/ lunes 11 de marzo de 2024

Rencor

Desde que comenzó este nuevo conflicto entre el ejército de Israel y las milicias de Hamas a partir del 07 de octubre del 2023, han fallecido más de 40 mil civiles palestinos, principalmente niños y mujeres que nada tuvieron que ver en el casus belli, pero en quien están sembrando un nuevo rencor adicional al que ya tienen genéticamente por milenios de desacuerdos religiosos y raciales.

Este genocidio, que está cometiendo el ejército de Israel, es aún más descarado que el nazi. Tal vez porque los nazis sabían que tarde o temprano serían llevados a juicio, intentaban ocultar lo que hacían a los ojos del pueblo alemán y de la comunidad internacional. Sin embargo Israel lanza bombas a civiles frente a las narices de todos sin temor a las consecuencias, luego de una campaña de desinformación que ya se ha corroborado como falsa, donde afirmaban que tras la incursión de Hamas al territorio Israelí en octubre, habían decapitado a bebés y menores de edad, noticia que no se pudo comprobar, pero que el propio Biden confirmó como cierta en un inicio para justificar el apoyo incondicional a Israel (a nadie le parecerá raro que los norteamericanos se apoyen en una fake news para iniciar un conflicto), porque nadie levantaría la voz si se extermina a quien decapita bebés.

Esta no es una guerra simétrica entre dos ejércitos regulares, sino el exterminio a sangre fría de un pueblo, y el genocidio cultural de Gaza, una de las ciudades más antiguas de la humanidad (la referencia más temprana a la ciudad data del reinado de Tutmosis III en el siglo xv a. C), por lo que Sudáfrica presentó un caso ante la Corte Internacional de Justicia, acusando a Israel de incumplir sus obligaciones bajo la Convención sobre el Genocidio de 1948, cuando, el fatídico 12 de febrero del 2024, cientos de personas, incluidos niños, murieron como resultado de ataques aéreos y bombardeos israelíes “extremadamente intensos” que golpearon múltiples lugares en Rafah, una pequeña ciudad fronteriza al sur de Gaza donde se refugiaban un millón y medio de civiles palestinos porque la ONU y el propio ejército israelí lo habían declarado “zona segura”, en un acto deliberado para matar tantos más civiles fuera posible. Los concentraron hacinados en el hospital de una franja fronteriza con Egipto para luego bombardearlos y ametrallarlos.

Pese a que mis antepasados eran fenicios, nunca he entendido a los musulmanes, lo que no significa que deban ser exterminados. Uno de mis tatarabuelos era maronita y después de quedar huérfano a muy corta edad, fue expulsado por problemas religiosos del Líbano, que junto con Armenia y Siria, alojaba grandes poblaciones cristianas dentro de lo que entonces era el Imperio Turco Otomano.

Si él no hubiese llegado a México, tal vez yo no existiría, pero la desgracia de su niñez no es motivo para que yo guarde rencor alguno hacia alguna raza o religión.

No es ese el motivo por el que también me molesta el conflicto de Israel con Hezbolá, el problema son los crímenes de lesa humanidad que ha cometido el ejército israelí, a pesar de la oposición de la comunidad internacional y de la oposición también de muchos judíos más sensatos dentro y fuera de Israel.

Y es que quien va sembrando rencor, tiene ya su epitafio y lleva su lápida a cuestas camino al cementerio.

Desde que comenzó este nuevo conflicto entre el ejército de Israel y las milicias de Hamas a partir del 07 de octubre del 2023, han fallecido más de 40 mil civiles palestinos, principalmente niños y mujeres que nada tuvieron que ver en el casus belli, pero en quien están sembrando un nuevo rencor adicional al que ya tienen genéticamente por milenios de desacuerdos religiosos y raciales.

Este genocidio, que está cometiendo el ejército de Israel, es aún más descarado que el nazi. Tal vez porque los nazis sabían que tarde o temprano serían llevados a juicio, intentaban ocultar lo que hacían a los ojos del pueblo alemán y de la comunidad internacional. Sin embargo Israel lanza bombas a civiles frente a las narices de todos sin temor a las consecuencias, luego de una campaña de desinformación que ya se ha corroborado como falsa, donde afirmaban que tras la incursión de Hamas al territorio Israelí en octubre, habían decapitado a bebés y menores de edad, noticia que no se pudo comprobar, pero que el propio Biden confirmó como cierta en un inicio para justificar el apoyo incondicional a Israel (a nadie le parecerá raro que los norteamericanos se apoyen en una fake news para iniciar un conflicto), porque nadie levantaría la voz si se extermina a quien decapita bebés.

Esta no es una guerra simétrica entre dos ejércitos regulares, sino el exterminio a sangre fría de un pueblo, y el genocidio cultural de Gaza, una de las ciudades más antiguas de la humanidad (la referencia más temprana a la ciudad data del reinado de Tutmosis III en el siglo xv a. C), por lo que Sudáfrica presentó un caso ante la Corte Internacional de Justicia, acusando a Israel de incumplir sus obligaciones bajo la Convención sobre el Genocidio de 1948, cuando, el fatídico 12 de febrero del 2024, cientos de personas, incluidos niños, murieron como resultado de ataques aéreos y bombardeos israelíes “extremadamente intensos” que golpearon múltiples lugares en Rafah, una pequeña ciudad fronteriza al sur de Gaza donde se refugiaban un millón y medio de civiles palestinos porque la ONU y el propio ejército israelí lo habían declarado “zona segura”, en un acto deliberado para matar tantos más civiles fuera posible. Los concentraron hacinados en el hospital de una franja fronteriza con Egipto para luego bombardearlos y ametrallarlos.

Pese a que mis antepasados eran fenicios, nunca he entendido a los musulmanes, lo que no significa que deban ser exterminados. Uno de mis tatarabuelos era maronita y después de quedar huérfano a muy corta edad, fue expulsado por problemas religiosos del Líbano, que junto con Armenia y Siria, alojaba grandes poblaciones cristianas dentro de lo que entonces era el Imperio Turco Otomano.

Si él no hubiese llegado a México, tal vez yo no existiría, pero la desgracia de su niñez no es motivo para que yo guarde rencor alguno hacia alguna raza o religión.

No es ese el motivo por el que también me molesta el conflicto de Israel con Hezbolá, el problema son los crímenes de lesa humanidad que ha cometido el ejército israelí, a pesar de la oposición de la comunidad internacional y de la oposición también de muchos judíos más sensatos dentro y fuera de Israel.

Y es que quien va sembrando rencor, tiene ya su epitafio y lleva su lápida a cuestas camino al cementerio.