/ martes 30 de abril de 2019

Charlas

El Niño … con mi Yo y sus secuaces

Hoy, 30 de abril, se festejan los niños del mundo.

¡Echemos fuera el niño que traemos dentro y gocemos nuestro día! Embadurnémonos con un mango pelado con las manos y disfrutado a lo bárbaro o con un barquillo de chocolate más grande que nuestra cara.

¡Ya somos niños otra vez! pero… ¿dónde encontraremos nuestra inocencia? Les platicaré a ustedes un cuento que hice hace 16 años… Paulo ahora vive sus 21 años.

DIÁLOGO

Vivencia

Eso de los milagros…

Paulo en sus 5 años

Paulo se encontró en el jardín de la casa, resguardado por un jirón de pasto, un crío de pajarito caído seguramente de su nido. Por más que lo buscamos, su hogar no apareció a la vista. El polluelo ya empezaba a emplumar, pero aún era incapaz de volar.

- ¡Papi… papi…! -me llama con los ojos húmedos de emoción-¿me puedo quedar con él?

A mi respuesta afirmativa, lo besa y con sus dos manitas temblorosas, lo acoge en su seno.

- Papi… papi… ¿Será hijito de los pajaritos a los que les damos de comer? ¿Nos conocerá? ¿Por qué no le damos de comer? –todo hablado entre brincos de sus ojos para el pajarito y para mí.

He de contarles como antecedente, que tenemos dos comederos para aves colgados bajo el entresol de las ramas del árbol guayabo del jardín de la casa. Una de las mayores alegrías de Paulo es cuando entre él y yo los llenamos de semilla preparada..

- ¿Te acuerdas, papi, que una vez vimos volar a un pajarito que se quedó esperando en una rama sin espantarse de nosotros? ¿No habrá sido su mamá? ¿Por qué no la buscamos para darle su pajarito?

Y así, hilvanando sus ilusiones, teje un sueño del que no quisiera despertar para no devolver su tesoro.

Le explico la realidad. Se queda feliz de saber que el polluelo será suyo, todo suyo. Entiende la responsabilidad de cuidarlo para que viva. Abuelita Tere lo orienta: darle alimento de masita colocada en la punta de un palillo, agua, cubrirlo con una tela calientita, ponerlo en la caja de cartón que ella le ofrece sin poder ocultar la emoción contagiada por Paulo que la hace sentirse niña, y ¡por supuesto! le instruye para que no falte la canción de cuna para que el polluelo duerma feliz.

Como estudiado, los pasos se siguen en obediencia. Fácil será adivinar que la caja con el pajarito durmió entre los brazos de Paulo, bajo las cobijas.

Muy temprano, a deshoras, Paulo llama a nuestra recámara. Primero quedito, prudente y después a fuertes manotazos para despertarme.

- ¡Mira, papi… lo cuidé bien… está vivo… pero brinca como si quisiera salirse de la caja… ha de extrañar a su mamá… míralo…! ya levántate para darle de comer y su agua, porque la que le pusimos se le cayó y está toda mojada la caja…

El pajarito está más vivo que ayer. Vivirá.

Cumplimos con darle su alimento y agua. El bebé ya busca y se mueve más. Da brinquitos, aunque muy suaves. Así lo dejamos.

Como tromba entra Paulo a su llegada de la escuela.

- Voy por el pajarito. ‘Orita vuelvo para darle de comer.

Al mostrármelo, algo no me gusta. No digo nada.

-¡Mira papi…lo hemos cuidado bien… está bien vivo, hasta se salió de la caja… lo encontré en el piso.

Así pasan tres días felices y prometedores. El polluelo vive porque muchos han sido nuestros cuidados.

Al cuarto día sigue la rutina: la masita con palillo y el gotero con agua. Aunque se engulle la comida, noto que sus movimientos son más lentos que ayer.

-¡Papi, papi…ya me conoce porque se me queda viendo. Está contento en su casita…! ¿Le puedo dar plátano con el palillo?

Todo es alegría e ilusiones. Hace masilla con la fruta y con expresiones tiernas lo invita a que coma.

Pasan la noche nuevamente juntos, pero su llamado al despertarme por la mañana se adivina angustiado.

-Mira papi… no quiere abrir su piquito para comer y su cabecita se le cae… se la levanto, pero vuelve a agacharse.

El polluelo está mal. Con todo tacto pretendo inducir a Paulo para que él se concientice. Con sus ojito llorosos se me queda viendo en busca de una esperanza. Lo toma con sus manitas, lo besa, lo cobija, lo acurruca y vuelve a preguntarme con su mirada… espera una respuesta que se me queda en la garganta.

- ¿Se va a morir, papi? ¿Por qué está malo si yo lo cuidé mucho?

