/ lunes 29 de marzo de 2021

Tercera Oleada

El COVID no termina en el mundo. Con preocupación miramos que Europa entra en su tercera etapa de confinamiento, aún con un porcentaje de vacunación más alto que el de México. Eso enciende las alarmas de los más entendidos en la especialidad de la epidemiología.

Se avecina ya la Semana Santa con la relajación de todas las medidas de seguridad, privilegiando lo económico sobre la salud. Y en efecto, la economía no resiste más, o se muere de COVID o se muere de hambre, y no creo que esta situación sea solamente nacional, sin embargo, las nuevas cepas de la enfermedad más agresivas, resistentes a algunas vacunas y más contagiosas también, tienen ya de rodillas a países como Brasil, Reino Unido, Italia y Alemania.

México debe aprender del desastre que vivió en diciembre y enero, cuando ni siquiera un tanque de oxígeno se podía conseguir, mucho menos una cama de hospital con ventilador mecánico. No olvidemos esa triste historia porque nos condenaremos a repetirla.

Los adultos mayores más afortunados, apenas tienen su primera dosis de inmunización, lo que les hace sentir una falsa seguridad. Únicamente con las 2 dosis se alcanza una inmunidad que ronda el 90%.

Por eso, como profesionista de la salud les hago dos recomendaciones: vacúnense en cuanto sea posible, muchos no lograron tener ese privilegio por días o semanas de diferencia y murieron en espera de la vacuna.

La segunda es que, a menos que ya tengan sus dos dosis, se aíslen durante los días santos, porque no saben del dolor y la culpa que quedan después de la muerte de un ser querido por COVID, enfermedad que no acostumbra a llamar a sus víctimas a modo: las amputa de un tajo para que las ausencias duelan como fracturas, como costillas desgarradas con sus puntas hacia el corazón.

Una pena tan cotidiana, pero tan honda, con su cara fosca asomada en cada casa del mundo y pronto, otra vez, mirando dentro de los hogares mexicanos si no cumplimos con las medidas sanitarias pertinentes. Por eso, no nos acostumbremos a la tragedia ni hagamos retroceder nuevamente los semáforos a rojo quedándonos en casa, para que estas no vuelvan a quedarse a oscuras.

El COVID no termina en el mundo. Con preocupación miramos que Europa entra en su tercera etapa de confinamiento, aún con un porcentaje de vacunación más alto que el de México. Eso enciende las alarmas de los más entendidos en la especialidad de la epidemiología.

Se avecina ya la Semana Santa con la relajación de todas las medidas de seguridad, privilegiando lo económico sobre la salud. Y en efecto, la economía no resiste más, o se muere de COVID o se muere de hambre, y no creo que esta situación sea solamente nacional, sin embargo, las nuevas cepas de la enfermedad más agresivas, resistentes a algunas vacunas y más contagiosas también, tienen ya de rodillas a países como Brasil, Reino Unido, Italia y Alemania.

México debe aprender del desastre que vivió en diciembre y enero, cuando ni siquiera un tanque de oxígeno se podía conseguir, mucho menos una cama de hospital con ventilador mecánico. No olvidemos esa triste historia porque nos condenaremos a repetirla.

Los adultos mayores más afortunados, apenas tienen su primera dosis de inmunización, lo que les hace sentir una falsa seguridad. Únicamente con las 2 dosis se alcanza una inmunidad que ronda el 90%.

Por eso, como profesionista de la salud les hago dos recomendaciones: vacúnense en cuanto sea posible, muchos no lograron tener ese privilegio por días o semanas de diferencia y murieron en espera de la vacuna.

La segunda es que, a menos que ya tengan sus dos dosis, se aíslen durante los días santos, porque no saben del dolor y la culpa que quedan después de la muerte de un ser querido por COVID, enfermedad que no acostumbra a llamar a sus víctimas a modo: las amputa de un tajo para que las ausencias duelan como fracturas, como costillas desgarradas con sus puntas hacia el corazón.

Una pena tan cotidiana, pero tan honda, con su cara fosca asomada en cada casa del mundo y pronto, otra vez, mirando dentro de los hogares mexicanos si no cumplimos con las medidas sanitarias pertinentes. Por eso, no nos acostumbremos a la tragedia ni hagamos retroceder nuevamente los semáforos a rojo quedándonos en casa, para que estas no vuelvan a quedarse a oscuras.

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