pasado inmediato. Olvidan sus huestes, inusitadamente, que él proviene y se formó profundamente en esas corrientes políticas destructoras. Ya el PRI, el PAN o el PRD, por mencionar a los más “encumbrados”, se han quedado cortos y para colmo, dando bandazos similares a lo que haría un ciego y sordo con garrote y en cristalería.


Para qué comentar el tercer “informe”, que sustancialmente fue como el de sus antecesores, aunque hay quienes agregan, que con más desfachatez. En fin.


Por más que se quiera creer o aceptar los logros que presumió el Mandatario -que no hace lo que requieren sus Mandantes-; la realidad nos golpea de manera cotidiana y nos dice lo contrario de lo que el 1º de septiembre nos dijo el “preciso”.

No sé si es necesario explicar que un mandatario, es el ejecutor de lo que le ordena el mandante, le da facultades sí, pero nunca omnímodas, ni a ciegas y además, de cobrar honorarios –sueldo de funcionario, en este caso- aquél debe rendir cuentas, no despacharse como dueño de vidas y haciendas, es decir, sus patrimonios, sean tangibles o no. Por ejemplo, ya muy sobado: El petróleo, “haber de los mexicanos”, en razón de qué es un bien de la Nación. ¿Acaso alguno hemos recibido alguna ganancia de dicho bien nacional? Por el contrario, desde su supuesta expropiación, que fue más bien de las instalaciones extractoras y detentadoras extranjeras, el Pueblo aportó desde guajolotes, maíz, y otros bienes, hasta dinero, para que el Tata Lázaro, lograra su cometido. Y después, como hoy, tenemos que pagar una gasolina, entre las más caras del mundo, esperanzados al subsidio fiscal, cuando lo que pasa es que dicho producto transformado en combustible para motores de combustión interna, el gobierno le pone un sobre-precio, no se trata de un precio real, eso es otra gran mentira. Su costo, no llega a los 10 pesos, ya sumando todo el proceso hasta que se despacha al consumidor. ¿Qué hay que rescatar a Pemex? Es otro garlito, para seguir oficialmente disfrutando de lo que es ajeno a la propiedad oficial. Pemex, no tiene remedio, y además, Romero, el exlíder, no va a devolver lo que se haya robado, no al 100% porque para eso está la Ley Penal que lo cobija, al volverse “colaborador” o llegar a una “conciliación”, que no reparará el daño al Pueblo, si es que de verdad o sólo es una ficción constitucional, de que somos los dueños.

LA CONDICIÓN SINE QUA NON: ¿Será necesario aceptar que vivimos en la artimaña política? Claro qué sí. Sin embargo, tal admisión de la realidad, lleva a confirmar que, somos los ciudadanos lo que debemos al igual, no engañarnos a nosotros mismos. Como dice la estrategia psicológica del doble A: Reconocer, es el primer paso. Al susodicho “Mandatario”, como cualquiera otro, se le debe exigir, rinda cuentas, no en un “informe” de auto-adulación, sino de hechos reales. ¿Acaso dijo cuánto nos cuestan las mañaneras? El más cándido entiende que hay un mejor destino de esos dineros, que además, son muchos para unas horas al día. (Se dice por quien sacó la cuenta, que son en promedio 130 millones al día. Vaya, una friolera cuando se trata de la propaganda y qué bueno que ya “no es como en el pasado”, hay “austeridad” republicana). En fin, ha cuidarse, no sólo de la Pandemia, sino de los políticos venales.

El Mismo Sello

Tal parece que seguimos, no igual, sino peor. ¿Cuántas veces el actual presidente de México, en ocasión de su casi eterna campaña política, señaló a golpe de pecho, la misma cantaleta contra de la corrupción? Fue el sello de su bandera, que ahora resulta falsa. El alto porcentaje de quienes emitieron su voto en 2018, estaba en esta tesitura, es decir, creyeron en el combate frontal contra ese edema social –entre esos, su servidor-. De tal manera, AMLO logró por fin, sentarse en la Silla del Águila y, más, despachar –y vivir, claro- desde Palacio Nacional. Así haya criticado al igual que la corrupción, a los conservadores que habitaron antes dicho palacete.


