/ lunes 10 de enero de 2022

Sine Qua Non

Urge abatir la inseguridad

El tema de la inseguridad parece ser eludido en forma consciente por el periodismo serio, fuera de la mera nota negra o amarillista. Algunas veces la razón es por la propia seguridad del periodista, pues no es extraño que las “fuerzas oscuras” siempre ocultas para el ciudadano de a pie, se vuelquen “ofendidas” y lleguen hasta el homicidio, por lo general, impune como ya se ha visto en la vida real.

Por parte de quienes material y legalmente al tener el poder de coacción deben combatir la inseguridad pública, son rebasados o son absorbidos por la corrupción cuyas consecuencias son funestas incluso para quienes representan dicho poder público.

¿Entonces, con ésa óptica fatalista, no hay remedio? Pues por un lado los integrantes de la sociedad civil estamos indefensos y a merced de la delincuencia, ésta se vale de la impunidad, de la complicidad, de la oscuridad, de la corrupción y del terror; y la “autoridad” se va tornando incompetente, ejerce políticas fallidas, ingobernabilidad, tiene en gran parte miedo o complicidad. Estamos inmersos en un círculo pernicioso.

La gente que formamos la llamada “sociedad civil”, debemos tomar medidas preventivas para empezar. Las marchas, casi no sirven más que para señalar a la autoridad en turno, la molestia ciudadana pero no producen ningún efecto mientras el representante material de dicha autoridad, no salga de su zona de confort. Ahí, es donde “apretar”. La delincuencia será fuerte mientras esté apoyada por las autoridades venales.

Ya sabemos que todo, absolutamente todo tratándose de implementación de políticas públicas, a los ojos de “nuestros representantes populares”, ha representado oportunidad de hacerse de recursos económicos para sí mismos o sus familias o compadres; ha sido una perniciosa costumbre, que hoy, da visos de erradicación en Celaya. Pero, igualmente depende de nosotros como “gobernados” hacer algo al respecto: 1.- Ponernos en situación de riesgo mínimo al salir de nuestras casas; 2.- No dejar solas nuestras viviendas y si no es posible, encargarlas a nuestros vecinos. Este punto es muy importante, pues hoy casi no sabemos quiénes viven y a qué se dedican nuestros vecinos y hay que apostar a una mejor convivencia y autoprotección vecinal. Imponer botones de “pánico” o de alarma vecinal. Tener al guardián clásico, un buen y bien tratado can, de ser posible entrenado para la defensa del hogar; 3.- No andar o salir solos a la calle, a los bancos particularmente; 4.- Dentro de lo posible traer consigo algún material defensivo como alarmas sonoras, gases lacrimógenos, aparatos de descargas eléctricas, etc., esto debe ponderarse para qué no se vuelva contra uno mismo; 5.- Sé que éste punto es muy difícil de aceptar, pero debemos apoyar al conciudadano en desventaja o desgracia, porque no podemos negar que siempre alguien ve al ladrón, al asaltante, al delincuente en el momento de flagrancia. Incluso, la Carta Magna nos faculta para hacer arrestos ciudadanos en el momento mismo de la comisión de un delito, no a qué hagamos justicia por propia mano como ha sido el resultado del hartazgo en casos en que linchan o asesinan al delincuente; 6.- MUY IMPORTANTE ES PRESIONAR A LA AUTORIDAD, por cualquier medio legal y sin violencia. Con un propósito más permanente y de objetivos muy claros en forma ordenada; hay que organizarse de verdad en colonias, barrios y comunidades, no sólo con fines “políticos y bajo tutela del partido en el poder”, sino con fines sociales y de defensa de nuestras familias, propiedades y posesiones o derechos.

LA CONDICIÓN SINE QUA NON: Cuando de verdad nos organicemos la sociedad civil y entendamos que ésa es la manera de obtener logros, dejando fuera intereses aviesos o políticos mal llevados, la autoridad y la delincuencia, cada una en su ámbito de poder, se verán mermadas las actividades políticas sin dirección y el ejercicio delincuencial. No se trata de crucificar a nadie, sólo de poner las cosas en balance y en orden. Sabemos que el combate a la delincuencia y sus latrocinios no desaparecerán, pero si disminuirán sustancialmente, pues autoridad y delincuentes, en sus poderes paralelos, recularán. Ahora a tal reacción le llaman coloquialmente, “efecto cucaracha”.

Cierto es que nadie está exento de sufrir menoscabos, pero no debe convertirse en simulación o pretexto burdo para justificar la ingobernabilidad, la impunidad, la falta de eficacia y las políticas fallidas. Tienen ustedes, mis estimados lectores, la última opinión. Cuídense mucho.

