/ lunes 11 de julio de 2022

Una Cuba Libre…

Con el semblante de la pobreza en su mirada, con los gritos apagados, con la impotencia de la lucha, con suspiros desgarradores del alma que preguntan el porqué de su estatus, el de sus sandalias, de la ropa de mil usos, con el reflejo en sus ojos de los tendederos callejeros de ropa lavada a mano percudida por el poco jabón, viviendas que se derrumban y se abren a las inclemencias y que esperan las reparaciones olvidadas por la burocracia cubana que llena de promesas las orejas y nunca satisface el resultado que queda en planteamiento social escrito pero incumplido; con las manos rasposas por las paredes sin mantenimiento y con el tiempo marcado en muros que reflejan la falta de materiales, viviendas amotinadas de cuerpos sudorosos faltos de aire renovado, camisetas sin manga para evaporar el sudor que el cuerpo les envía a diario como reclamo de esa falta de inversión extranjera que les lleve los adelantos técnicos del aire acondicionado que solamente turistas y gobierno disfrutan. Con la sonrisa de no saber otra vida durante otros cincuenta años, con los juegos infantiles inventados con cacharros, con niños que nunca han tecleado los bienestares del mundo actual, el retroceso les fue marcado año tras año desde sus abuelos y viejos padres que anhelaban una vida diferente, promesa de los rifles de las boinas guerrilleras que acabaron con los lujosos y beneficios extranjeros y que ante la desbandada de errores económicos miles salieron a Miami, remando, nadando con los labios secos y con amigos tragados por tiburones con golpe de calor en la frente miles de caras llegaron pidiendo refugio para trabajar en democracia para devengar billete verde y no peso desvalido cubano que no da para comer bien, para vivir el trabajo y el descanso; pero los que no salieron y ahora que sacaron las fuerzas del grito de ¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD!, fueron apaleados sojuzgados y muertas sus ideas libertarias que les ahoga a diario en las pocas mercancías que tienen en los estantes del racionamiento marcado por la dictadura y sujeto a si alcanza. Esos aguerridos cubanos que no saben salir sino muertos de la isla. Los tienen más sojuzgados y con la soga al cuello para que no vuelvan a correr por las calles calientes pronunciarlo esas palabras que les salen de la información de los pueblos asiáticos, europeos y esa Norte-américa que ven porque sus hermanos cobran billetes verdes que les da más verdura, les da carne y fruta en suficiencia alimentaria y que en el supermercado los libres solamente hacen cola para pagar y no para mendigar un pan. Han sido encarcelados sudando sus deseos impedidos, marcando los días en cárceles de Díaz Canel y ante la mirada del Che, Camilo Cienfuegos y los ideales olvidados de los que desde su olimpo se truenan los dedos para salir a cambiarlo pero son aire, ni sombra reflejan, ni su mirada ven esos morenos que siguen guardando las vigilias de una revolución perdida.

Con el semblante de la pobreza en su mirada, con los gritos apagados, con la impotencia de la lucha, con suspiros desgarradores del alma que preguntan el porqué de su estatus, el de sus sandalias, de la ropa de mil usos, con el reflejo en sus ojos de los tendederos callejeros de ropa lavada a mano percudida por el poco jabón, viviendas que se derrumban y se abren a las inclemencias y que esperan las reparaciones olvidadas por la burocracia cubana que llena de promesas las orejas y nunca satisface el resultado que queda en planteamiento social escrito pero incumplido; con las manos rasposas por las paredes sin mantenimiento y con el tiempo marcado en muros que reflejan la falta de materiales, viviendas amotinadas de cuerpos sudorosos faltos de aire renovado, camisetas sin manga para evaporar el sudor que el cuerpo les envía a diario como reclamo de esa falta de inversión extranjera que les lleve los adelantos técnicos del aire acondicionado que solamente turistas y gobierno disfrutan. Con la sonrisa de no saber otra vida durante otros cincuenta años, con los juegos infantiles inventados con cacharros, con niños que nunca han tecleado los bienestares del mundo actual, el retroceso les fue marcado año tras año desde sus abuelos y viejos padres que anhelaban una vida diferente, promesa de los rifles de las boinas guerrilleras que acabaron con los lujosos y beneficios extranjeros y que ante la desbandada de errores económicos miles salieron a Miami, remando, nadando con los labios secos y con amigos tragados por tiburones con golpe de calor en la frente miles de caras llegaron pidiendo refugio para trabajar en democracia para devengar billete verde y no peso desvalido cubano que no da para comer bien, para vivir el trabajo y el descanso; pero los que no salieron y ahora que sacaron las fuerzas del grito de ¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD!, fueron apaleados sojuzgados y muertas sus ideas libertarias que les ahoga a diario en las pocas mercancías que tienen en los estantes del racionamiento marcado por la dictadura y sujeto a si alcanza. Esos aguerridos cubanos que no saben salir sino muertos de la isla. Los tienen más sojuzgados y con la soga al cuello para que no vuelvan a correr por las calles calientes pronunciarlo esas palabras que les salen de la información de los pueblos asiáticos, europeos y esa Norte-américa que ven porque sus hermanos cobran billetes verdes que les da más verdura, les da carne y fruta en suficiencia alimentaria y que en el supermercado los libres solamente hacen cola para pagar y no para mendigar un pan. Han sido encarcelados sudando sus deseos impedidos, marcando los días en cárceles de Díaz Canel y ante la mirada del Che, Camilo Cienfuegos y los ideales olvidados de los que desde su olimpo se truenan los dedos para salir a cambiarlo pero son aire, ni sombra reflejan, ni su mirada ven esos morenos que siguen guardando las vigilias de una revolución perdida.