/ domingo 6 de noviembre de 2022

Sol Y Sombras

Quiero compartirle querido lector en esta columna, la felicidad y la sorpresa de haber sido elegida, después de enviar mi postulación, para participar en la primera edición de WIN mujeres en las noticias en América Latina, organizado por WAN-IFRA y la google news initiative, somos 17 mujeres de América Latina que tenemos la responsabilidad de dirigir medios de comunicación y que ha sido muy revelador, en apenas las primeras sesiones, darme cuenta que compartimos los mismos retos, por demostrar que somos aptas para liderar estos equipos de trabajo al igual que lo harían los hombres.

Lamentablemente en la condición de mujeres y sin afán de victimizarnos, el reto implica un esfuerzo doble ante todas las demostraciones de violencia que cultural e históricamente hemos tenido que enfrentar.

Le comparto algunos datos que el pasado 8 de marzo de 2019, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) publicó en el informe “Mujeres Periodistas y Libertad de Expresión: Discriminación y violencia basada en el género contra las mujeres periodistas por el ejercicio de su profesión”, desarrollado en coordinación con la Relatoría sobre los Derechos de las Mujeres de la CIDH.

El informe releva la situación de las mujeres periodistas en América latina y examina las obligaciones de los Estados y del sector privado en la eliminación de los principales obstáculos y riesgos especiales o adicionales que enfrentan las mujeres periodistas en el ejercicio de su libertad de expresión y que están relacionadas con la desigualdad y discriminación contra las mujeres basada en su género.

Aunque en los últimos años ha aumentado el número de mujeres que ejercen el periodismo, los patrones arraigados de discriminación por motivos de género aún “representan un enorme desafío para la capacidad de la mujer para iniciar y llevar a cabo una carrera en el ámbito del periodismo en igualdad de condiciones con el hombre”, las experiencias reportadas por las propias mujeres periodistas en los últimos años confirman esta tendencia, que parece haberse agravado en el marco de la pandemia por COVID-19.

Estos patrones de discriminación limitan el acceso de las mujeres a los medios de comunicación, restringen el tipo de tareas y/o temáticas que se les permite abordar y demuestran que las decisiones sobre el acceso de las mujeres a oportunidades laborales, ascensos y/o aumentos salariales no se basan en criterios objetivos, sino que reflejan y perpetúan estereotipos de género hacia ellas.

Cuando finalmente algunas mujeres logran vencer estas barreras y acceden a los medios de comunicación, las mujeres periodistas y las trabajadoras de los medios de comunicación deben enfrentar prácticas de segregación horizontal y vertical, desigualdades salariales, un alto nivel de precarización laboral y otras formas de discriminación interseccional.

La segregación ocupacional es un fenómeno extendido en el mercado laboral en todo el mundo. Se manifiesta a través de patrones de división de tareas en virtud de los cuales las mujeres y los hombres están “concentrados en diferentes tipos y en diferentes niveles de actividad y de empleo”, que les son asignados en virtud de prejuicios y/o estereotipos de género. Esta segregación es “horizontal” cuando las mujeres están sobre representadas en determinados tipos de ocupaciones y/o cuando “las mujeres y los varones se distribuyen de manera diferente entre ramas de la actividad económica y ocupaciones del mismo nivel”, esta segregación constituye una forma de discriminación por motivos de género y se traduce en “diferencias en materia de poder, calificaciones, ingresos y oportunidades”

El término “techo de cristal”, me dejó con la boca abierta, pues lo hemos vivido muchos años, pero hasta ahora le puse nombre, hace referencia a los obstáculos basados en sesgos de género que impiden o dificultan que las mujeres accedan a altos puestos de decisión y/o dirección en las empresas.

Estos obstáculos representan una forma de discriminación contra las mujeres en el ámbito laboral que también afecta a las mujeres periodistas y trabajadoras de los medios de comunicación.

En toda Latinoamérica, la presencia de mujeres tanto en los cargos jerárquicos al interior de las redacciones como en los puestos de gobierno y alta gerencia de las empresas periodísticas es escasa.

En 2016, la Federación Internacional de Periodistas (FIP) reportó que la representación de las mujeres en los puestos de dirección de las empresas de medios de América Latina era inferior al 25%.

