/ miércoles 22 de mayo de 2024

Biodiversidad

“Es un error básico tratar a la Tierra como si fuera un negocio en liquidación”. Herman Daly.

Con los avances que la investigación científica nos presenta, parece que el conocimiento humano no tiene límites, pero sí los hay, sería lo que no podemos comprender, lo inimaginable actual y lo por venir, lo desconocido el día de hoy. El pensamiento, a diferencia del conocimiento, no tiene barreras, la imaginación las echa por tierra y tarde o temprano lo hoy desconocido dejará de ser un enigma. Basta recordar al florentino Leonardo Da Vinci, quien hace más de cinco siglos mostró con bocetos y diagramas el planeador, el helicóptero, el aerodeslizador, el submarino. Máquinas que en su tiempo parecían sueños disparatados, utópicos. Y qué decir del “hombre de Vitruvio” la perfecta representación gráfica de proporciones ideales del cuerpo humano, apunte al que no se le puede hacer corrección alguna.

Temas inagotables del cerebro humano. Sin embargo, para ello se requiere el concurso del medio ambiente que nos rodea. La dependencia humana y en general de los seres vivos no se limita a lo cercano, a lo que captan los sentidos, a una aldea, a un país, a un Continente. Si bien, en la actualidad nos preocupa el cuidado del planeta Tierra, no es difícil que en un futuro se descubra que, además del sol, la vida del globo terrestre también tenga sometimiento más allá de lo que lo que ahora sabemos.

Empero, antes de depender de los productos creados por el hombre, los seres vivos estamos sujetos a los recursos naturales. La gente depende del aire que se respira, del agua que calma la sed; de la madera, del metal o del ladrillo para construir la casa familiar; de la fibra del algodón, del pelo de la oveja, del fruto del naranjo o del grano del maíz por mencionar algunos ejemplos simples que mantienen con vida al ser humano. Es tan amplia nuestra dependencia que se extiende a animales, plantas, hongos y microorganismos que se relacionan entre sí para configurar el ecosistema. En otras palabras, a la biodiversidad, una increíble y extensa gama de elementos como enorme abanico abierto necesario para la conservación de la vida en que ahora se incluye a la diversidad genética de cada individuo respecto a otro de su misma especie. No obstante, por más inventos que sean desarrollados, no hay ni habrá sustitutos para lo que la madre naturaleza nos da. Somos una especie que ha evolucionado como parte de las cadenas tróficas y ecológicas que regulan la vida en el planeta.

Pero la insana ambición de poseer más y más a costa de destruir lo que pertenece a de todos, me parecen paladas de tierra que cavan lo que puede ser la tumba de la humanidad. Se menosprecia el bien de la convivencia, el derecho que tiene cualquier habitante del mundo conocido. Se es víctima de ideologías compuestas por intereses incoherentes y consumistas más frecuentes en países en desarrollo y subdesarrollados. El Dr. Donald Falk de la Universidad de Arizona sentenció “las especies son como ladrillos en la construcción de un edificio, podemos perder una o dos docenas de ladrillos sin que la casa se tambalee, pero si desaparece el 20%, la estructura entera se desestabiliza y se derrumba. Así funciona un ecosistema”.

El lado bueno es que hay organizaciones y grupos que trabajan con afán por recuperar esos ladrillos perdidos, uno de ellos es un grupo de entusiastas médicos que se organizan para plantar árboles, adoptarlos como hijos, mantener su salud y verlos crecer hasta que se defiendan por sí mismos.

flokay33@gmail.com

“Es un error básico tratar a la Tierra como si fuera un negocio en liquidación”. Herman Daly.

Con los avances que la investigación científica nos presenta, parece que el conocimiento humano no tiene límites, pero sí los hay, sería lo que no podemos comprender, lo inimaginable actual y lo por venir, lo desconocido el día de hoy. El pensamiento, a diferencia del conocimiento, no tiene barreras, la imaginación las echa por tierra y tarde o temprano lo hoy desconocido dejará de ser un enigma. Basta recordar al florentino Leonardo Da Vinci, quien hace más de cinco siglos mostró con bocetos y diagramas el planeador, el helicóptero, el aerodeslizador, el submarino. Máquinas que en su tiempo parecían sueños disparatados, utópicos. Y qué decir del “hombre de Vitruvio” la perfecta representación gráfica de proporciones ideales del cuerpo humano, apunte al que no se le puede hacer corrección alguna.

Temas inagotables del cerebro humano. Sin embargo, para ello se requiere el concurso del medio ambiente que nos rodea. La dependencia humana y en general de los seres vivos no se limita a lo cercano, a lo que captan los sentidos, a una aldea, a un país, a un Continente. Si bien, en la actualidad nos preocupa el cuidado del planeta Tierra, no es difícil que en un futuro se descubra que, además del sol, la vida del globo terrestre también tenga sometimiento más allá de lo que lo que ahora sabemos.

Empero, antes de depender de los productos creados por el hombre, los seres vivos estamos sujetos a los recursos naturales. La gente depende del aire que se respira, del agua que calma la sed; de la madera, del metal o del ladrillo para construir la casa familiar; de la fibra del algodón, del pelo de la oveja, del fruto del naranjo o del grano del maíz por mencionar algunos ejemplos simples que mantienen con vida al ser humano. Es tan amplia nuestra dependencia que se extiende a animales, plantas, hongos y microorganismos que se relacionan entre sí para configurar el ecosistema. En otras palabras, a la biodiversidad, una increíble y extensa gama de elementos como enorme abanico abierto necesario para la conservación de la vida en que ahora se incluye a la diversidad genética de cada individuo respecto a otro de su misma especie. No obstante, por más inventos que sean desarrollados, no hay ni habrá sustitutos para lo que la madre naturaleza nos da. Somos una especie que ha evolucionado como parte de las cadenas tróficas y ecológicas que regulan la vida en el planeta.

Pero la insana ambición de poseer más y más a costa de destruir lo que pertenece a de todos, me parecen paladas de tierra que cavan lo que puede ser la tumba de la humanidad. Se menosprecia el bien de la convivencia, el derecho que tiene cualquier habitante del mundo conocido. Se es víctima de ideologías compuestas por intereses incoherentes y consumistas más frecuentes en países en desarrollo y subdesarrollados. El Dr. Donald Falk de la Universidad de Arizona sentenció “las especies son como ladrillos en la construcción de un edificio, podemos perder una o dos docenas de ladrillos sin que la casa se tambalee, pero si desaparece el 20%, la estructura entera se desestabiliza y se derrumba. Así funciona un ecosistema”.

El lado bueno es que hay organizaciones y grupos que trabajan con afán por recuperar esos ladrillos perdidos, uno de ellos es un grupo de entusiastas médicos que se organizan para plantar árboles, adoptarlos como hijos, mantener su salud y verlos crecer hasta que se defiendan por sí mismos.

flokay33@gmail.com