/ sábado 6 de abril de 2024

Doña Francisca de Altamirano y Doña Juana María de Seria, maestras pioneras en 1796 de la instrucción pública en la ciudad de Guanajuato.

Continuando con las experiencias de las mujeres en la historia de la educación guanajuatense, nos acercamos a un importante legado que dejaron las maestras Doña Francisca de Altamirano y Doña Juana María de Seria, en una época cuando los establecimientos de enseñanza elemental femeninos, comenzaban a abrirse gracias a las disposiciones vigentes y gestiones realizadas desde las propias autoridades eclesiásticas y municipales. Pero ¿Cómo lograron las dos preceptoras asumir las direcciones en las dos escuelas de niñas en la capital provincial de Guanajuato? Primero hay que remontarse a los lineamientos ponderados en julio de 1771, por la entonces Real Provisión de su Majestad, y Señores del Consejo, en que se prescriben los requisitos, que han de concurrir en las personas que se dediquen al Magisterio de las Primeras Letras, y los que han de preceder para su Examen... Dicha normatividad aplicada a todo el reino español, abordó la cuestión en la formación de las maestras certificadas y examinadas ante una instancia oficial, afín de legalizar y regular ciertamente sus actividades. Esto marcó una separación entre aquellas “maestras” no acreditadas y las que obtuvieron el título concedido. Sabemos por lo menos que en la ciudad de Guanajuato, antes de la apertura de la 1ª. Escuela Pública de Niñas, ya existía un pequeño centro de instrucción particular con su maestra.

La Real Provisión… permitió que en 1792 gracias a la gestión del párroco Manuel Quesada, por fin la capital provincial tuviera su primer establecimiento con el proyecto de atender a 300 niñas, en todo lo concerniente a las primeras letras y religión católica y seleccionar a sus preceptoras. De su primera directora, todavía es necesario hacer una revisión exhaustiva de las fuentes documentales para identificarla. No obstante, existe información precisa para diciembre de 1796, de quienes fueron nombradas administradoras en las dos instituciones públicas de niñas, lo que significó que en ese año ya la 2ª. Escuela quedó formalmente instalada. En la situación del primer centro de enseñanza, la maestra Doña Francisca de Altamirano fue designada directora en un espacio junto al Templo y Hospital de Belén. En el caso del segundo establecimiento, el nombramiento recayó en la maestra Doña Juana María de Seria, quien estaría ejerciendo funciones en una casa acondicionada como escuela en el barrio de San Roque.

Respecto a la apertura de dichas instituciones, fue abordado brevemente por Don Lucio Marmolejo en sus Efemérides Guanajuatenses (Vol. I). Las dos directivas compartieron algunos aspectos interesantes: por ejemplo, comenzaron a cobrar un sueldo por $350 pesos anuales pagados por la autoridad gubernamental de la provincia. También, iniciaron en la misma fecha sus funciones como administradoras. Estos datos, se saben por la información relatada por el entonces Comisionado de las Escuelas, Don Agustín Pérez Marañón en 1801, tras su inspección al Colegio de la Purísima y a las Escuelas de Primeras Letras. Dentro de ese informe, ambas maestras dieron fe de sus actividades ejercidas para conocer el estado que guardaban los establecimientos.

Tanto Doña Francisca de Altamirano y Doña Juana María de Seria, ajustándose a los requisitos de 1771 para el “Magisterio de las Primeras Letras”, tuvieron que ser examinadas y aprobadas en los contenidos de lectura, escritura, doctrina cristiana, saber contar en las cinco modalidades estipuladas; además que para 1796 en la ciudad de Guanajuato, también se les solicitó manejar los catones, las cartillas, los catecismos para las niñas y el empleo de diversos textos como el Compendio de Fleuri, los del Padre Ripalda, entre otros exigidos a las preceptoras. Ahora bien, en lo tocante a cuando se separaron de sus respectivos cargos, todo apunta a que probablemente en la situación de Doña Juana María, haya dejado la dirección a mediados de 1808, cuando la maestra María Guadalupe Moscoso tomó posesión. En tanto que en el caso de Francisca de Altamirano, haya sido hacia 1809, tras el nombramiento de la maestra María Lucía Gadea. La investigación archivística es la única que nos puede despejar esas incertidumbres.

Finalmente, podemos decir con certeza que las dos directoras mencionadas, abrieron el camino formal a las preceptoras que subsecuentemente, iban asumiendo la dirección en las dos escuelas públicas de niñas. Sin embargo, pese a su legado en la historia de la educación guanajuatense, tampoco han merecido una atención cuidadosa en relación a sus trayectorias o en los estudios biográficos; quedando pendiente dicha tarea, hasta que alguien se anime a indagarlas.