Urge abatir la inseguridad

El tema de la inseguridad parece ser eludido en forma consciente por el periodismo serio, fuera de la mera nota negra o amarillista. Algunas veces la razón es por la propia seguridad del periodista, pues no es extraño que las “fuerzas oscuras” siempre ocultas para el ciudadano de a pie, se vuelquen “ofendidas” y lleguen hasta el homicidio, por lo general, impune como ya se ha visto en la vida real.

Por parte de quienes material y legalmente al tener el poder de coacción deben combatir la inseguridad pública, son rebasados o son absorbidos por la corrupción cuyas consecuencias son funestas incluso para quienes representan dicho poder público.

¿Entonces, con ésa óptica fatalista, no hay remedio? Pues por un lado los integrantes de la sociedad civil estamos indefensos y a merced de la delincuencia, ésta se vale de la impunidad, de la complicidad, de la oscuridad, de la corrupción y del terror; y la “autoridad” se va tornando incompetente, ejerce políticas fallidas, ingobernabilidad, tiene en gran parte miedo o complicidad. Estamos inmersos en un círculo pernicioso.

La gente que formamos la llamada “sociedad civil”, debemos tomar medidas preventivas para empezar. Las marchas, casi no sirven más que para señalar a la autoridad en turno, la molestia ciudadana pero no producen ningún efecto mientras el representante material de dicha autoridad, no salga de su zona de confort. Ahí, es donde “apretar”. La delincuencia será fuerte mientras esté apoyada por las autoridades venales.

Ya sabemos que todo, absolutamente todo tratándose de implementación de políticas públicas, a los ojos de “nuestros representantes populares”, ha representado oportunidad de hacerse de recursos económicos para sí mismos o sus familias o compadres; ha sido una perniciosa costumbre, que hoy, da visos de erradicación en Celaya. Pero, igualmente depende de nosotros como “gobernados” hacer algo al respecto: 1.- Ponernos en situación de riesgo mínimo al salir de nuestras casas; 2.- No dejar solas nuestras viviendas y si no es posible, encargarlas a nuestros vecinos. Este punto es muy importante, pues hoy casi no sabemos quiénes viven y a qué se dedican nuestros vecinos y hay que apostar a una mejor convivencia y autoprotección vecinal. Imponer botones de “pánico” o de alarma vecinal. Tener al guardián clásico, un buen y bien tratado can, de ser posible entrenado para la defensa del hogar; 3.- No andar o salir solos a la calle, a los bancos particularmente; 4.- Dentro de lo posible traer consigo algún material defensivo como alarmas sonoras, gases lacrimógenos, aparatos de descargas eléctricas, etc., esto debe ponderarse para qué no se vuelva contra uno mismo; 5.- Sé que éste punto es muy difícil de aceptar, pero debemos apoyar al conciudadano en desventaja o desgracia, porque no podemos negar que siempre alguien ve al ladrón, al asaltante, al delincuente en el momento de flagrancia. Incluso, la Carta Magna nos faculta para hacer arrestos ciudadanos en el momento mismo de la comisión de un delito, no a qué hagamos justicia por propia mano como ha sido el resultado del hartazgo en casos en que linchan o asesinan al delincuente; 6.- MUY IMPORTANTE ES PRESIONAR A LA AUTORIDAD, por cualquier medio legal y sin violencia. Con un propósito más permanente y de objetivos muy claros en forma ordenada; hay que organizarse de verdad en colonias, barrios y comunidades, no sólo con fines “políticos y bajo tutela del partido en el poder”, sino con fines sociales y de defensa de nuestras familias, propiedades y posesiones o derechos.

LA CONDICIÓN SINE QUA NON: Cuando de verdad nos organicemos la sociedad civil y entendamos que ésa es la manera de obtener logros, dejando fuera intereses aviesos o políticos mal llevados, la autoridad y la delincuencia, cada una en su ámbito de poder, se verán mermadas las actividades políticas sin dirección y el ejercicio delincuencial. No se trata de crucificar a nadie, sólo de poner las cosas en balance y en orden. Sabemos que el combate a la delincuencia y sus latrocinios no desaparecerán, pero si disminuirán sustancialmente, pues autoridad y delincuentes, en sus poderes paralelos, recularán. Ahora a tal reacción le llaman coloquialmente, “efecto cucaracha”.

Cierto es que nadie está exento de sufrir menoscabos, pero no debe convertirse en simulación o pretexto burdo para justificar la ingobernabilidad, la impunidad, la falta de eficacia y las políticas fallidas. Tienen ustedes, mis estimados lectores, la última opinión. Cuídense mucho.

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