/ sábado 16 de marzo de 2024

Las Mujeres y el Sufragismo en México (1922-1947)

Sin lugar a dudas, uno de los capítulos más interesantes en la historia política de México, ha sido el movimiento sufragista protagonizado por mujeres. Aunque poco estudiado dentro de la historiografía nacional, respecto a otras temáticas que han merecido la atención investigativa de historiadores (hombres y mujeres), politólogos, juristas, etc. Por “Sufragismo” podemos entender aquel movimiento social y político organizado por mujeres, en la que el objeto de discusión, debate y demanda institucional, fue el reconocimiento de sus derechos electorales. Para darnos una idea de cómo se gestó, es necesario mirar a lo hechos en los Estados Unidos con sus líderes Susan B. Anthony, Lucy Stone, Elizabeth Cady Estanton, Lucretia Mott, entre otras feministas no menos importantes, quienes se trazaron como objetivos hacia la segunda mitad del siglo XIX, ir consiguiendo el voto a través de organizaciones feministas y abolicionistas en todo el territorio de su país.

En efecto, los primeros estados que aprobaron el sufragio de las mujeres fueron Wyoming, Utah, Colorado, hasta que en 1919 se legisló en el congreso este derecho electoral para expedirse como ley un año después. Es decir, la consecución del voto fue iniciada desde las propias experiencias en cada uno de los estados, que las iban poniendo en práctica dentro de sus legislaciones locales.

En México, sucedió algo parecido. Las primeras experiencias electorales de las mujeres, fueron originadas en cinco estados que a la posteridad, se convirtieron en los pioneros por haber legislado este derecho en sus espacios geográficos.

El primer estado en reconocer la igualdad electoral entre hombres y mujeres, ha sido Yucatán en 1922 bajo la gubernatura de Felipe Carrillo Puerto.

Este logro no fue una concesión sino más bien, el resultado de las demandas de muchas mujeres que se sumaron al proyecto político del ejecutivo; como resultado de la integración, Rosa Torres fue electa primera regidora del ayuntamiento de Mérida, en tanto Elvia Carrillo Puerto, Raquel Dzib y Beatriz Peniche, ganaron sus escaños como las primeras diputadas locales tras una ardua campaña.

La segunda entidad en aplicar una reforma electoral para integrar a las mujeres, fue San Luis Potosí con la Ley del 8 de enero de 1923. Aunque este derecho se reservó a las féminas que supieran leer y escribir, lo que preparó su incursión en las elecciones municipales de 1924 y en las estatales de 1925. Pese a este logro, lo cierto fue que hasta 1955, la capital potosina tuvo a una alcaldesa interina en la figura de Socorro Blanc Ruiz.

El tercer estado que legisló el derecho electoral femenino, ha sido Tabasco con la puesta en marcha de su decreto en marzo de 1925, promovido por el gobernador Tomás Garrido Canabal. Lo curioso es que a diferencia de Yucatán, las mujeres tabasqueñas sólo pudieron ocupar la tercera parte de las regidurías municipales, sin poder alcanzar el puesto como alcaldesa o diputadas. El decreto estableció además, que sólo las mujeres debidamente instruidas pudieran ejercer el voto; resultando entonces, que las regidurías estuvieran encabezadas generalmente por las maestras normalistas y mujeres de las clases altas.

Nombres como Celerina Oropeza, Reynalda Hernández, Concepción Giménez, entre otras tantas, ganaron los puestos de representación gracias al sufragio de sus congéneres. Mientras que María Luisa Chacón, impulsó al Partido Feminista Radical de Tabasco con el fin de ampliar el derecho electoral hacia los comicios para diputados.

La cuarta entidad en haber instaurado el voto femenino, fue Chiapas tras una reforma política realizada en mayo de 1925. Gracias a esto, la maestra normalista Florinda Lazos León ganó su candidatura y la elección como primera diputada para el bienio de 1926-1928. Finalmente, el estado de Puebla en su artículo 33 del 16 de marzo de 1936, introdujo el derecho electoral a sus mujeres mediante una reforma; lo que permitió, que éstas participaran en los comicios municipales a partir del día 26 del mismo mes. Con dichos cambios políticos, Antonia González ganó un puesto como primera regidora en Puebla.

Las experiencias de estas mujeres, sentaron las bases de un movimiento sufragista mexicano, que supo encontrar un espacio dentro de los proyectos políticos de gobernadores emanados de la Revolución. La mayoría fueron feministas y participaron activamente en mejorar las condiciones sociales de sus congéneres. Por eso, cuando en 1947 se reformó el artículo 115 constitucional bajo el sexenio de Miguel Alemán, la introducción del voto femenino en los comicios municipales en todo el país, no fue algo novedoso para las mujeres de las cinco entidades pioneras; puesto que ya tenían una praxis de cómo lograr una candidatura, imponerse en las elecciones locales y asumir los puestos de representación popular por el cual fueron electas. Sin embargo, para el resto de las mexicanas, significó el inicio del reconocimiento institucional a sus derechos electorales, una experiencia nueva que las marcó como ciudadanas. Pese a que se han logrado muchas cosas en materia de igualdad y equidad política; lo cierto, es que el movimiento sufragista de mujeres en México está más presente que nunca. Ahora, el propósito se ha centrado en las candidaturas femeninas al nivel del poder ejecutivo estatal y nacional. Por lo que este año, Guanajuato tendrá históricamente a una mujer como primera gobernadora y el país a una presidenta.

