/ domingo 1 de abril de 2018

La Franja de Gaza, entre la Intifada y la guerra

La amenaza sobre Israel toma cada vez más fuerza, ante un panorama negro para Palestina

El temido escenario de una tercera intifada, tantas veces anunciado, sobrevuela como una verdadera amenaza sobre Israel después de los graves disturbios del viernes último en la frontera con la Franja de Gaza, que provocaron 16 muertos y 1.400 heridos. Esos sangrientos incidentes pueden actuar como detonante de una situación que se agravó progresivamente a partir del 8 de diciembre con la decisión del presidente norteamericano Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel.

Después de ese gesto, interpretado por los palestinos como una provocación, la tensión se agravó por los resultados de 10 años de un bloqueo que agravó la pobreza, un desempleo que alcanza a 50% de la población, el boicot de Trump contra delegación del ACNUR que ayudaba a los refugiados a sobrevivir en medio de la miseria y la reducción de 30% de los salarios de los funcionarios de la Autoridad Palestina. Esa situación provocó la desaparición del circulante, lo que engendró una parálisis económica y colocó a los 2 millones de habitantes de ese enclave de 45.000 km2 al borde de la asfixia. Fue en ese contexto inflamable que se realizó la “marcha del regreso” del viernes para reivindicar sus derechos de volver a las tierras confiscadas por Israel en 1948. Esa movilización, que debía desarrollarse pacíficamente, había sido promovida inicialmente por la sociedad civil, aunque contaba con el apoyo de Hamas, la milicia islamista —rival de la Autoridad Palestina presidida por Mahmud Abbas— que desde 2007 controla la Franja de Gaza. Israel afirma que 10 de los muertos el viernes eran miembros de Hamas.

El problema es que esa jornada de protesta —que degeneró hasta totalizar un dramático balance de 16 muertos— solo era el primer capítulo de un movimiento que debe durar seis semanas. El punto culminante de ese calendario, que presenta el aspecto de un reguero de pólvora que se dirige hacia un barril de pólvora, es el 15 de mayo, día de conmemoración de la “Nakba” (catástrofe), que recuerda la proclamación del Estado de Israel, hace exactamente 70 años. Trump eligió precisamente esa fecha para concretar la transferencia oficial de la embajada norteamericana a Jerusalén.

Ese mismo día, los 400 millones de musulmanes del mundo árabe entrarán en el período de ramadán. En una región donde las fechas y los símbolos revisten una importancia crucial, esa larga secuencia presenta aspectos más que inquietantes. Israel no ignora esos riesgos. Desde principios de febrero, el diario Haretz insiste en mostrar los nubarrones de guerra que se acumulan sobre Gaza. Las anteriores intifadas (término árabe que significa “sublevaciones”), en 1987 y 2000, estallaron por mucho menos que eso y, en total, provocaron más de 6.000 muertos. “Una tercera intifada puede provocar un retroceso de 25 años en Gaza”, advirtió el diario Yediot Aharonot. Pero esa verruga que no acuerda un minuto de respiro a Israel fue, además, escenario de tres guerras (2008, 2012 y 2014) que resultaron devastadoras para Gaza y traumatizantes para el gobierno, los militares y la opinión pública israelí.

El temido escenario de una tercera intifada, tantas veces anunciado, sobrevuela como una verdadera amenaza sobre Israel después de los graves disturbios del viernes último en la frontera con la Franja de Gaza, que provocaron 16 muertos y 1.400 heridos. Esos sangrientos incidentes pueden actuar como detonante de una situación que se agravó progresivamente a partir del 8 de diciembre con la decisión del presidente norteamericano Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel.

Después de ese gesto, interpretado por los palestinos como una provocación, la tensión se agravó por los resultados de 10 años de un bloqueo que agravó la pobreza, un desempleo que alcanza a 50% de la población, el boicot de Trump contra delegación del ACNUR que ayudaba a los refugiados a sobrevivir en medio de la miseria y la reducción de 30% de los salarios de los funcionarios de la Autoridad Palestina. Esa situación provocó la desaparición del circulante, lo que engendró una parálisis económica y colocó a los 2 millones de habitantes de ese enclave de 45.000 km2 al borde de la asfixia. Fue en ese contexto inflamable que se realizó la “marcha del regreso” del viernes para reivindicar sus derechos de volver a las tierras confiscadas por Israel en 1948. Esa movilización, que debía desarrollarse pacíficamente, había sido promovida inicialmente por la sociedad civil, aunque contaba con el apoyo de Hamas, la milicia islamista —rival de la Autoridad Palestina presidida por Mahmud Abbas— que desde 2007 controla la Franja de Gaza. Israel afirma que 10 de los muertos el viernes eran miembros de Hamas.

El problema es que esa jornada de protesta —que degeneró hasta totalizar un dramático balance de 16 muertos— solo era el primer capítulo de un movimiento que debe durar seis semanas. El punto culminante de ese calendario, que presenta el aspecto de un reguero de pólvora que se dirige hacia un barril de pólvora, es el 15 de mayo, día de conmemoración de la “Nakba” (catástrofe), que recuerda la proclamación del Estado de Israel, hace exactamente 70 años. Trump eligió precisamente esa fecha para concretar la transferencia oficial de la embajada norteamericana a Jerusalén.

Ese mismo día, los 400 millones de musulmanes del mundo árabe entrarán en el período de ramadán. En una región donde las fechas y los símbolos revisten una importancia crucial, esa larga secuencia presenta aspectos más que inquietantes. Israel no ignora esos riesgos. Desde principios de febrero, el diario Haretz insiste en mostrar los nubarrones de guerra que se acumulan sobre Gaza. Las anteriores intifadas (término árabe que significa “sublevaciones”), en 1987 y 2000, estallaron por mucho menos que eso y, en total, provocaron más de 6.000 muertos. “Una tercera intifada puede provocar un retroceso de 25 años en Gaza”, advirtió el diario Yediot Aharonot. Pero esa verruga que no acuerda un minuto de respiro a Israel fue, además, escenario de tres guerras (2008, 2012 y 2014) que resultaron devastadoras para Gaza y traumatizantes para el gobierno, los militares y la opinión pública israelí.

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