/ jueves 4 de febrero de 2021

La ropa de paca, entre lo ilegal y lo ecológico

Aunque la venta de ropa de segunda mano no está regulada en México, hay quienes destacan los beneficios que representa

La industria de la moda puede gastar hasta siete mil 500 litros de agua para producir un par de jeans, según datos de ONU Ambiente. Esto equivale al líquido que consume una persona promedio en 10 años. Aunque las nuevas generaciones, principalmente los llamados millennials y centennials comienzan a voltear hacia otros mercados nuevos para ellos, como el de la ropa de medio uso que se vende en los tianguis.

La también llamada “ropa de paca” -por la palabra package- o “pulga”, es la ropa de segunda mano que normalmente proviene del mercado de liquidación de los Estados Unidos, y que llega a nuestro país en enormes paquetes prensados, para su distribución a un muy bajo costo.

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Una de las ventajas de “la paca”, además de su bajo precio, es que con su uso se prolonga la vida útil de una prenda, lo que evita que estas piezas terminen en los basureros, y por consiguiente se reduce la compra de ropa recién manufacturada.

Aunque la ropa de pulga lleva décadas en países como México, en los últimos años su compra se ha vuelto más común entre los jóvenes, quienes de niños acompañaban a sus madres a los tianguis a elegir una prenda “americana” dentro del gran montón.

De acuerdo con la Oficina de Textiles y Vestimenta (Otexa, por sus siglas en inglés) del Departamento de Comercio de Estados Unidos, entre enero y noviembre del 2020, ese país exportó a México 88.4 toneladas de ropa usada, lo que representó un aumento de 47 por ciento en relación con el mismo periodo de 2019.



Aunque la importación de este tipo de ropa no está aprobado por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), la distribución de este tipo de prendas ya no solo se realiza en los mercados sobre ruedas, sino también en los bazares en línea de redes como Facebook.

Patricia, una joven de 24 años que se dedica a vender prendas de segunda mano apoyándose en las redes sociales comparte con El Sol de México la importancia de distribuir este tipo de mercancías:

“Aunque hay muchas prendas que ya pasaron de moda, lo que importa es que las personas encuentren su estilo. Además de que los consumidores le están dando más importancia a mejorar su huella ecológica”, expresó.



Admite que al principio le costó un poco de trabajo encontrar un lugar donde encontrar ropa buena y de confianza, porque a veces viene en malas condiciones.

“Cuando yo tengo la ropa seleccionada, llego a mi casa, la dejo en un lugar, la separo y la remojo con vinagre y bicarbonato para desinfectarlas. Luego las lavo, les doy un tratamiento especial a cada prenda y las tiendo al sol, para después plancharlas con vapor”, agrega.

Daniel Pichardo, del centro ecológico Kamikatsu, ubicado en la Ciudad de México, asegura que este comportamiento es impulsado por la conciencia ambiental. “Las nuevas generaciones tienen una mayor conciencia del cuidado al medio ambiente”, señala.

MERCADO ILEGAL Y RIESGOSO

Debido a que es una práctica que se considera ilegal, es difícil cuantificar las pérdidas que representa este tipo de mercado para la industria formal de la ropa en México. En 2018, Samuel Gershevich Salnicov, expresidente de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido (Canaive), aseguró que el mayor obstáculo para la industria textil mexicana es la competencia ilegal que constituye la importación y venta en la vía pública de “ropa de paca”, la cual ingresa a México con preferencias arancelarias bajo el concepto de “trapo mutilado o roto”.



“Es muy difícil proyectar un porcentaje de cuánto representa esa mercancía respecto al mercado nacional, pero de que nos ha hecho daño, claro que nos ha hecho y mucho”, afirmó.

Pese a su gran beneficio al medio ambiente, en México la ropa de paca suele ser introducida de forma ilegal, debido a que las leyes sanitarias del país lo prohíben, pues no se cuenta regulaciones de limpieza y su uso puede causar enfermedades e infecciones. La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) indicó que existe una variedad considerable de infecciones, alergias y enfermedades contagiosas por el contacto con ropa contaminada por parásitos como los piojos, pulgas, ácaros, chinches y garrapatas.

