/ domingo 3 de julio de 2022

Sine Qua Non

Las promesas políticas, se apuntalan

Resulta a veces agotador o fastidioso estar señalando que seguimos en las mismas, incluso, peor en materia política. Han pasado cuatro años desde que AMLO ganó las elecciones y llegó, con un cúmulo de promesas, algunas de gran calado y que han sido, precisamente, por decirlo de manera suave: Fallidas.

Tal vez la mayor de esas promesas, fue que abatiría la pobreza en más del cincuenta por ciento de los mexicanos. Hoy, sin soslayar que la Pandemia ha sido y es un verdadero azote y sin cualificar su control oficial, no hay medidas eficaces para paliar ese edema que no es sólo sanitario, sino socioeconómico también, entre otros efectos. No se puede negar, lo contrario es querer tapar el sol con un índice de la mano. Sabemos que no es sencillo, ni merece soluciones simplonas o hasta, en algunos casos, con tinte delictivo y de Lesa Humanidad. Otra propuesta, la de combatir la corrupción y bueno, es visto que ha crecido de manera impune. Y no se diga nada del “otro gobierno”, el que cada día emerge de lo que se llaman “bajos fondos”, el inframundo del crimen.

¿Cómo calificar el asunto de la “carrera” por la candidatura presidencial? En principio, está adelantada a poco más de tres años de que por fin, AMLO se sentó en la anhelada Silla Mayor y, además, por si no bastara se asentó en Palacio Nacional, emulando a quienes dice, desprecia (Desde luego, a cargo del Erario y gastando un promedio de seis millones de pesos al mes). Todo esto, sin que tenga que ver con alguna de sus promesas de larga data. ¿De dónde se sufragan los gastos de los aspirantes a ocupar dicha Silla? La respuesta es obvia: No de su bolsa y aunque así fuera, es con los emolumentos que salen del Erario, usan los recursos oficiales, los medios de movilidad ídem, etcétera. ¿No es corrupción, esa que dicen ya se acabó? Claro, no “son precandidatos, ni andan en precampaña”, por aquello de las sanciones que debería imponer el INE y que están un tanto difusas en la Ley Electoral, pues también, como es usual, los congresistas nada tontos en esas lides, no “escupen hacia arriba”.

Cuántas veces hemos escuchado los ciudadanos: “Más de lo mismo”. Es lo que hay. AMLO y su séquito, que nos presumieron, incluso, aseguraron que habría un cambio sustancial en la manera de hacer política, ya no digamos que íbamos hacia un “paraíso ideológico”, no ha pasado, porque sigue lo mismo: La demagogia, la corrupción, el parasitismo, el nepotismo, el amiguismo y demás lacras, que cándidamente unos 32 millones, pensaron sería posible ir erradicando. Añadan la socarronería del “supremo”.

LA CONDICIÓN SINE QUA NON: ¿Estamos ciegos, nos “guía un cíclope” o un rey tuerto? El problema mayor, es que el costo que pagamos es muy alto: vidas humanas, vida silvestre, que se extingue contra natura, de forma criminal y vertiginosa. Mientras, los precandidatos a la presidencia, ríen con amplitud y desvergüenza, gastan dinero público, olvidan su compromiso de servir, y sobre todo, seguirán en más de lo mismo, desangrando a los mexicanos. ¡Ah! Y también disfrutando la egolatría propia del politicastro que los apadrina. Cuídense, el Covid no se ha ido, así como la corrupción, sigue campante.

Las promesas políticas, se apuntalan

Resulta a veces agotador o fastidioso estar señalando que seguimos en las mismas, incluso, peor en materia política. Han pasado cuatro años desde que AMLO ganó las elecciones y llegó, con un cúmulo de promesas, algunas de gran calado y que han sido, precisamente, por decirlo de manera suave: Fallidas.

Tal vez la mayor de esas promesas, fue que abatiría la pobreza en más del cincuenta por ciento de los mexicanos. Hoy, sin soslayar que la Pandemia ha sido y es un verdadero azote y sin cualificar su control oficial, no hay medidas eficaces para paliar ese edema que no es sólo sanitario, sino socioeconómico también, entre otros efectos. No se puede negar, lo contrario es querer tapar el sol con un índice de la mano. Sabemos que no es sencillo, ni merece soluciones simplonas o hasta, en algunos casos, con tinte delictivo y de Lesa Humanidad. Otra propuesta, la de combatir la corrupción y bueno, es visto que ha crecido de manera impune. Y no se diga nada del “otro gobierno”, el que cada día emerge de lo que se llaman “bajos fondos”, el inframundo del crimen.

¿Cómo calificar el asunto de la “carrera” por la candidatura presidencial? En principio, está adelantada a poco más de tres años de que por fin, AMLO se sentó en la anhelada Silla Mayor y, además, por si no bastara se asentó en Palacio Nacional, emulando a quienes dice, desprecia (Desde luego, a cargo del Erario y gastando un promedio de seis millones de pesos al mes). Todo esto, sin que tenga que ver con alguna de sus promesas de larga data. ¿De dónde se sufragan los gastos de los aspirantes a ocupar dicha Silla? La respuesta es obvia: No de su bolsa y aunque así fuera, es con los emolumentos que salen del Erario, usan los recursos oficiales, los medios de movilidad ídem, etcétera. ¿No es corrupción, esa que dicen ya se acabó? Claro, no “son precandidatos, ni andan en precampaña”, por aquello de las sanciones que debería imponer el INE y que están un tanto difusas en la Ley Electoral, pues también, como es usual, los congresistas nada tontos en esas lides, no “escupen hacia arriba”.

Cuántas veces hemos escuchado los ciudadanos: “Más de lo mismo”. Es lo que hay. AMLO y su séquito, que nos presumieron, incluso, aseguraron que habría un cambio sustancial en la manera de hacer política, ya no digamos que íbamos hacia un “paraíso ideológico”, no ha pasado, porque sigue lo mismo: La demagogia, la corrupción, el parasitismo, el nepotismo, el amiguismo y demás lacras, que cándidamente unos 32 millones, pensaron sería posible ir erradicando. Añadan la socarronería del “supremo”.

LA CONDICIÓN SINE QUA NON: ¿Estamos ciegos, nos “guía un cíclope” o un rey tuerto? El problema mayor, es que el costo que pagamos es muy alto: vidas humanas, vida silvestre, que se extingue contra natura, de forma criminal y vertiginosa. Mientras, los precandidatos a la presidencia, ríen con amplitud y desvergüenza, gastan dinero público, olvidan su compromiso de servir, y sobre todo, seguirán en más de lo mismo, desangrando a los mexicanos. ¡Ah! Y también disfrutando la egolatría propia del politicastro que los apadrina. Cuídense, el Covid no se ha ido, así como la corrupción, sigue campante.

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