El sello pues, es la demagogia, aderezada con sus nutrientes naturales: Impunidad, populismo negativo, la mentira y el crimen social –tal vez el más doloroso, incluso, que la inseguridad-, es decir, la pobreza en todas sus variantes; y una larga serie de lacras históricas, de las que el “Tlatoani” culpa a los políticos del pasado inmediato. Olvidan sus huestes, inusitadamente, que él proviene y se formó profundamente en esas corrientes políticas destructoras. Ya el PRI, el PAN o el PRD, por mencionar a los más “encumbrados”, se han quedado cortos y para colmo, dando bandazos similares a lo que haría un ciego y sordo con garrote y en cristalería.


Para qué comentar el tercer “informe”, que sustancialmente fue como el de sus antecesores, aunque hay quienes agregan, que con más desfachatez. En fin.


Por más que se quiera creer o aceptar los logros que presumió el Mandatario -que no hace lo que requieren sus Mandantes-; la realidad nos golpea de manera cotidiana y nos dice lo contrario de lo que el 1º de septiembre nos dijo el “preciso”.

No sé si es necesario explicar que un mandatario, es el ejecutor de lo que le ordena el mandante, le da facultades sí, pero nunca omnímodas, ni a ciegas y además, de cobrar honorarios –sueldo de funcionario, en este caso- aquél debe rendir cuentas, no despacharse como dueño de vidas y haciendas, es decir, sus patrimonios, sean tangibles o no. Por ejemplo, ya muy sobado: El petróleo, “haber de los mexicanos”, en razón de qué es un bien de la Nación. ¿Acaso alguno hemos recibido alguna ganancia de dicho bien nacional? Por el contrario, desde su supuesta expropiación, que fue más bien de las instalaciones extractoras y detentadoras extranjeras, el Pueblo aportó desde guajolotes, maíz, y otros bienes, hasta dinero, para que el Tata Lázaro, lograra su cometido. Y después, como hoy, tenemos que pagar una gasolina, entre las más caras del mundo, esperanzados al subsidio fiscal, cuando lo que pasa es que dicho producto transformado en combustible para motores de combustión interna, el gobierno le pone un sobre-precio, no se trata de un precio real, eso es otra gran mentira. Su costo, no llega a los 10 pesos, ya sumando todo el proceso hasta que se despacha al consumidor. ¿Qué hay que rescatar a Pemex? Es otro garlito, para seguir oficialmente disfrutando de lo que es ajeno a la propiedad oficial. Pemex, no tiene remedio, y además, Romero, el exlíder, no va a devolver lo que se haya robado, no al 100% porque para eso está la Ley Penal que lo cobija, al volverse “colaborador” o llegar a una “conciliación”, que no reparará el daño al Pueblo, si es que de verdad o sólo es una ficción constitucional, de que somos los dueños.

LA CONDICIÓN SINE QUA NON: ¿Será necesario aceptar que vivimos en la artimaña política? Claro qué sí. Sin embargo, tal admisión de la realidad, lleva a confirmar que, somos los ciudadanos lo que debemos al igual, no engañarnos a nosotros mismos. Como dice la estrategia psicológica del doble A: Reconocer, es el primer paso. Al susodicho “Mandatario”, como cualquiera otro, se le debe exigir, rinda cuentas, no en un “informe” de auto-adulación, sino de hechos reales. ¿Acaso dijo cuánto nos cuestan las mañaneras? El más cándido entiende que hay un mejor destino de esos dineros, que además, son muchos para unas horas al día. (Se dice por quien sacó la cuenta, que son en promedio 130 millones al día. Vaya, una friolera cuando se trata de la propaganda y qué bueno que ya “no es como en el pasado”, hay “austeridad” republicana). En fin, ha cuidarse, no sólo de la Pandemia, sino de los políticos venales.

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