Trato de tranquilizarlo. Yo mismo no lo estaba. Consternado, le sugiero que lo meta a su camita. Lo dejo solo con su angustia.

Me doy un baño y me arreglo para salir. Voy en busca de Paulo, pero no está en su recámara. Tampoco está el pajarito.

Bajo el primer tramo de la escalera y le veo sus piecitos. Me detengo y con prudencia me percato de la escena: Paulo, envolviendo al polluelo entre sus manitas parece dialogar con la imagen del Sagrado Corazón que preside la sala de la casa.

Con movimientos de su cabecita, refuerza sus quedas palabras que sólo él conoce. La ladea, se yergue, se agacha, le enseña entre sus manitas, como en ofrenda, su ilusión perdida, le levanta la cabeza al pajarito y le muestra a Jesús cómo no se mantiene erguida, de momento se queda quieto, atento, sin decir nada… parece escuchar.

Paulo, de hinojos, no los veo pero es fácil adivinarlo, con sus ojitos llenos de lágrimas, se mantiene unido a Jesús

Se voltea, me ve, frente a frente, con los cachetitos escurridos de gotas de humedad luciéndole como si perlas fueran, me abraza. Espera un milagro… yo, escéptico, incrédulo, veo lo inútil ante el despojo del polluelo.

- Abuelito… ya le dije a Diosito lo de mi pajarito. Él ya lo vió junto conmigo y me dijoque estaba muy bonito, que Él también lo quería, que si se lo podía regalar… y aunque me dió tristeza, le dije que sí, que sí se lo doy porque yo a Él lo quiero mucho, le dije que me lo cuidara y me dijo que lo enterrara bajo el árbol grandote de la llanta… vamos… ¿me ayudas?

Lo acompañé, cavilando el diálogo. Entre él y yo escarbamos… Me dió su tesoro y entre sollozos me pidió:

- Bien al fondo, abuelito, para que no lo vea el gato. A Diosito le va a dar mucho gusto…

Con sonrojo y lágrimas, me oculté de la vista de Paulo.

Si ven el lugar, ahora presume flores silvestres multicolores. ¡Quien dice que no hay milagros!.... FIN DEL CUENTO

Pero....hay una pregunta en el aire… ¿dónde encontraremos nuestra inocencia para ser niño cabal?... difícil de lograrlo pero… ¿qué tal si la suplimos con nuestra conciencia?

FELICIDADES A TU NIÑO QUE TRAES ADENTRO, QUE LO GUARDAS EN TU CORAZÓN.

El Niño … con mi Yo y sus secuaces

Hoy, 30 de abril, se festejan los niños del mundo.

¡Echemos fuera el niño que traemos dentro y gocemos nuestro día! Embadurnémonos con un mango pelado con las manos y disfrutado a lo bárbaro o con un barquillo de chocolate más grande que nuestra cara.

¡Ya somos niños otra vez! pero… ¿dónde encontraremos nuestra inocencia? Les platicaré a ustedes un cuento que hice hace 16 años… Paulo ahora vive sus 21 años.

DIÁLOGO

Vivencia

Eso de los milagros…

Paulo en sus 5 años

Paulo se encontró en el jardín de la casa, resguardado por un jirón de pasto, un crío de pajarito caído seguramente de su nido. Por más que lo buscamos, su hogar no apareció a la vista. El polluelo ya empezaba a emplumar, pero aún era incapaz de volar.

- ¡Papi… papi…! -me llama con los ojos húmedos de emoción-¿me puedo quedar con él?

A mi respuesta afirmativa, lo besa y con sus dos manitas temblorosas, lo acoge en su seno.

- Papi… papi… ¿Será hijito de los pajaritos a los que les damos de comer? ¿Nos conocerá? ¿Por qué no le damos de comer? –todo hablado entre brincos de sus ojos para el pajarito y para mí.

He de contarles como antecedente, que tenemos dos comederos para aves colgados bajo el entresol de las ramas del árbol guayabo del jardín de la casa. Una de las mayores alegrías de Paulo es cuando entre él y yo los llenamos de semilla preparada..

- ¿Te acuerdas, papi, que una vez vimos volar a un pajarito que se quedó esperando en una rama sin espantarse de nosotros? ¿No habrá sido su mamá? ¿Por qué no la buscamos para darle su pajarito?

Y así, hilvanando sus ilusiones, teje un sueño del que no quisiera despertar para no devolver su tesoro.

Le explico la realidad. Se queda feliz de saber que el polluelo será suyo, todo suyo. Entiende la responsabilidad de cuidarlo para que viva. Abuelita Tere lo orienta: darle alimento de masita colocada en la punta de un palillo, agua, cubrirlo con una tela calientita, ponerlo en la caja de cartón que ella le ofrece sin poder ocultar la emoción contagiada por Paulo que la hace sentirse niña, y ¡por supuesto! le instruye para que no falte la canción de cuna para que el polluelo duerma feliz.