Los datos relevados en los últimos años sugieren que esta tendencia no ha cambiado significativamente, en México, sobre una muestra de 392 periodistas y trabajadoras de los medios de comunicación revelada en un estudio realizado en 2019, el 47% señaló que no tenía ni había tenido personal a su cargo, asimismo, de un total de 22 medios impresos o digitales relevados en 2020, sólo cuatro tenían paridad de género o mayoría de mujeres en “cargos directivos o coordinaciones”, en dos de ellos, no había ninguna mujer contratada en estos cargos. Además, de un total de 280 cargos jerárquicos relevados, sólo el 22% eran ocupados por mujeres.

Esta estadística se repite en casi todos los sectores productivos de las sociedades, pero se acentúa en los medios de comunicación, por seguir considerando que se trata de un trabajo de alto riesgo y por lo tanto, los más aptos para ejercerlos son los varones, aunque miles de mujeres en todo el mundo hemos demostrado poder realizarlos, aun en las situaciones más extremas.

Y si hablamos de acoso y violencia sexual, los datos son preocupantes, al saber lo que ocurre dentro de las redacciones, basta recordar lo ocurrido y revelado en Estados Unidos, durante 2017, cuando los medios de comunicación dieron a conocer un conjunto de denuncias por actos de acoso y violencia sexual presuntamente cometidos por reconocidos periodistas y directivos de los medios de comunicación, dentro y fuera del ámbito laboral.

En ese país, el movimiento #MeToo contribuyó a generar las condiciones para que las periodistas y trabajadoras de los medios de comunicación, y otros grupos de mujeres de diferentes países, visibilizaran las situaciones de violencia basada en género que experimentan en distintos ámbitos de su vida profesional, laboral o académica, gracias a eso, en 2019, las periodistas mexicanas utilizaron las redes sociales para dar a conocer sus testimonios sobre las experiencias de acoso sexual que habían experimentado al interior de los medios de comunicación a través de la etiqueta #MetooPeriodistasMexicanas, aún falta mucho por hacer en estos temas, pero afortunadamente los avances comienzan a llegar para América latina, donde hoy, contamos con estadísticas que permiten visibilizar el problema, generar un diagnóstico y encontrar caminos de solución, para las nuevas generaciones de reporteras.

Quiero compartirle querido lector en esta columna, la felicidad y la sorpresa de haber sido elegida, después de enviar mi postulación, para participar en la primera edición de WIN mujeres en las noticias en América Latina, organizado por WAN-IFRA y la google news initiative, somos 17 mujeres de América Latina que tenemos la responsabilidad de dirigir medios de comunicación y que ha sido muy revelador, en apenas las primeras sesiones, darme cuenta que compartimos los mismos retos, por demostrar que somos aptas para liderar estos equipos de trabajo al igual que lo harían los hombres.

Lamentablemente en la condición de mujeres y sin afán de victimizarnos, el reto implica un esfuerzo doble ante todas las demostraciones de violencia que cultural e históricamente hemos tenido que enfrentar.

Le comparto algunos datos que el pasado 8 de marzo de 2019, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) publicó en el informe “Mujeres Periodistas y Libertad de Expresión: Discriminación y violencia basada en el género contra las mujeres periodistas por el ejercicio de su profesión”, desarrollado en coordinación con la Relatoría sobre los Derechos de las Mujeres de la CIDH.

El informe releva la situación de las mujeres periodistas en América latina y examina las obligaciones de los Estados y del sector privado en la eliminación de los principales obstáculos y riesgos especiales o adicionales que enfrentan las mujeres periodistas en el ejercicio de su libertad de expresión y que están relacionadas con la desigualdad y discriminación contra las mujeres basada en su género.

Aunque en los últimos años ha aumentado el número de mujeres que ejercen el periodismo, los patrones arraigados de discriminación por motivos de género aún “representan un enorme desafío para la capacidad de la mujer para iniciar y llevar a cabo una carrera en el ámbito del periodismo en igualdad de condiciones con el hombre”, las experiencias reportadas por las propias mujeres periodistas en los últimos años confirman esta tendencia, que parece haberse agravado en el marco de la pandemia por COVID-19.

Estos patrones de discriminación limitan el acceso de las mujeres a los medios de comunicación, restringen el tipo de tareas y/o temáticas que se les permite abordar y demuestran que las decisiones sobre el acceso de las mujeres a oportunidades laborales, ascensos y/o aumentos salariales no se basan en criterios objetivos, sino que reflejan y perpetúan estereotipos de género hacia ellas.