La dependencia también mencionó que “las prendas adquiridas de pacas pueden ocasionar enfermedades como la ‘escabiasis’, la cual resulta ser sumamente contagiosa por la infestación de ácaros en la tela; de igual manera, la sarna es frecuente en la gente que acostumbra adquirir ropa de segunda mano”.



MODA SIN PREJUICIOS

También existe una tendencia en la moda, llamada zero waste, que consiste en la elaboración de prendas diseñadas para no generar residuos. Joavso, quien es diseñador de la línea Joavso Eco, explicó a El Sol de México el proceso de la elaboración de sus prendas.

“Decidí hacer moda zero waste, ya que el patronaje de cada empresa desaprovecha un montón de residuos de tela y lo que yo hago es aprovechar toda esa materia. El diseño de las prendas se presta mucho a que sea muy lineal, muy geométrico. La prenda da una silueta al cuerpo diferente a la que estamos acostumbrados a ver”, compartió.

“Como diseñador mexicano creé una colección, imité un huipil, debido a que es una prenda típica que se utilizaba cuando ocurrió la conquista. Me basé en esa prenda que es muy geométrica”, explicó.



El diseñador detalló que cada huipil tiene un proceso artesanal y tardado, por lo que aclaró que las prendas “no son baratas”.

Primero es elegir la tela, de textiles buenos, de calidad, que sea un textil orgánico, de fibras naturales. Después se acomoda el hilo en el telar y en el telar es un proceso 100 por ciento artesanal. Posteriormente va a la parte de la confección, que lleva un proceso de más de ocho horas para hacer el huipil y, finalmente, se pone a la venta”, dijo.

IMPULSO INTERNACIONAL

La ONU Medio Ambiente considera que debe promoverse un cambio en las formas de consumo que conlleven al mejor cuidado de la ropa y a considerar programas de reciclaje y devolución de las prendas, así como extender la vida útil de la ropa. Con ello, indica, se lograría reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero que produce la industria de la moda actualmente.



Esto no significa más que pasar de la moda rápida a la moda lenta (slow fashion), es decir, que tanto los vendedores como los consumidores renuncien al modelo de “comprar, usar y desechar” por el bien del planeta y así reconvertir el modelo hacia una economía circular. Según datos de ONU Medio Ambiente, la producción de textiles es la segunda industria más contaminante del planeta y es responsable de 20 por ciento de las aguas residuales globales, así como del 8 por ciento de las emisiones de carbono a nivel mundial, lo que representa más de las emisiones producidas por todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos.

Además se calcula que el rubro del vestido utiliza cada año 93 mil millones de metros cúbicos de agua, un volumen suficiente para satisfacer el consumo de este líquido de cinco millones de personas, y que, por si fuera poco, cada año se tiran al mar medio millón de toneladas de microfibra, el equivalente a tres millones de barriles de petróleo.



Como consecuencia de la “moda rápida”, la ONU asegura que tan solo entre el 2000 y el 2014 la producción de ropa se duplicó, llegando a la elaboración de 100 mil millones de prendas, por lo que asegura que “esta tendencia es responsable de una amplia gama de efectos negativos en el ámbito social, económico y ambiental”, y subraya la importancia de garantizar que la ropa se fabrique de una manera más sostenible.

Ante este panorama, en 2011 la organización activista Greenpeace lanzó su campaña conocida como Detox, con la publicación del informe “Trapos Sucios”, en el que evidenció a grandes empresas de la rama textil como Adidas, Nike, H&M, Calvin Klein, Lacoste, Puma o Ralph Lauren y las vinculó con fábricas en China que utilizaban sustancias químicas peligrosas en sus procesos productivos.

