/ jueves 8 de febrero de 2024

La Deuda

Hablar de la deuda es hablar de un mal ancestral, algo que no hemos aprendido como humanidad, a pesar del sufrimiento que éste hábito ha demostrado traer vez tras vez a las personas, las familias, las empresas, los municipios, los estados, las naciones, y en general cualquier institución humana.

La deuda parece ser lo más normal dentro de nuestra cultura y del mundo en general, pero la normalidad no es sinónimo de bienestar y libertad, al contrario, la deuda es la condición de sujeción o esclavitud al acreedor, es entregarle a alguien más el derecho de hacernos reclamaciones, nos generamos una relación de servidumbre hacia el acreedor.

Sucede que con la falsa promesa de un alivio momentáneo o poder disfrutar de cosas antes de ganárnoslas, se llega a considerar el crédito como una buena opción, sin embargo, no siempre resulta así, tan solo en éste país ¿cuántos bienes se pierden día con día por cuestión de deuda? por un momento parece que trae cierta satisfacción, pero a la larga trae consecuencias.

No obstante continúa fomentándose el hábito de la deuda. Escuchamos “el que nada debe nada tiene”, “disfruta hoy y paga mañana” y frases que revelan la aceptación cultural de esta práctica.

Pero necesitamos pensar un poco más sobre esto, consideremos por ejemplo, la carga no sólo económica sino mental y emocional que genera el hábito de la deuda. La mente del individuo se enfoca en el pago y no en cómo usar su creatividad para ser productivo. Cuando se llega a perder la liquidez, de lo cual nadie está exento, la agonía y la presión asfixian la estabilidad emocional, intelectual y la salud física.

Todo esto sin contar lo que el hábito de la deuda en los individuos produce en la economía de su sociedad, donde el gobierno tiende a recurrir a la impresión de papel moneda e incentivar el crédito para reactivar una economía caída por la deuda, provocando la inflación, la devaluación de la moneda y la lista de males que vienen como consecuencia. El economista Ludwing Von Mises dijo “No hay forma de evitar el colapso final de todo auge desatado a base de expansión crediticia.”

Al hablar de “hábito” de la deuda, es hablar del mal cultural donde es común que al contraer un crédito, la gente se conforme con hacer los pagos mínimos y no en liquidar su deuda, y en este estado volver a contraer otro crédito y así sucesivamente, sin considerar su propia capacidad para finiquitar la deuda y el costo final que tendrá el crédito el cual llega a inflarse con los intereses. Es muy raro encontrar personas con la disciplina y la responsabilidad necesarias para hacer frente a un crédito para liquidarlo con las mayores ventajas posibles.

Este hábito se desarrolla en todos los niveles del involucramiento humano, por ejemplo, en el gobierno municipal, estatal y federal. Cuando los excesivos gastos de un gobierno en expansión devora la producción del pueblo, aunado a la mala administración, la corrupción y la avaricia, se llega al hábito de la deuda para poder mantener su tamaño y su expansión, rara vez o casi nunca se opta como primer opción recurrir a la reducción del presupuesto. Esto a la larga lo único que incrementa es el riesgo a un mayor desplome financiero.

Aún los niños pueden deducir que no se puede gastar lo que no se tiene, más temprano que tarde, si se saca más de lo que entra, es lógico que se está quebrado. Y cualquiera con noción de administración puede inferir que a la quiebra viene un efecto dominó, la confianza desaparece, la inversión extranjera se esfuma, cierran empresas, se acelera el desempleo, inflación, pobreza, caos.

Y hay algo interesante en la deuda que se da a nivel municipal, estatal y federal, y es que en realidad es la deuda del pueblo, las entidades gubernamentales nunca han producido dinero, lo absorben de los ciudadanos productivos del país, sin embargo, no se ha escuchado que se tome parecer en este asunto al pueblo para que sea él quien decida si quiere aceptar o no la deuda, la cual automáticamente pasa a sus futuras generaciones, porque al fin y al cabo alguien debe pagar.

Bien, el problema central de la deuda es más profundo que el dinero, tiene que ver con la actitud del humano hacia el dinero. La falta de una correcta apreciación de la vida y los principios universales que la rigen, traen como resultado el desarrollo del hábito de la deuda. El texto bíblico instruye sobre estos principios de administración universales, no cometamos el error de considerarlo un texto religioso, impráctico o místico, la ética económica que nos enseña muestra como edificar una sana disciplina financiera.

“Así como el rico gobierna al pobre, el que pide prestado es sirviente del que presta” (Proverbios 22:7)

Si queremos romper con el hábito de la deuda, necesitamos educarnos a nivel personal y familiar en la aplicación de los principios del trabajo, el ahorro y la inversión sabia. A su vez, necesitamos reconocer la importancia de saber elegir a servidores públicos que comprendan lo correcto de la ética en la economía, personas que no vean a los contribuyentes como servidores del estado, sino como parte importante de la sociedad para resolver en unidad los problemas y que todos salgamos beneficiados.

Puedes dejar tus comentarios al correo: metamorfosiscultural2016@gmail.com

Artículo escrito por Lic. Alejandra Pimentel Sánchez. Licenciada en Ciencias de la Familia.

