/ lunes 23 de noviembre de 2020

Viene lo más Difícil

Se cumplió ya un año desde el primer registro de una persona contagiada por COVID-19, en Wuhan, China. Doce largos meses donde esta pandemia ha dejado enfermedad, muerte, pobreza, hambruna y muchas otras cosas más alrededor del mundo.

En sincronía con esta pandemia, hemos aplaudido y criticado muchas de las acciones tomadas por los líderes del mundo, sin embargo, no podemos saber si las decisiones tomadas hubieran servido o no a otros países o regiones, lo que sí podemos asegurar es que el mundo no volverá a ser como lo era en tiempos pre-pandemia.

Siguiendo la evolución de la economía en nuestro país, el pasado jueves 11 de noviembre, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presentó el Indicador Mensual de la Actividad Industrial (IMAI) y los datos no fueron nada alentadores. Antes de entrar en materia, es importante mencionar que (para quienes no me leen habitualmente) durante el lapso que va de esta pandemia muchas instituciones, organizaciones, bancos, consultores y analistas hemos tratado de explicar cuáles son los posibles escenarios de recuperación más sonados para la economía de nuestro país: recuperación en V; recuperación en U y Recuperación en L. Como lo indica la forma de la letra, el escenario pesimista era una recuperación o desempeño de la economía nacional cuya tendencia se comportara como una L; una caída abrupta seguida de una recuperación muy lenta (pendiente que tiende a cero). El escenario optimista visualmente podría observarse como una caída muy fuerte seguida de una recuperación dinámica y continua, lo que haría una letra V.

Para el mes de septiembre, el IMAI no presentó variación alguna en comparación con el mes previo (agosto), en términos reales. Desglosando este indicador por sectores de actividad económica, únicamente la industria manufacturera y la minería presentaron crecimientos, 2.4% y 0.2%, respectivamente, en contraste, la Construcción y la Generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas decrecieron durante el mes de septiembre, -5.6% y -3.1%, respectivamente, esto en comparación con el mes de agosto de este año.

De este modo, podemos ver que durante los primeros meses de reapertura económica la economía se desenvolvió muy bien, sin embargo, una vez materializada esta reapertura difícilmente podríamos seguir observando las mismas tasas de crecimiento, cosa que resultó realidad y que prende las alertas para lo que podría esperarse en los siguientes meses dado el inminente crecimiento en los contagios por COVID-19.

Ahora viene lo más difícil. Un posible segundo confinamiento y cierre de las actividades económicas pondrían en jaque a nuestro país, las empresas que podrían soportar la carga financiera que implica no tener actividades y mantener a todo su personal son pocas y, sobre todo, quienes forman parte de la informalidad sufrirían consecuencias desgarradoras, mismas que desplazarían a un mayor porcentaje de la población a la pobreza.

Por lo anterior, considero irresponsable utilizar el confinamiento como política preventiva, este cierre de las actividades no es factible, lo que sí se puede hacer es aislar a la población en riesgo, reducir de manera voluntaria las actividades con más personas y acatar las recomendaciones de salud, como el uso de cubrebocas, gel antibacterial y la sana distancia. Aprendamos a no abusar de las circunstancias, saber distinguir el límite entre lo que debe hacerse para reactivar la economía y lo que no debemos hacer para de este modo evitar un segundo cierre y confinamiento obligatorio, como se está dando en varias partes del mundo.

Se cumplió ya un año desde el primer registro de una persona contagiada por COVID-19, en Wuhan, China. Doce largos meses donde esta pandemia ha dejado enfermedad, muerte, pobreza, hambruna y muchas otras cosas más alrededor del mundo.

En sincronía con esta pandemia, hemos aplaudido y criticado muchas de las acciones tomadas por los líderes del mundo, sin embargo, no podemos saber si las decisiones tomadas hubieran servido o no a otros países o regiones, lo que sí podemos asegurar es que el mundo no volverá a ser como lo era en tiempos pre-pandemia.

Siguiendo la evolución de la economía en nuestro país, el pasado jueves 11 de noviembre, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presentó el Indicador Mensual de la Actividad Industrial (IMAI) y los datos no fueron nada alentadores. Antes de entrar en materia, es importante mencionar que (para quienes no me leen habitualmente) durante el lapso que va de esta pandemia muchas instituciones, organizaciones, bancos, consultores y analistas hemos tratado de explicar cuáles son los posibles escenarios de recuperación más sonados para la economía de nuestro país: recuperación en V; recuperación en U y Recuperación en L. Como lo indica la forma de la letra, el escenario pesimista era una recuperación o desempeño de la economía nacional cuya tendencia se comportara como una L; una caída abrupta seguida de una recuperación muy lenta (pendiente que tiende a cero). El escenario optimista visualmente podría observarse como una caída muy fuerte seguida de una recuperación dinámica y continua, lo que haría una letra V.

Para el mes de septiembre, el IMAI no presentó variación alguna en comparación con el mes previo (agosto), en términos reales. Desglosando este indicador por sectores de actividad económica, únicamente la industria manufacturera y la minería presentaron crecimientos, 2.4% y 0.2%, respectivamente, en contraste, la Construcción y la Generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas decrecieron durante el mes de septiembre, -5.6% y -3.1%, respectivamente, esto en comparación con el mes de agosto de este año.

De este modo, podemos ver que durante los primeros meses de reapertura económica la economía se desenvolvió muy bien, sin embargo, una vez materializada esta reapertura difícilmente podríamos seguir observando las mismas tasas de crecimiento, cosa que resultó realidad y que prende las alertas para lo que podría esperarse en los siguientes meses dado el inminente crecimiento en los contagios por COVID-19.

Ahora viene lo más difícil. Un posible segundo confinamiento y cierre de las actividades económicas pondrían en jaque a nuestro país, las empresas que podrían soportar la carga financiera que implica no tener actividades y mantener a todo su personal son pocas y, sobre todo, quienes forman parte de la informalidad sufrirían consecuencias desgarradoras, mismas que desplazarían a un mayor porcentaje de la población a la pobreza.

Por lo anterior, considero irresponsable utilizar el confinamiento como política preventiva, este cierre de las actividades no es factible, lo que sí se puede hacer es aislar a la población en riesgo, reducir de manera voluntaria las actividades con más personas y acatar las recomendaciones de salud, como el uso de cubrebocas, gel antibacterial y la sana distancia. Aprendamos a no abusar de las circunstancias, saber distinguir el límite entre lo que debe hacerse para reactivar la economía y lo que no debemos hacer para de este modo evitar un segundo cierre y confinamiento obligatorio, como se está dando en varias partes del mundo.