Un año después, Greenpeace publicó el informe “Puntadas tóxicas: el oscuro secreto de la moda”, en el que localizó sustancias tóxicas en las prendas de 81 marcas de ropa.



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La industria de la moda puede gastar hasta siete mil 500 litros de agua para producir un par de jeans, según datos de ONU Ambiente. Esto equivale al líquido que consume una persona promedio en 10 años. Aunque las nuevas generaciones, principalmente los llamados millennials y centennials comienzan a voltear hacia otros mercados nuevos para ellos, como el de la ropa de medio uso que se vende en los tianguis.

La también llamada “ropa de paca” -por la palabra package- o “pulga”, es la ropa de segunda mano que normalmente proviene del mercado de liquidación de los Estados Unidos, y que llega a nuestro país en enormes paquetes prensados, para su distribución a un muy bajo costo.

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Una de las ventajas de “la paca”, además de su bajo precio, es que con su uso se prolonga la vida útil de una prenda, lo que evita que estas piezas terminen en los basureros, y por consiguiente se reduce la compra de ropa recién manufacturada.

Aunque la ropa de pulga lleva décadas en países como México, en los últimos años su compra se ha vuelto más común entre los jóvenes, quienes de niños acompañaban a sus madres a los tianguis a elegir una prenda “americana” dentro del gran montón.

De acuerdo con la Oficina de Textiles y Vestimenta (Otexa, por sus siglas en inglés) del Departamento de Comercio de Estados Unidos, entre enero y noviembre del 2020, ese país exportó a México 88.4 toneladas de ropa usada, lo que representó un aumento de 47 por ciento en relación con el mismo periodo de 2019.



Aunque la importación de este tipo de ropa no está aprobado por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), la distribución de este tipo de prendas ya no solo se realiza en los mercados sobre ruedas, sino también en los bazares en línea de redes como Facebook.

Patricia, una joven de 24 años que se dedica a vender prendas de segunda mano apoyándose en las redes sociales comparte con El Sol de México la importancia de distribuir este tipo de mercancías:

“Aunque hay muchas prendas que ya pasaron de moda, lo que importa es que las personas encuentren su estilo. Además de que los consumidores le están dando más importancia a mejorar su huella ecológica”, expresó.



Admite que al principio le costó un poco de trabajo encontrar un lugar donde encontrar ropa buena y de confianza, porque a veces viene en malas condiciones.

“Cuando yo tengo la ropa seleccionada, llego a mi casa, la dejo en un lugar, la separo y la remojo con vinagre y bicarbonato para desinfectarlas. Luego las lavo, les doy un tratamiento especial a cada prenda y las tiendo al sol, para después plancharlas con vapor”, agrega.

Daniel Pichardo, del centro ecológico Kamikatsu, ubicado en la Ciudad de México, asegura que este comportamiento es impulsado por la conciencia ambiental. “Las nuevas generaciones tienen una mayor conciencia del cuidado al medio ambiente”, señala.

MERCADO ILEGAL Y RIESGOSO

Debido a que es una práctica que se considera ilegal, es difícil cuantificar las pérdidas que representa este tipo de mercado para la industria formal de la ropa en México. En 2018, Samuel Gershevich Salnicov, expresidente de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido (Canaive), aseguró que el mayor obstáculo para la industria textil mexicana es la competencia ilegal que constituye la importación y venta en la vía pública de “ropa de paca”, la cual ingresa a México con preferencias arancelarias bajo el concepto de “trapo mutilado o roto”.



“Es muy difícil proyectar un porcentaje de cuánto representa esa mercancía respecto al mercado nacional, pero de que nos ha hecho daño, claro que nos ha hecho y mucho”, afirmó.

Pese a su gran beneficio al medio ambiente, en México la ropa de paca suele ser introducida de forma ilegal, debido a que las leyes sanitarias del país lo prohíben, pues no se cuenta regulaciones de limpieza y su uso puede causar enfermedades e infecciones. La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) indicó que existe una variedad considerable de infecciones, alergias y enfermedades contagiosas por el contacto con ropa contaminada por parásitos como los piojos, pulgas, ácaros, chinches y garrapatas.