Sin lugar a dudas, uno de los capítulos más interesantes en la historia política de México, ha sido el movimiento sufragista protagonizado por mujeres. Aunque poco estudiado dentro de la historiografía nacional, respecto a otras temáticas que han merecido la atención investigativa de historiadores (hombres y mujeres), politólogos, juristas, etc. Por “Sufragismo” podemos entender aquel movimiento social y político organizado por mujeres, en la que el objeto de discusión, debate y demanda institucional, fue el reconocimiento de sus derechos electorales. Para darnos una idea de cómo se gestó, es necesario mirar a lo hechos en los Estados Unidos con sus líderes Susan B. Anthony, Lucy Stone, Elizabeth Cady Estanton, Lucretia Mott, entre otras feministas no menos importantes, quienes se trazaron como objetivos hacia la segunda mitad del siglo XIX, ir consiguiendo el voto a través de organizaciones feministas y abolicionistas en todo el territorio de su país.

En efecto, los primeros estados que aprobaron el sufragio de las mujeres fueron Wyoming, Utah, Colorado, hasta que en 1919 se legisló en el congreso este derecho electoral para expedirse como ley un año después. Es decir, la consecución del voto fue iniciada desde las propias experiencias en cada uno de los estados, que las iban poniendo en práctica dentro de sus legislaciones locales.

En México, sucedió algo parecido. Las primeras experiencias electorales de las mujeres, fueron originadas en cinco estados que a la posteridad, se convirtieron en los pioneros por haber legislado este derecho en sus espacios geográficos.

El primer estado en reconocer la igualdad electoral entre hombres y mujeres, ha sido Yucatán en 1922 bajo la gubernatura de Felipe Carrillo Puerto.

Este logro no fue una concesión sino más bien, el resultado de las demandas de muchas mujeres que se sumaron al proyecto político del ejecutivo; como resultado de la integración, Rosa Torres fue electa primera regidora del ayuntamiento de Mérida, en tanto Elvia Carrillo Puerto, Raquel Dzib y Beatriz Peniche, ganaron sus escaños como las primeras diputadas locales tras una ardua campaña.

La segunda entidad en aplicar una reforma electoral para integrar a las mujeres, fue San Luis Potosí con la Ley del 8 de enero de 1923. Aunque este derecho se reservó a las féminas que supieran leer y escribir, lo que preparó su incursión en las elecciones municipales de 1924 y en las estatales de 1925. Pese a este logro, lo cierto fue que hasta 1955, la capital potosina tuvo a una alcaldesa interina en la figura de Socorro Blanc Ruiz.

El tercer estado que legisló el derecho electoral femenino, ha sido Tabasco con la puesta en marcha de su decreto en marzo de 1925, promovido por el gobernador Tomás Garrido Canabal. Lo curioso es que a diferencia de Yucatán, las mujeres tabasqueñas sólo pudieron ocupar la tercera parte de las regidurías municipales, sin poder alcanzar el puesto como alcaldesa o diputadas. El decreto estableció además, que sólo las mujeres debidamente instruidas pudieran ejercer el voto; resultando entonces, que las regidurías estuvieran encabezadas generalmente por las maestras normalistas y mujeres de las clases altas.

Nombres como Celerina Oropeza, Reynalda Hernández, Concepción Giménez, entre otras tantas, ganaron los puestos de representación gracias al sufragio de sus congéneres. Mientras que María Luisa Chacón, impulsó al Partido Feminista Radical de Tabasco con el fin de ampliar el derecho electoral hacia los comicios para diputados.

La cuarta entidad en haber instaurado el voto femenino, fue Chiapas tras una reforma política realizada en mayo de 1925. Gracias a esto, la maestra normalista Florinda Lazos León ganó su candidatura y la elección como primera diputada para el bienio de 1926-1928. Finalmente, el estado de Puebla en su artículo 33 del 16 de marzo de 1936, introdujo el derecho electoral a sus mujeres mediante una reforma; lo que permitió, que éstas participaran en los comicios municipales a partir del día 26 del mismo mes. Con dichos cambios políticos, Antonia González ganó un puesto como primera regidora en Puebla.

Las experiencias de estas mujeres, sentaron las bases de un movimiento sufragista mexicano, que supo encontrar un espacio dentro de los proyectos políticos de gobernadores emanados de la Revolución. La mayoría fueron feministas y participaron activamente en mejorar las condiciones sociales de sus congéneres. Por eso, cuando en 1947 se reformó el artículo 115 constitucional bajo el sexenio de Miguel Alemán, la introducción del voto femenino en los comicios municipales en todo el país, no fue algo novedoso para las mujeres de las cinco entidades pioneras; puesto que ya tenían una praxis de cómo lograr una candidatura, imponerse en las elecciones locales y asumir los puestos de representación popular por el cual fueron electas. Sin embargo, para el resto de las mexicanas, significó el inicio del reconocimiento institucional a sus derechos electorales, una experiencia nueva que las marcó como ciudadanas. Pese a que se han logrado muchas cosas en materia de igualdad y equidad política; lo cierto, es que el movimiento sufragista de mujeres en México está más presente que nunca. Ahora, el propósito se ha centrado en las candidaturas femeninas al nivel del poder ejecutivo estatal y nacional. Por lo que este año, Guanajuato tendrá históricamente a una mujer como primera gobernadora y el país a una presidenta.