/ martes 10 de noviembre de 2020

Trump y la Libertad Editorial

En el contexto del proceso electoral federal norteamericano, cuyo interés, en buena medida, se focaliza en la presidencia, excluyendo a la membresía congresual (cámaras de Representantes y de Senadores), el presidente, portando la casaca de candidato para repetir en el cargo conferido por cuatro años, pues en Estados Unidos es posible, dirigió un mensaje nocturno, en vivo, el cual, bajo el argumento de que estaba diciendo mentiras, fue cortado -o dejado de transmitir- por varias televisoras, hecho que invita a la reflexión en torno al poder editorial de los medios de comunicación electrónicos y al derecho humano de recibir información.

Ciertamente, las personas tenemos el derecho humano, de: (i) acceder a información, plural y oportuna y de (ii) buscar, recibir, información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión. En México, estos derechos se encuentran garantizados por la Constitución (artículo 6, párrafo segundo). Por supuesto, lo ideal sería que la información divulgada, a la que el ciudadano común tenga acceso, sea también veraz; sin embargo, la veracidad (cualidad de Verdad) admite matices, dependiendo de la manera en que abordemos un objeto de estudio. Por tanto, sería deseable que sea el ciudadano fuera quien calificara la información recibida por los medios de comunicación, consumiéndola y aprovechándole en caso de que le sea útil para tomar decisiones y ejercer sus derechos ciudadanos.

Cabe señalar que los medios informativos, salvo los públicos, es decir, los que son del Estado, son empresas con finalidad de lucro, por lo que es razonable pensar que tienen intereses, agendas y temas que no necesariamente son coincidentes con los que tiene el gobierno en turno; es por esa razón que tienen su línea editorial. Sin embargo, siempre cabe la pregunta: ¿en aras de una línea editorial se justifica que corten la transmisión en vivo del presidente de un país?

En México, el espectro radioeléctrico (necesario para transmitir radio y televisión) es propiedad de la Nación, el cual se concesiona a particulares, es decir, se les otorga una autorización para que los utilicen, los exploten, a cambio de una contraprestación, generalmente en dinero (se paga un derecho), pero también puede ser en especie (con transmisiones oficiales, por ejemplo).

En ese orden de ideas, cabe reflexionar en torno a las siguientes cuestiones: si el espacio que utilizan los medios electrónicos de comunicación, es de la Nación; si la calidad de ciudadano implica mayoría de edad y criterio discernir entre la verdad y la mentira, ¿es válido que los medios electrónicos de comunicación se arroguen la atribución de decidir qué es conveniente que la ciudadanía vea y escuche? ¿Será adecuado activar la función del ombudsperson para que haga recomendaciones, vinculantes o no, en torno a los contenidos?

Considero que lo deseable es que sigamos construyendo ciudadanía y continuemos con su fortalecimiento, a efecto de elevar el grado de exigencia en torno a lo público y no solamente a lo que atañe a lo gubernamental; que sea el ciudadano y no el medio, quien decide si el mensaje transmitido es veraz; la línea editorial sería consecuencia del mensaje y esa sí corresponde a los medios electrónicos de comunicación.

El proceso electoral norteamericano sigue su curso, pero algunos ya dieron por ganador al candidato Biden. Veremos si es así. Al tiempo.

germanrodriguez32@hotmail.com

En el contexto del proceso electoral federal norteamericano, cuyo interés, en buena medida, se focaliza en la presidencia, excluyendo a la membresía congresual (cámaras de Representantes y de Senadores), el presidente, portando la casaca de candidato para repetir en el cargo conferido por cuatro años, pues en Estados Unidos es posible, dirigió un mensaje nocturno, en vivo, el cual, bajo el argumento de que estaba diciendo mentiras, fue cortado -o dejado de transmitir- por varias televisoras, hecho que invita a la reflexión en torno al poder editorial de los medios de comunicación electrónicos y al derecho humano de recibir información.

Ciertamente, las personas tenemos el derecho humano, de: (i) acceder a información, plural y oportuna y de (ii) buscar, recibir, información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión. En México, estos derechos se encuentran garantizados por la Constitución (artículo 6, párrafo segundo). Por supuesto, lo ideal sería que la información divulgada, a la que el ciudadano común tenga acceso, sea también veraz; sin embargo, la veracidad (cualidad de Verdad) admite matices, dependiendo de la manera en que abordemos un objeto de estudio. Por tanto, sería deseable que sea el ciudadano fuera quien calificara la información recibida por los medios de comunicación, consumiéndola y aprovechándole en caso de que le sea útil para tomar decisiones y ejercer sus derechos ciudadanos.

Cabe señalar que los medios informativos, salvo los públicos, es decir, los que son del Estado, son empresas con finalidad de lucro, por lo que es razonable pensar que tienen intereses, agendas y temas que no necesariamente son coincidentes con los que tiene el gobierno en turno; es por esa razón que tienen su línea editorial. Sin embargo, siempre cabe la pregunta: ¿en aras de una línea editorial se justifica que corten la transmisión en vivo del presidente de un país?

En México, el espectro radioeléctrico (necesario para transmitir radio y televisión) es propiedad de la Nación, el cual se concesiona a particulares, es decir, se les otorga una autorización para que los utilicen, los exploten, a cambio de una contraprestación, generalmente en dinero (se paga un derecho), pero también puede ser en especie (con transmisiones oficiales, por ejemplo).

En ese orden de ideas, cabe reflexionar en torno a las siguientes cuestiones: si el espacio que utilizan los medios electrónicos de comunicación, es de la Nación; si la calidad de ciudadano implica mayoría de edad y criterio discernir entre la verdad y la mentira, ¿es válido que los medios electrónicos de comunicación se arroguen la atribución de decidir qué es conveniente que la ciudadanía vea y escuche? ¿Será adecuado activar la función del ombudsperson para que haga recomendaciones, vinculantes o no, en torno a los contenidos?

Considero que lo deseable es que sigamos construyendo ciudadanía y continuemos con su fortalecimiento, a efecto de elevar el grado de exigencia en torno a lo público y no solamente a lo que atañe a lo gubernamental; que sea el ciudadano y no el medio, quien decide si el mensaje transmitido es veraz; la línea editorial sería consecuencia del mensaje y esa sí corresponde a los medios electrónicos de comunicación.

El proceso electoral norteamericano sigue su curso, pero algunos ya dieron por ganador al candidato Biden. Veremos si es así. Al tiempo.

germanrodriguez32@hotmail.com