La dependencia también mencionó que “las prendas adquiridas de pacas pueden ocasionar enfermedades como la ‘escabiasis’, la cual resulta ser sumamente contagiosa por la infestación de ácaros en la tela; de igual manera, la sarna es frecuente en la gente que acostumbra adquirir ropa de segunda mano”.



MODA SIN PREJUICIOS

También existe una tendencia en la moda, llamada zero waste, que consiste en la elaboración de prendas diseñadas para no generar residuos. Joavso, quien es diseñador de la línea Joavso Eco, explicó a El Sol de México el proceso de la elaboración de sus prendas.

“Decidí hacer moda zero waste, ya que el patronaje de cada empresa desaprovecha un montón de residuos de tela y lo que yo hago es aprovechar toda esa materia. El diseño de las prendas se presta mucho a que sea muy lineal, muy geométrico. La prenda da una silueta al cuerpo diferente a la que estamos acostumbrados a ver”, compartió.

“Como diseñador mexicano creé una colección, imité un huipil, debido a que es una prenda típica que se utilizaba cuando ocurrió la conquista. Me basé en esa prenda que es muy geométrica”, explicó.



El diseñador detalló que cada huipil tiene un proceso artesanal y tardado, por lo que aclaró que las prendas “no son baratas”.

Primero es elegir la tela, de textiles buenos, de calidad, que sea un textil orgánico, de fibras naturales. Después se acomoda el hilo en el telar y en el telar es un proceso 100 por ciento artesanal. Posteriormente va a la parte de la confección, que lleva un proceso de más de ocho horas para hacer el huipil y, finalmente, se pone a la venta”, dijo.

IMPULSO INTERNACIONAL

La ONU Medio Ambiente considera que debe promoverse un cambio en las formas de consumo que conlleven al mejor cuidado de la ropa y a considerar programas de reciclaje y devolución de las prendas, así como extender la vida útil de la ropa. Con ello, indica, se lograría reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero que produce la industria de la moda actualmente.



Esto no significa más que pasar de la moda rápida a la moda lenta (slow fashion), es decir, que tanto los vendedores como los consumidores renuncien al modelo de “comprar, usar y desechar” por el bien del planeta y así reconvertir el modelo hacia una economía circular. Según datos de ONU Medio Ambiente, la producción de textiles es la segunda industria más contaminante del planeta y es responsable de 20 por ciento de las aguas residuales globales, así como del 8 por ciento de las emisiones de carbono a nivel mundial, lo que representa más de las emisiones producidas por todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos.

Además se calcula que el rubro del vestido utiliza cada año 93 mil millones de metros cúbicos de agua, un volumen suficiente para satisfacer el consumo de este líquido de cinco millones de personas, y que, por si fuera poco, cada año se tiran al mar medio millón de toneladas de microfibra, el equivalente a tres millones de barriles de petróleo.



Como consecuencia de la “moda rápida”, la ONU asegura que tan solo entre el 2000 y el 2014 la producción de ropa se duplicó, llegando a la elaboración de 100 mil millones de prendas, por lo que asegura que “esta tendencia es responsable de una amplia gama de efectos negativos en el ámbito social, económico y ambiental”, y subraya la importancia de garantizar que la ropa se fabrique de una manera más sostenible.

Ante este panorama, en 2011 la organización activista Greenpeace lanzó su campaña conocida como Detox, con la publicación del informe “Trapos Sucios”, en el que evidenció a grandes empresas de la rama textil como Adidas, Nike, H&M, Calvin Klein, Lacoste, Puma o Ralph Lauren y las vinculó con fábricas en China que utilizaban sustancias químicas peligrosas en sus procesos productivos.

Un año después, Greenpeace publicó el informe “Puntadas tóxicas: el oscuro secreto de la moda”, en el que localizó sustancias tóxicas en las prendas de 81 marcas de ropa.



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