Hablar de la deuda es hablar de un mal ancestral, algo que no hemos aprendido como humanidad, a pesar del sufrimiento que éste hábito ha demostrado traer vez tras vez a las personas, las familias, las empresas, los municipios, los estados, las naciones, y en general cualquier institución humana.

La deuda parece ser lo más normal dentro de nuestra cultura y del mundo en general, pero la normalidad no es sinónimo de bienestar y libertad, al contrario, la deuda es la condición de sujeción o esclavitud al acreedor, es entregarle a alguien más el derecho de hacernos reclamaciones, nos generamos una relación de servidumbre hacia el acreedor.

Sucede que con la falsa promesa de un alivio momentáneo o poder disfrutar de cosas antes de ganárnoslas, se llega a considerar el crédito como una buena opción, sin embargo, no siempre resulta así, tan solo en éste país ¿cuántos bienes se pierden día con día por cuestión de deuda? por un momento parece que trae cierta satisfacción, pero a la larga trae consecuencias.

No obstante continúa fomentándose el hábito de la deuda. Escuchamos “el que nada debe nada tiene”, “disfruta hoy y paga mañana” y frases que revelan la aceptación cultural de esta práctica.

Pero necesitamos pensar un poco más sobre esto, consideremos por ejemplo, la carga no sólo económica sino mental y emocional que genera el hábito de la deuda. La mente del individuo se enfoca en el pago y no en cómo usar su creatividad para ser productivo. Cuando se llega a perder la liquidez, de lo cual nadie está exento, la agonía y la presión asfixian la estabilidad emocional, intelectual y la salud física.

Todo esto sin contar lo que el hábito de la deuda en los individuos produce en la economía de su sociedad, donde el gobierno tiende a recurrir a la impresión de papel moneda e incentivar el crédito para reactivar una economía caída por la deuda, provocando la inflación, la devaluación de la moneda y la lista de males que vienen como consecuencia. El economista Ludwing Von Mises dijo “No hay forma de evitar el colapso final de todo auge desatado a base de expansión crediticia.”

Al hablar de “hábito” de la deuda, es hablar del mal cultural donde es común que al contraer un crédito, la gente se conforme con hacer los pagos mínimos y no en liquidar su deuda, y en este estado volver a contraer otro crédito y así sucesivamente, sin considerar su propia capacidad para finiquitar la deuda y el costo final que tendrá el crédito el cual llega a inflarse con los intereses. Es muy raro encontrar personas con la disciplina y la responsabilidad necesarias para hacer frente a un crédito para liquidarlo con las mayores ventajas posibles.

Este hábito se desarrolla en todos los niveles del involucramiento humano, por ejemplo, en el gobierno municipal, estatal y federal. Cuando los excesivos gastos de un gobierno en expansión devora la producción del pueblo, aunado a la mala administración, la corrupción y la avaricia, se llega al hábito de la deuda para poder mantener su tamaño y su expansión, rara vez o casi nunca se opta como primer opción recurrir a la reducción del presupuesto. Esto a la larga lo único que incrementa es el riesgo a un mayor desplome financiero.

Aún los niños pueden deducir que no se puede gastar lo que no se tiene, más temprano que tarde, si se saca más de lo que entra, es lógico que se está quebrado. Y cualquiera con noción de administración puede inferir que a la quiebra viene un efecto dominó, la confianza desaparece, la inversión extranjera se esfuma, cierran empresas, se acelera el desempleo, inflación, pobreza, caos.

Y hay algo interesante en la deuda que se da a nivel municipal, estatal y federal, y es que en realidad es la deuda del pueblo, las entidades gubernamentales nunca han producido dinero, lo absorben de los ciudadanos productivos del país, sin embargo, no se ha escuchado que se tome parecer en este asunto al pueblo para que sea él quien decida si quiere aceptar o no la deuda, la cual automáticamente pasa a sus futuras generaciones, porque al fin y al cabo alguien debe pagar.

Bien, el problema central de la deuda es más profundo que el dinero, tiene que ver con la actitud del humano hacia el dinero. La falta de una correcta apreciación de la vida y los principios universales que la rigen, traen como resultado el desarrollo del hábito de la deuda. El texto bíblico instruye sobre estos principios de administración universales, no cometamos el error de considerarlo un texto religioso, impráctico o místico, la ética económica que nos enseña muestra como edificar una sana disciplina financiera.

“Así como el rico gobierna al pobre, el que pide prestado es sirviente del que presta” (Proverbios 22:7)

Si queremos romper con el hábito de la deuda, necesitamos educarnos a nivel personal y familiar en la aplicación de los principios del trabajo, el ahorro y la inversión sabia. A su vez, necesitamos reconocer la importancia de saber elegir a servidores públicos que comprendan lo correcto de la ética en la economía, personas que no vean a los contribuyentes como servidores del estado, sino como parte importante de la sociedad para resolver en unidad los problemas y que todos salgamos beneficiados.

Puedes dejar tus comentarios al correo: metamorfosiscultural2016@gmail.com

Artículo escrito por Lic. Alejandra Pimentel Sánchez. Licenciada en Ciencias de la Familia.

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