Cuando finalmente algunas mujeres logran vencer estas barreras y acceden a los medios de comunicación, las mujeres periodistas y las trabajadoras de los medios de comunicación deben enfrentar prácticas de segregación horizontal y vertical, desigualdades salariales, un alto nivel de precarización laboral y otras formas de discriminación interseccional.

La segregación ocupacional es un fenómeno extendido en el mercado laboral en todo el mundo. Se manifiesta a través de patrones de división de tareas en virtud de los cuales las mujeres y los hombres están “concentrados en diferentes tipos y en diferentes niveles de actividad y de empleo”, que les son asignados en virtud de prejuicios y/o estereotipos de género. Esta segregación es “horizontal” cuando las mujeres están sobre representadas en determinados tipos de ocupaciones y/o cuando “las mujeres y los varones se distribuyen de manera diferente entre ramas de la actividad económica y ocupaciones del mismo nivel”, esta segregación constituye una forma de discriminación por motivos de género y se traduce en “diferencias en materia de poder, calificaciones, ingresos y oportunidades”

El término “techo de cristal”, me dejó con la boca abierta, pues lo hemos vivido muchos años, pero hasta ahora le puse nombre, hace referencia a los obstáculos basados en sesgos de género que impiden o dificultan que las mujeres accedan a altos puestos de decisión y/o dirección en las empresas.

Estos obstáculos representan una forma de discriminación contra las mujeres en el ámbito laboral que también afecta a las mujeres periodistas y trabajadoras de los medios de comunicación.

En toda Latinoamérica, la presencia de mujeres tanto en los cargos jerárquicos al interior de las redacciones como en los puestos de gobierno y alta gerencia de las empresas periodísticas es escasa.

En 2016, la Federación Internacional de Periodistas (FIP) reportó que la representación de las mujeres en los puestos de dirección de las empresas de medios de América Latina era inferior al 25%.

Los datos relevados en los últimos años sugieren que esta tendencia no ha cambiado significativamente, en México, sobre una muestra de 392 periodistas y trabajadoras de los medios de comunicación revelada en un estudio realizado en 2019, el 47% señaló que no tenía ni había tenido personal a su cargo, asimismo, de un total de 22 medios impresos o digitales relevados en 2020, sólo cuatro tenían paridad de género o mayoría de mujeres en “cargos directivos o coordinaciones”, en dos de ellos, no había ninguna mujer contratada en estos cargos. Además, de un total de 280 cargos jerárquicos relevados, sólo el 22% eran ocupados por mujeres.

Esta estadística se repite en casi todos los sectores productivos de las sociedades, pero se acentúa en los medios de comunicación, por seguir considerando que se trata de un trabajo de alto riesgo y por lo tanto, los más aptos para ejercerlos son los varones, aunque miles de mujeres en todo el mundo hemos demostrado poder realizarlos, aun en las situaciones más extremas.

Y si hablamos de acoso y violencia sexual, los datos son preocupantes, al saber lo que ocurre dentro de las redacciones, basta recordar lo ocurrido y revelado en Estados Unidos, durante 2017, cuando los medios de comunicación dieron a conocer un conjunto de denuncias por actos de acoso y violencia sexual presuntamente cometidos por reconocidos periodistas y directivos de los medios de comunicación, dentro y fuera del ámbito laboral.

En ese país, el movimiento #MeToo contribuyó a generar las condiciones para que las periodistas y trabajadoras de los medios de comunicación, y otros grupos de mujeres de diferentes países, visibilizaran las situaciones de violencia basada en género que experimentan en distintos ámbitos de su vida profesional, laboral o académica, gracias a eso, en 2019, las periodistas mexicanas utilizaron las redes sociales para dar a conocer sus testimonios sobre las experiencias de acoso sexual que habían experimentado al interior de los medios de comunicación a través de la etiqueta #MetooPeriodistasMexicanas, aún falta mucho por hacer en estos temas, pero afortunadamente los avances comienzan a llegar para América latina, donde hoy, contamos con estadísticas que permiten visibilizar el problema, generar un diagnóstico y encontrar caminos de solución, para las nuevas generaciones de reporteras.

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