/ domingo 12 de abril de 2020

Unidad

“No preocuparse en absoluto de lo que la gente opina de uno mismo, no sólo es arrogancia, sino también desvergüenza”. Cicerón.

Desde la Segunda Guerra Mundial no se veía que todos los pueblos del orbe unen sus esfuerzos tras una meta común. La agresividad del SARS-CoV-2, el virus de la enfermedad Covid-19 o Coronavirus lo ha conseguido.

En nuestro lastimado país necesitamos reconstruir la unidad y armonía sin distinción de clases, de preferencias políticas o de religión. Erigir una esperanza anhelada partiendo de una visión compartida.

Concentrar la energía que cada uno de los mexicanos poseemos para multiplicar la fuerza que individualmente no se logra. Fomentar la unidad que sustente un compromiso de lo que cada uno puede hacer. Una tarea de valores que hará menos ardua la batalla con los menos daños posibles y reduciendo el tiempo de la crisis que la historia de las epidemias nos ha enseñado.

Es necesario unificar la conciencia individual que en los tiempos recientes nos ha polarizado. Es ineludible hacer a un lado los bretes por ideologías partidistas que “in crescendo” están sembrando desconfianza y dudas desde hace diez y seis meses.

Hoy más que nunca necesitamos de un líder que olvide rivalidades. Como decía Adolfo López Mateos, un presidente puede tener enemigos, pero él no puede ser enemigo de su pueblo. Quisiera un presidente semejante a un director de orquesta que, aunque los instrumentos tienen sonido y siguen partituras diferentes, con dirección se logra interpretar el arte del compositor Aplico el símil a que cada persona podrá pensar diferente a los demás, pero no por eso vernos unos a otros como enemigos. Como el jueves escuché al investigador de la UNAM Antonio Lazcano: urge construir un consenso nacional de unidad.

El discurso del presidente está agotado, machaconamente culpa al pasado de todos los males que nos agobian, olvida que ya no está en campaña. Carece de empatía gobernando un barco en medio de la tormenta a punto de zozobrar. Ni oye ni ve (Carlos Salinas de Gortari dixit) solo su terquedad cuenta avivando la división entre unos y otros. Hoy que todos debemos trabajar en unidad, fomenta el encono que debilita la energía vital necesaria en esta época difícil. Con necedad pasmosa, sostiene los tres proyectos sin futuro que están consumiendo el erario nacional cuando debería emplear esos recursos para minorar los daños y prepararse para atenuar la crisis económica y laboral ya presente que, además, son ingredientes para delinquir.

La sana distancia separa físicamente, pero la indiferencia separa para luchar unidos ante la adversidad.


“No preocuparse en absoluto de lo que la gente opina de uno mismo, no sólo es arrogancia, sino también desvergüenza”. Cicerón.

Desde la Segunda Guerra Mundial no se veía que todos los pueblos del orbe unen sus esfuerzos tras una meta común. La agresividad del SARS-CoV-2, el virus de la enfermedad Covid-19 o Coronavirus lo ha conseguido.

En nuestro lastimado país necesitamos reconstruir la unidad y armonía sin distinción de clases, de preferencias políticas o de religión. Erigir una esperanza anhelada partiendo de una visión compartida.

Concentrar la energía que cada uno de los mexicanos poseemos para multiplicar la fuerza que individualmente no se logra. Fomentar la unidad que sustente un compromiso de lo que cada uno puede hacer. Una tarea de valores que hará menos ardua la batalla con los menos daños posibles y reduciendo el tiempo de la crisis que la historia de las epidemias nos ha enseñado.

Es necesario unificar la conciencia individual que en los tiempos recientes nos ha polarizado. Es ineludible hacer a un lado los bretes por ideologías partidistas que “in crescendo” están sembrando desconfianza y dudas desde hace diez y seis meses.

Hoy más que nunca necesitamos de un líder que olvide rivalidades. Como decía Adolfo López Mateos, un presidente puede tener enemigos, pero él no puede ser enemigo de su pueblo. Quisiera un presidente semejante a un director de orquesta que, aunque los instrumentos tienen sonido y siguen partituras diferentes, con dirección se logra interpretar el arte del compositor Aplico el símil a que cada persona podrá pensar diferente a los demás, pero no por eso vernos unos a otros como enemigos. Como el jueves escuché al investigador de la UNAM Antonio Lazcano: urge construir un consenso nacional de unidad.

El discurso del presidente está agotado, machaconamente culpa al pasado de todos los males que nos agobian, olvida que ya no está en campaña. Carece de empatía gobernando un barco en medio de la tormenta a punto de zozobrar. Ni oye ni ve (Carlos Salinas de Gortari dixit) solo su terquedad cuenta avivando la división entre unos y otros. Hoy que todos debemos trabajar en unidad, fomenta el encono que debilita la energía vital necesaria en esta época difícil. Con necedad pasmosa, sostiene los tres proyectos sin futuro que están consumiendo el erario nacional cuando debería emplear esos recursos para minorar los daños y prepararse para atenuar la crisis económica y laboral ya presente que, además, son ingredientes para delinquir.

La sana distancia separa físicamente, pero la indiferencia separa para luchar unidos ante la adversidad.