/ domingo 15 de octubre de 2023

Judíos, Cristianos Y Mahometanos

“La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran”. Paul Valéry,

La posesión de la tierra, la conquista de territorios y la religión han sido las principales causas de los conflictos bélicos entre naciones aún antes que existieran territorios considerados como países. La guerra ha sido fiel acompañante de la historia del hombre.

Escudriñando textos se encuentran indicios de guerra 4 mil años antes de Cristo y la primera guerra someramente documentada se remonta a 2700 años a. C. entre las ciudades-estado de Umma y Lagash por la posesión y defensa del agua y la producción agrícola de la región.

Conflictos que invitan a reflexionar que, si uno de los principales propósitos de vivir es conservar la salud y proteger la vida, entonces ¿por qué las guerras que implican muerte han ido y siguen yendo de la mano de la humanidad? ¿Acaso es posible un mundo sin ellas? Teniendo en cuenta la legítima ambición de mejorar el sistema de vida de una población, y/o la defensa de los intereses arraigados y conseguidos con esfuerzo y sacrificio, ¿hay guerras justas? Gestas que desde el punto de vista ético hace difícil explicar la ruptura social por medio de la fuerza con el consiguiente desprecio a las normas sociales que tienen el fin de mantener la armonía y paz.

Gustavo Bueno sostenía que la guerra es un proceso brutal y peligroso pero que forma parte de nuestra especie, contraponer guerra y paz como salvaje y civilizado es un error.

Por el lado religioso, Jean Anouilh expresaba “todas las guerras son santas. Os desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener el cielo de su parte” entonces, de acuerdo a ese principio, Dios está del lado de los triunfadores y el demonio de los derrotados. Hipótesis ilógica si la aplicamos durante la etapa beligerante en que no se predice con seguridad quién será el vencedor y quién el vencido.

Haciendo de lado los planteamientos filosóficos y elucubraciones de mentes ociosas, las guerras se originan como dejé asentado en las primeras palabras de esta entrega. Baste recordar la invasión de Polonia por la Alemania de Hitler que desató la segunda guerra mundial; la reciente agresión rusa a Ucrania o el sorpresivo ataque de la organización político-militar palestina Hamás, que al grito “Al·lahu-àkbar” (Alá es grande) está cobrando muchas vidas y aprietos económicos y políticos en todo el mundo.

Conflicto con raíces en el Éxodo bíblico, región del mapa donde desde hace dos mil años conviven con sustancial diferencia de principios religiosos judíos y cristianos, a los que, con mucha fuerza ideológica se agregaron en el siglo VI los doctrinarios del profeta Mahoma… los musulmanes.

Suponiendo que el territorio que por resolución de la ONU hoy ocupa Israel, es la tierra que el Señor le prometió a Abraham “Y se apareció Jehová a Abram y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra…” (Génesis 12:7). Figuro que la ONU se convirtió en el instrumento de Dios.

Convivir judíos, cristianos y musulmanes en el mismo territorio es un asunto complejo, multicultural, psicológico, intuitivo e innato en que se investiga para permitir entender las conductas humanas. Es, en mi opinión, un asunto teórico que suena lógico y muy bonito, pero en la práctica no conduce a definir con claridad por qué se guerrea.

La sentencia de Friedrich Nietzsche “La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido” cabe en esta guerra, porque una vez resuelta, tarde o temprano volverá a repetirse.

flokay33@gmail.com

“La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran”. Paul Valéry,

La posesión de la tierra, la conquista de territorios y la religión han sido las principales causas de los conflictos bélicos entre naciones aún antes que existieran territorios considerados como países. La guerra ha sido fiel acompañante de la historia del hombre.

Escudriñando textos se encuentran indicios de guerra 4 mil años antes de Cristo y la primera guerra someramente documentada se remonta a 2700 años a. C. entre las ciudades-estado de Umma y Lagash por la posesión y defensa del agua y la producción agrícola de la región.

Conflictos que invitan a reflexionar que, si uno de los principales propósitos de vivir es conservar la salud y proteger la vida, entonces ¿por qué las guerras que implican muerte han ido y siguen yendo de la mano de la humanidad? ¿Acaso es posible un mundo sin ellas? Teniendo en cuenta la legítima ambición de mejorar el sistema de vida de una población, y/o la defensa de los intereses arraigados y conseguidos con esfuerzo y sacrificio, ¿hay guerras justas? Gestas que desde el punto de vista ético hace difícil explicar la ruptura social por medio de la fuerza con el consiguiente desprecio a las normas sociales que tienen el fin de mantener la armonía y paz.

Gustavo Bueno sostenía que la guerra es un proceso brutal y peligroso pero que forma parte de nuestra especie, contraponer guerra y paz como salvaje y civilizado es un error.

Por el lado religioso, Jean Anouilh expresaba “todas las guerras son santas. Os desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener el cielo de su parte” entonces, de acuerdo a ese principio, Dios está del lado de los triunfadores y el demonio de los derrotados. Hipótesis ilógica si la aplicamos durante la etapa beligerante en que no se predice con seguridad quién será el vencedor y quién el vencido.

Haciendo de lado los planteamientos filosóficos y elucubraciones de mentes ociosas, las guerras se originan como dejé asentado en las primeras palabras de esta entrega. Baste recordar la invasión de Polonia por la Alemania de Hitler que desató la segunda guerra mundial; la reciente agresión rusa a Ucrania o el sorpresivo ataque de la organización político-militar palestina Hamás, que al grito “Al·lahu-àkbar” (Alá es grande) está cobrando muchas vidas y aprietos económicos y políticos en todo el mundo.

Conflicto con raíces en el Éxodo bíblico, región del mapa donde desde hace dos mil años conviven con sustancial diferencia de principios religiosos judíos y cristianos, a los que, con mucha fuerza ideológica se agregaron en el siglo VI los doctrinarios del profeta Mahoma… los musulmanes.

Suponiendo que el territorio que por resolución de la ONU hoy ocupa Israel, es la tierra que el Señor le prometió a Abraham “Y se apareció Jehová a Abram y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra…” (Génesis 12:7). Figuro que la ONU se convirtió en el instrumento de Dios.

Convivir judíos, cristianos y musulmanes en el mismo territorio es un asunto complejo, multicultural, psicológico, intuitivo e innato en que se investiga para permitir entender las conductas humanas. Es, en mi opinión, un asunto teórico que suena lógico y muy bonito, pero en la práctica no conduce a definir con claridad por qué se guerrea.

La sentencia de Friedrich Nietzsche “La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido” cabe en esta guerra, porque una vez resuelta, tarde o temprano volverá a repetirse.

flokay33@gmail.com

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