José Juan Pérez Ramos

Continuando con las experiencias de las mujeres en la historia de la educación guanajuatense, nos acercamos a un importante legado que dejaron las maestras Doña Francisca de Altamirano y Doña Juana María de Seria, en una época cuando los establecimientos de enseñanza elemental femeninos, comenzaban a abrirse gracias a las disposiciones vigentes y gestiones realizadas desde las propias autoridades eclesiásticas y municipales. Pero ¿Cómo lograron las dos preceptoras asumir las direcciones en las dos escuelas de niñas en la capital provincial de Guanajuato? Primero hay que remontarse a los lineamientos ponderados en julio de 1771, por la entonces Real Provisión de su Majestad, y Señores del Consejo, en que se prescriben los requisitos, que han de concurrir en las personas que se dediquen al Magisterio de las Primeras Letras, y los que han de preceder para su Examen... Dicha normatividad aplicada a todo el reino español, abordó la cuestión en la formación de las maestras certificadas y examinadas ante una instancia oficial, afín de legalizar y regular ciertamente sus actividades. Esto marcó una separación entre aquellas “maestras” no acreditadas y las que obtuvieron el título concedido. Sabemos por lo menos que en la ciudad de Guanajuato, antes de la apertura de la 1ª. Escuela Pública de Niñas, ya existía un pequeño centro de instrucción particular con su maestra.

La Real Provisión… permitió que en 1792 gracias a la gestión del párroco Manuel Quesada, por fin la capital provincial tuviera su primer establecimiento con el proyecto de atender a 300 niñas, en todo lo concerniente a las primeras letras y religión católica y seleccionar a sus preceptoras. De su primera directora, todavía es necesario hacer una revisión exhaustiva de las fuentes documentales para identificarla. No obstante, existe información precisa para diciembre de 1796, de quienes fueron nombradas administradoras en las dos instituciones públicas de niñas, lo que significó que en ese año ya la 2ª. Escuela quedó formalmente instalada. En la situación del primer centro de enseñanza, la maestra Doña Francisca de Altamirano fue designada directora en un espacio junto al Templo y Hospital de Belén. En el caso del segundo establecimiento, el nombramiento recayó en la maestra Doña Juana María de Seria, quien estaría ejerciendo funciones en una casa acondicionada como escuela en el barrio de San Roque.

Respecto a la apertura de dichas instituciones, fue abordado brevemente por Don Lucio Marmolejo en sus Efemérides Guanajuatenses (Vol. I). Las dos directivas compartieron algunos aspectos interesantes: por ejemplo, comenzaron a cobrar un sueldo por $350 pesos anuales pagados por la autoridad gubernamental de la provincia. También, iniciaron en la misma fecha sus funciones como administradoras. Estos datos, se saben por la información relatada por el entonces Comisionado de las Escuelas, Don Agustín Pérez Marañón en 1801, tras su inspección al Colegio de la Purísima y a las Escuelas de Primeras Letras. Dentro de ese informe, ambas maestras dieron fe de sus actividades ejercidas para conocer el estado que guardaban los establecimientos.

Tanto Doña Francisca de Altamirano y Doña Juana María de Seria, ajustándose a los requisitos de 1771 para el “Magisterio de las Primeras Letras”, tuvieron que ser examinadas y aprobadas en los contenidos de lectura, escritura, doctrina cristiana, saber contar en las cinco modalidades estipuladas; además que para 1796 en la ciudad de Guanajuato, también se les solicitó manejar los catones, las cartillas, los catecismos para las niñas y el empleo de diversos textos como el Compendio de Fleuri, los del Padre Ripalda, entre otros exigidos a las preceptoras. Ahora bien, en lo tocante a cuando se separaron de sus respectivos cargos, todo apunta a que probablemente en la situación de Doña Juana María, haya dejado la dirección a mediados de 1808, cuando la maestra María Guadalupe Moscoso tomó posesión. En tanto que en el caso de Francisca de Altamirano, haya sido hacia 1809, tras el nombramiento de la maestra María Lucía Gadea. La investigación archivística es la única que nos puede despejar esas incertidumbres.

Finalmente, podemos decir con certeza que las dos directoras mencionadas, abrieron el camino formal a las preceptoras que subsecuentemente, iban asumiendo la dirección en las dos escuelas públicas de niñas. Sin embargo, pese a su legado en la historia de la educación guanajuatense, tampoco han merecido una atención cuidadosa en relación a sus trayectorias o en los estudios biográficos; quedando pendiente dicha tarea, hasta que alguien se anime a indagarlas.

José Juan Pérez Ramos