/ martes 3 de agosto de 2021

Tokio 2020

Estamos ya en la segunda mitad de la justa olímpica correspondiente al año 2020 a celebrarse en Tokio, Japón, la cual, por razones del dominio público atribuibles a la pandemia generada por el coronavirus SARS-CoV-2, tuvo que posponerse un año; así, son los juegos olímpicos Tokio, Japón, 2020 + 1; unos juegos, en mi opinión, desangelados o al menos no tan publicitados y vistos como en otras ocasiones, probablemente por la pospuesta de la fecha original, por el horario de las competencias, porque éstas se realizan en privado y por la pandemia antes referida.

Dos acontecimientos son de mi interés destacar. En primer lugar, mi felicitación y reconocimiento a todas las personas que compitieron en representación de nuestro país, especialmente a quienes, con independencia de que hayan ganado algún metal, hicieron el esfuerzo extraordinario para estar entre los mejores del mundo, especialmente a la gacela de La Sauceda guanajuatense, Laura Galván, quien estableció un nuevo récord mexicano en los cinco mil metros, con una marca de quince minutos y dieciséis centésimas.

Enseguida, quiero mencionar el indignante hecho denunciado por una fémina pugilista nacional: uniformes del selectivo mexicano de softball, en el depósito de la basura de la villa olímpica, aclarando que no todas las integrantes del equipo realizaron tal pifia (argumentando exceso de peso en el equipaje). Cierto, difícilmente se actualizarán los elementos para configurar un delito, pero no menos cierto es que, la protesta contra el hecho no puede entrar en la categoría de «patrioterismo barato» (Luis García dixit).

José Ramón Cossío Díaz ha mencionado en su libro Voto en contra (DEBATE, 2019) que «… el Estado no puede obligar a la población a tener una opinión uniforme acerca de ese símbolo [la bandera nacional], bajo amenaza de aplicar multas o castigar con cárcel, pues eso atenta contra un principio de la democracia y el derecho fundamental universalmente protegido a la libertad de expresión (p. 90)… El escudo y el pabellón nacionales son, ciertamente, objetos dotados de un alto contenido simbólico para un número importante de mexicanos. Pero ello no significa que absolutamente todos y cada uno de los mexicanos deban, bajo amenaza de sanción penal, conferirle un valor simbólico idéntico, o invariablemente positivo (p. 99)…es preciso subrayar que la Constitución Federal no incluye a la bandera y el escudo nacionales entre los bienes constitucionalmente valorados y protegidos. La Constitución menciona en algunos puntos a los símbolos patrios, pero ello no permite considerarlos “bienes constitucionalmente protegidos”, situados a un nivel comparable al de los derechos fundamentales individuales (p. 103).

Tirar a la basura el uniforme que representa el deporte de un país, me parece una falta de respeto, más aún, ante la carencia de muchos deportistas debido a la insuficiencia de recursos públicos. Habrá que ver si tal conducta constituye alguna falta sancionable en términos jurídicos; por lo pronto, ante una buena parte de los aficionados, quienes desecharon el uniforme carecen de autoridad moral para representar a nuestro país en cualquier instancia, aún siendo las mejores competidoras en su disciplina.

Así, no cabe duda de que resulta insuficiente ser el mejor técnicamente en alguna disciplina, pues se hace necesario contar con otros atributos, como el respeto, la educación y el agradecimiento, virtudes que no necesariamente se adquieren de los libros.

germanrodriguez32@hotmail.com

Estamos ya en la segunda mitad de la justa olímpica correspondiente al año 2020 a celebrarse en Tokio, Japón, la cual, por razones del dominio público atribuibles a la pandemia generada por el coronavirus SARS-CoV-2, tuvo que posponerse un año; así, son los juegos olímpicos Tokio, Japón, 2020 + 1; unos juegos, en mi opinión, desangelados o al menos no tan publicitados y vistos como en otras ocasiones, probablemente por la pospuesta de la fecha original, por el horario de las competencias, porque éstas se realizan en privado y por la pandemia antes referida.

Dos acontecimientos son de mi interés destacar. En primer lugar, mi felicitación y reconocimiento a todas las personas que compitieron en representación de nuestro país, especialmente a quienes, con independencia de que hayan ganado algún metal, hicieron el esfuerzo extraordinario para estar entre los mejores del mundo, especialmente a la gacela de La Sauceda guanajuatense, Laura Galván, quien estableció un nuevo récord mexicano en los cinco mil metros, con una marca de quince minutos y dieciséis centésimas.

Enseguida, quiero mencionar el indignante hecho denunciado por una fémina pugilista nacional: uniformes del selectivo mexicano de softball, en el depósito de la basura de la villa olímpica, aclarando que no todas las integrantes del equipo realizaron tal pifia (argumentando exceso de peso en el equipaje). Cierto, difícilmente se actualizarán los elementos para configurar un delito, pero no menos cierto es que, la protesta contra el hecho no puede entrar en la categoría de «patrioterismo barato» (Luis García dixit).

José Ramón Cossío Díaz ha mencionado en su libro Voto en contra (DEBATE, 2019) que «… el Estado no puede obligar a la población a tener una opinión uniforme acerca de ese símbolo [la bandera nacional], bajo amenaza de aplicar multas o castigar con cárcel, pues eso atenta contra un principio de la democracia y el derecho fundamental universalmente protegido a la libertad de expresión (p. 90)… El escudo y el pabellón nacionales son, ciertamente, objetos dotados de un alto contenido simbólico para un número importante de mexicanos. Pero ello no significa que absolutamente todos y cada uno de los mexicanos deban, bajo amenaza de sanción penal, conferirle un valor simbólico idéntico, o invariablemente positivo (p. 99)…es preciso subrayar que la Constitución Federal no incluye a la bandera y el escudo nacionales entre los bienes constitucionalmente valorados y protegidos. La Constitución menciona en algunos puntos a los símbolos patrios, pero ello no permite considerarlos “bienes constitucionalmente protegidos”, situados a un nivel comparable al de los derechos fundamentales individuales (p. 103).

Tirar a la basura el uniforme que representa el deporte de un país, me parece una falta de respeto, más aún, ante la carencia de muchos deportistas debido a la insuficiencia de recursos públicos. Habrá que ver si tal conducta constituye alguna falta sancionable en términos jurídicos; por lo pronto, ante una buena parte de los aficionados, quienes desecharon el uniforme carecen de autoridad moral para representar a nuestro país en cualquier instancia, aún siendo las mejores competidoras en su disciplina.

Así, no cabe duda de que resulta insuficiente ser el mejor técnicamente en alguna disciplina, pues se hace necesario contar con otros atributos, como el respeto, la educación y el agradecimiento, virtudes que no necesariamente se adquieren de los libros.

germanrodriguez32@hotmail.com