Como estudiado, los pasos se siguen en obediencia. Fácil será adivinar que la caja con el pajarito durmió entre los brazos de Paulo, bajo las cobijas.

Muy temprano, a deshoras, Paulo llama a nuestra recámara. Primero quedito, prudente y después a fuertes manotazos para despertarme.

- ¡Mira, papi… lo cuidé bien… está vivo… pero brinca como si quisiera salirse de la caja… ha de extrañar a su mamá… míralo…! ya levántate para darle de comer y su agua, porque la que le pusimos se le cayó y está toda mojada la caja…

El pajarito está más vivo que ayer. Vivirá.

Cumplimos con darle su alimento y agua. El bebé ya busca y se mueve más. Da brinquitos, aunque muy suaves. Así lo dejamos.

Como tromba entra Paulo a su llegada de la escuela.

- Voy por el pajarito. ‘Orita vuelvo para darle de comer.

Al mostrármelo, algo no me gusta. No digo nada.

-¡Mira papi…lo hemos cuidado bien… está bien vivo, hasta se salió de la caja… lo encontré en el piso.

Así pasan tres días felices y prometedores. El polluelo vive porque muchos han sido nuestros cuidados.

Al cuarto día sigue la rutina: la masita con palillo y el gotero con agua. Aunque se engulle la comida, noto que sus movimientos son más lentos que ayer.

-¡Papi, papi…ya me conoce porque se me queda viendo. Está contento en su casita…! ¿Le puedo dar plátano con el palillo?

Todo es alegría e ilusiones. Hace masilla con la fruta y con expresiones tiernas lo invita a que coma.

Pasan la noche nuevamente juntos, pero su llamado al despertarme por la mañana se adivina angustiado.

-Mira papi… no quiere abrir su piquito para comer y su cabecita se le cae… se la levanto, pero vuelve a agacharse.

El polluelo está mal. Con todo tacto pretendo inducir a Paulo para que él se concientice. Con sus ojito llorosos se me queda viendo en busca de una esperanza. Lo toma con sus manitas, lo besa, lo cobija, lo acurruca y vuelve a preguntarme con su mirada… espera una respuesta que se me queda en la garganta.

- ¿Se va a morir, papi? ¿Por qué está malo si yo lo cuidé mucho?

Trato de tranquilizarlo. Yo mismo no lo estaba. Consternado, le sugiero que lo meta a su camita. Lo dejo solo con su angustia.

Me doy un baño y me arreglo para salir. Voy en busca de Paulo, pero no está en su recámara. Tampoco está el pajarito.

Bajo el primer tramo de la escalera y le veo sus piecitos. Me detengo y con prudencia me percato de la escena: Paulo, envolviendo al polluelo entre sus manitas parece dialogar con la imagen del Sagrado Corazón que preside la sala de la casa.

Con movimientos de su cabecita, refuerza sus quedas palabras que sólo él conoce. La ladea, se yergue, se agacha, le enseña entre sus manitas, como en ofrenda, su ilusión perdida, le levanta la cabeza al pajarito y le muestra a Jesús cómo no se mantiene erguida, de momento se queda quieto, atento, sin decir nada… parece escuchar.

Paulo, de hinojos, no los veo pero es fácil adivinarlo, con sus ojitos llenos de lágrimas, se mantiene unido a Jesús

Se voltea, me ve, frente a frente, con los cachetitos escurridos de gotas de humedad luciéndole como si perlas fueran, me abraza. Espera un milagro… yo, escéptico, incrédulo, veo lo inútil ante el despojo del polluelo.

- Abuelito… ya le dije a Diosito lo de mi pajarito. Él ya lo vió junto conmigo y me dijoque estaba muy bonito, que Él también lo quería, que si se lo podía regalar… y aunque me dió tristeza, le dije que sí, que sí se lo doy porque yo a Él lo quiero mucho, le dije que me lo cuidara y me dijo que lo enterrara bajo el árbol grandote de la llanta… vamos… ¿me ayudas?

Lo acompañé, cavilando el diálogo. Entre él y yo escarbamos… Me dió su tesoro y entre sollozos me pidió:

- Bien al fondo, abuelito, para que no lo vea el gato. A Diosito le va a dar mucho gusto…

Con sonrojo y lágrimas, me oculté de la vista de Paulo.

Si ven el lugar, ahora presume flores silvestres multicolores. ¡Quien dice que no hay milagros!.... FIN DEL CUENTO

Pero....hay una pregunta en el aire… ¿dónde encontraremos nuestra inocencia para ser niño cabal?... difícil de lograrlo pero… ¿qué tal si la suplimos con nuestra conciencia?

FELICIDADES A TU NIÑO QUE TRAES ADENTRO, QUE LO GUARDAS EN TU CORAZÓN.

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