/ domingo 17 de octubre de 2021

Transgénicos

“El mago hizo un gesto y desapareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro gesto y se acabó la guerra. El político hizo un gesto y desapareció el mago.” Woody Allen.

Un informe de las Naciones Unidas de julio pasado emanado de la FAO (Food and Agriculture Organizatio) señala que el hambre mundial empeoró en forma espectacular en el año 2020 como repercusión de la enfermedad Coronavirus. Hace un año la FAO declaró que el hambre causaría más muertes que la enfermedad viral.

Desde que tenemos conocimiento, siempre ha habido países ricos y pobres, unos con mejor salud que otros víctimas de enfermedades que van de la mano con la pobreza. Un hecho esperanzador es la observancia desde hace alrededor de sesenta años de la reducción de la brecha entre unos y otros. Un buen indicador es la esperanza de vida, que gracias a la medicina preventiva, facilidades de agua para uso humano, mejores servicios urbanos y rurales en países pobres, ha elevado el promedio de años vividos.

En un panorama general señalado por la ONU, la FAO, el Vaticano y otros organismos, es impropio e inconcebible que mientras países como el nuestro que ocupa el segundo lugar mundial en obesidad debido al consumo productos “chatarra”, exceso de grasas y demasía de azúcares, otros muestran imágenes de niños y adultos en estado de nutrición lastimera.

Sin duda la pandemia de la Covid-19 ha interactuado con todas las actividades de la vida. Entre ellas es la producción de alimentos y hacerlos llegar a los países que sufren hambre y desnutrición y que el productor nativo obtenga más y mejores cosechas de calidad.

La llamada Revolución verde ocurrida entre 1940 y 1970 debida a la iniciativa del agrónomo, estadounidense Norman E. Borlaug, padre de la agricultura moderna, logró producir más y mejor cosecha. Básicamente sus experimentos fueron realizados en el estado de Sinaloa y en sus frecuentes visitas a nuestra ciudad al entonces Instituto de Investigaciones Agrícolas del Bajío patrocinado por la Fundación Rockefeller situado en Roque. Si bien al inicio de sus experimentos el Dr. Borlaug no conocía la estructura de doble hélice del ADN descubierta en 1953, él ya tenía discernimiento de la importancia de la genética en la práctica agrícola.

El juego genético del Premio Nobel de la Paz 1970 fue bajo el sol, la intemperie, en el surco y la tierra donde crecen las plantas, hoy la manipulación genética se realiza en el laboratorio y en el campo donde se producen semillas en menor tiempo, con mayor resistencia a la sequía, a las plagas y mejor calidad nutritiva.

Hasta aquí todo suena grandioso, no obstante, los peros aparecen aquí y allá sobre el daño que “pudiera” causar el consumo humano. Es el dilema, alimentar más gente, más barato, más nutritivo con transgénicos y riesgo no probado a la salud o impedir mejorar la nutrición de países subdesarrollados.

El día 13 del presente mes la SCJN negó por unanimidad y sin discusión el amparo a cuatro empresas para sembrar maíz transgénico con fines comerciales. Sospecho que no se discutió porque hubo “línea” para dictaminar de esa manera. Y teniendo en cuenta que se importa otro tanto del maíz del que se produce aquí, ¿prohibirán lo mismo a los países de donde obtenemos maíz?

P. S. El próximo sábado 23 no olvide a quien ha cuidado su salud y a la de su familia, es Día del Médico.

“El mago hizo un gesto y desapareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro gesto y se acabó la guerra. El político hizo un gesto y desapareció el mago.” Woody Allen.

Un informe de las Naciones Unidas de julio pasado emanado de la FAO (Food and Agriculture Organizatio) señala que el hambre mundial empeoró en forma espectacular en el año 2020 como repercusión de la enfermedad Coronavirus. Hace un año la FAO declaró que el hambre causaría más muertes que la enfermedad viral.

Desde que tenemos conocimiento, siempre ha habido países ricos y pobres, unos con mejor salud que otros víctimas de enfermedades que van de la mano con la pobreza. Un hecho esperanzador es la observancia desde hace alrededor de sesenta años de la reducción de la brecha entre unos y otros. Un buen indicador es la esperanza de vida, que gracias a la medicina preventiva, facilidades de agua para uso humano, mejores servicios urbanos y rurales en países pobres, ha elevado el promedio de años vividos.

En un panorama general señalado por la ONU, la FAO, el Vaticano y otros organismos, es impropio e inconcebible que mientras países como el nuestro que ocupa el segundo lugar mundial en obesidad debido al consumo productos “chatarra”, exceso de grasas y demasía de azúcares, otros muestran imágenes de niños y adultos en estado de nutrición lastimera.

Sin duda la pandemia de la Covid-19 ha interactuado con todas las actividades de la vida. Entre ellas es la producción de alimentos y hacerlos llegar a los países que sufren hambre y desnutrición y que el productor nativo obtenga más y mejores cosechas de calidad.

La llamada Revolución verde ocurrida entre 1940 y 1970 debida a la iniciativa del agrónomo, estadounidense Norman E. Borlaug, padre de la agricultura moderna, logró producir más y mejor cosecha. Básicamente sus experimentos fueron realizados en el estado de Sinaloa y en sus frecuentes visitas a nuestra ciudad al entonces Instituto de Investigaciones Agrícolas del Bajío patrocinado por la Fundación Rockefeller situado en Roque. Si bien al inicio de sus experimentos el Dr. Borlaug no conocía la estructura de doble hélice del ADN descubierta en 1953, él ya tenía discernimiento de la importancia de la genética en la práctica agrícola.

El juego genético del Premio Nobel de la Paz 1970 fue bajo el sol, la intemperie, en el surco y la tierra donde crecen las plantas, hoy la manipulación genética se realiza en el laboratorio y en el campo donde se producen semillas en menor tiempo, con mayor resistencia a la sequía, a las plagas y mejor calidad nutritiva.

Hasta aquí todo suena grandioso, no obstante, los peros aparecen aquí y allá sobre el daño que “pudiera” causar el consumo humano. Es el dilema, alimentar más gente, más barato, más nutritivo con transgénicos y riesgo no probado a la salud o impedir mejorar la nutrición de países subdesarrollados.

El día 13 del presente mes la SCJN negó por unanimidad y sin discusión el amparo a cuatro empresas para sembrar maíz transgénico con fines comerciales. Sospecho que no se discutió porque hubo “línea” para dictaminar de esa manera. Y teniendo en cuenta que se importa otro tanto del maíz del que se produce aquí, ¿prohibirán lo mismo a los países de donde obtenemos maíz?

P. S. El próximo sábado 23 no olvide a quien ha cuidado su salud y a la de su familia, es Día del Médico.