/ domingo 27 de enero de 2019

VALORES

el Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo

Ramón López Velarde


Haciendo a un lado la ciencia y echando mano a la obra literaria más leída de la historia, descubrimos que desde que Jehovah echó del paraíso a Adán y Eva, la lucha por la vida es una constante. Es la busca continua por el sustento, la defensa contra los agrestes elementos de la naturaleza, el combate contra la enfermedad. Desde que nacemos es una inmutable batalla para proteger nuestra integridad y de nuestra salud. La expulsión de la primera pareja humana del lugar donde Dios había puesto al hombre después de haberlo creado a partir del barro, fue la primera desgracia de la humanidad.

Sin dejar de respetar las enseñanzas de la biblia, yo me inclino a la evolución de las especies como el origen del hombre. Sin embargo, ambos principios tienen el mismo patrón, haciendo mención de las desgracias causadas por los descarríos de la conducta humana, sin dudarlo, son más graves y nocivas que los que causa la madre naturaleza.

Así como vivimos en decidida batalla contra la enfermedad, desde la prevención hasta los tratamientos físicos y químicos; médicos y quirúrgicos, al innato modo de ser del hombre se han puesto reglas como normas de obrar bien y combatir el mal. La primera fue la religión, basada en la Fe, virtud teologal que promete vida después de la efímera vida terrenal. El premio a la buena conducta y el castigo al infractor. En las leyes creadas el hombre, no hay recompensas edénicas, solo sanciones para el transgresor de la ley.

Uno y otro, cánones religiosos y leyes terrenales, son pautas de conducta fundadas en los valores que hemos adoptado al paso de los siglos y milenios. Valores biológicos, valores morales, valores espirituales, valores civiles que, en conjunto, constituyen las reglas establecidas para lograr la armonía entre nuestros semejantes y la convivencia en la sociedad.

Con frecuencia decimos que la descomposición social y sus efectos es por falta de valores humanos. El respeto, la honestidad, la dignidad, la solidaridad, la fraternidad, la igualdad, la fidelidad y un largo etcétera, en que sus fallas generan indisciplina, drogadicción, robos, crimen y otro extenso etcétera, nos mantienen alertados para combatir el mal.

Si la historia del hombre ha ido acompañada por desviaciones de su comportamiento, no quiere decir que debemos tener una actitud conformista. La vida transcurre en altibajos como lo podemos recabar del pasado, tanto mundanos como espirituales. Por mencionar un par, regreso a los años de excesos que desencadenaron la revolución francesa, y en el ámbito religioso, a la disoluta vida del papa renacentista, el valenciano Alejandro VI y las turbulentas vidas de sus hijos César y Lucrecia, donde lo espiritual fue borrado por sus conductas y maniobras políticas para permanecer en el poder. Sin llegar a esos extremos, al parecer nuestro sufrido país está transitando una época crítica de desprecio a los valores.

La tragedia de Tlahuelilpan tiene muchas raíces, tanto de quien nos gobierna (y nos han gobernado) como de los gobernados. Es una vergüenza la trasgresión constante a “el respeto al derecho ajeno…” en el país del prócer Benito Juárez. Fácil es decir que la solución está en infundir valores en la familia cuando vemos a los críos acompañar a sus padres a los actos de rapiña como sucede en los saqueos de granos de los carros del tren, o el pavoroso espectáculo que la TV nos mostró de atrapar reses para robárselas y algunos destazarlas al pie de carretera cuando se volcó un camión con ganado. Asimismo, la tragedia que hoy conmueve al país producida por robar gasolina de una perforación que se salió de control a los huachicoleros. No podemos soslayar que la escasez de gasolina por ineptitud de alguien, contribuyó substancialmente a la desgracia.

¿Educar a los padres para que den buen ejemplo a los hijos? Sueño guajiro, árbol que crece torcido… Regresando al pasado reciente, antes de que se levantaran y electrificaran paredes, colocar filosos picos, etc. para proteger los hogares, concluimos que entonces, el robo y el atraco no eran la constante de hoy en día.

Romper la cadena delictiva de padres a hijos e hijos de estos, es labor de titanes. La solución es la aplicación de la ley sin contemplaciones, cero impunidades. No obstante, el gobierno que la pregona, por otro lado la consiente, ahí está la pasividad ante el bloqueo de las vías férreas en Michoacán con sus graves (gravísimas) consecuencias. El presidente no tiene calidad para imponer la ley si recordamos que, el 19 de abril de 2006 él mismo tomó los pozos petroleros en Tabasco, o cuando el 2 de agosto del mismo año dijo “ni un paso atrás” al apoderarse del Paseo de la Reforma con el consiguiente descalabro económico. Casos que uso como muestra.

Para terminar. La despersonalización por la tecnología actual, la pobreza, la marginación, la educación (?) en manos del CNTE y simpatizantes, han acabado con los valores sociales y humanos que teníamos hace solamente cincuenta años.

el Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo

Ramón López Velarde


Haciendo a un lado la ciencia y echando mano a la obra literaria más leída de la historia, descubrimos que desde que Jehovah echó del paraíso a Adán y Eva, la lucha por la vida es una constante. Es la busca continua por el sustento, la defensa contra los agrestes elementos de la naturaleza, el combate contra la enfermedad. Desde que nacemos es una inmutable batalla para proteger nuestra integridad y de nuestra salud. La expulsión de la primera pareja humana del lugar donde Dios había puesto al hombre después de haberlo creado a partir del barro, fue la primera desgracia de la humanidad.

Sin dejar de respetar las enseñanzas de la biblia, yo me inclino a la evolución de las especies como el origen del hombre. Sin embargo, ambos principios tienen el mismo patrón, haciendo mención de las desgracias causadas por los descarríos de la conducta humana, sin dudarlo, son más graves y nocivas que los que causa la madre naturaleza.

Así como vivimos en decidida batalla contra la enfermedad, desde la prevención hasta los tratamientos físicos y químicos; médicos y quirúrgicos, al innato modo de ser del hombre se han puesto reglas como normas de obrar bien y combatir el mal. La primera fue la religión, basada en la Fe, virtud teologal que promete vida después de la efímera vida terrenal. El premio a la buena conducta y el castigo al infractor. En las leyes creadas el hombre, no hay recompensas edénicas, solo sanciones para el transgresor de la ley.

Uno y otro, cánones religiosos y leyes terrenales, son pautas de conducta fundadas en los valores que hemos adoptado al paso de los siglos y milenios. Valores biológicos, valores morales, valores espirituales, valores civiles que, en conjunto, constituyen las reglas establecidas para lograr la armonía entre nuestros semejantes y la convivencia en la sociedad.

Con frecuencia decimos que la descomposición social y sus efectos es por falta de valores humanos. El respeto, la honestidad, la dignidad, la solidaridad, la fraternidad, la igualdad, la fidelidad y un largo etcétera, en que sus fallas generan indisciplina, drogadicción, robos, crimen y otro extenso etcétera, nos mantienen alertados para combatir el mal.

Si la historia del hombre ha ido acompañada por desviaciones de su comportamiento, no quiere decir que debemos tener una actitud conformista. La vida transcurre en altibajos como lo podemos recabar del pasado, tanto mundanos como espirituales. Por mencionar un par, regreso a los años de excesos que desencadenaron la revolución francesa, y en el ámbito religioso, a la disoluta vida del papa renacentista, el valenciano Alejandro VI y las turbulentas vidas de sus hijos César y Lucrecia, donde lo espiritual fue borrado por sus conductas y maniobras políticas para permanecer en el poder. Sin llegar a esos extremos, al parecer nuestro sufrido país está transitando una época crítica de desprecio a los valores.

La tragedia de Tlahuelilpan tiene muchas raíces, tanto de quien nos gobierna (y nos han gobernado) como de los gobernados. Es una vergüenza la trasgresión constante a “el respeto al derecho ajeno…” en el país del prócer Benito Juárez. Fácil es decir que la solución está en infundir valores en la familia cuando vemos a los críos acompañar a sus padres a los actos de rapiña como sucede en los saqueos de granos de los carros del tren, o el pavoroso espectáculo que la TV nos mostró de atrapar reses para robárselas y algunos destazarlas al pie de carretera cuando se volcó un camión con ganado. Asimismo, la tragedia que hoy conmueve al país producida por robar gasolina de una perforación que se salió de control a los huachicoleros. No podemos soslayar que la escasez de gasolina por ineptitud de alguien, contribuyó substancialmente a la desgracia.

¿Educar a los padres para que den buen ejemplo a los hijos? Sueño guajiro, árbol que crece torcido… Regresando al pasado reciente, antes de que se levantaran y electrificaran paredes, colocar filosos picos, etc. para proteger los hogares, concluimos que entonces, el robo y el atraco no eran la constante de hoy en día.

Romper la cadena delictiva de padres a hijos e hijos de estos, es labor de titanes. La solución es la aplicación de la ley sin contemplaciones, cero impunidades. No obstante, el gobierno que la pregona, por otro lado la consiente, ahí está la pasividad ante el bloqueo de las vías férreas en Michoacán con sus graves (gravísimas) consecuencias. El presidente no tiene calidad para imponer la ley si recordamos que, el 19 de abril de 2006 él mismo tomó los pozos petroleros en Tabasco, o cuando el 2 de agosto del mismo año dijo “ni un paso atrás” al apoderarse del Paseo de la Reforma con el consiguiente descalabro económico. Casos que uso como muestra.

Para terminar. La despersonalización por la tecnología actual, la pobreza, la marginación, la educación (?) en manos del CNTE y simpatizantes, han acabado con los valores sociales y humanos que teníamos hace solamente cincuenta años.