/ lunes 12 de noviembre de 2018

Charlas

¡Ganamos! Nuestros valores tradicionales apabullaron a las costumbres extranjeras.


Creo que el consenso general es que el famoso Halloween que había invadido las mentes, cuerpos, costumbres y pensamiento de muchos mexicanos quedó sepultado, enterrado en su propia esencia, el pasado día de muertos. Sólo nos faltó una cosa: hacerle un altar no tanto para traer a nuestro mundo su ánima, sino para confirmar su ausencia.


Unos dicen que la película Coco influyó favorablemente, sin embargo fue notoria la promoción realizada por los pueblos de México para revivir nuestras tradiciones. Lo fue también el apoyo decidido que los medios de comunicación concedieron a quienes trabajaron por el cambio de mentalidad. Vimos desfiles en muchas de las ciudades de la república, unos calificados “de muertos”, otros “de catrinas” y otros mezclados, pero todos con el sentido de festejar a nuestros muertos con los ritos de nuestros antepasados.


En Celaya comencé a disfrutar los rituales de esta festividad que se realizaron el octubre y tuve de pilón la tuve la suerte de estar el pasado día 1° en la ciudad de Guanajuato para asistir a un evento de contenido universitario. Con el contagio del entusiasmo reinante ese día en la ciudad, decidí quedarme a gozar la festividad del día 2.


La bella Guanajuato, con el folclore de su gente y la historia de leyendas y tradiciones que se respiran en el ambiente, fue una vez más anfitriona de misemociones.

Cenar en el restorán a nivel de piso del Jardín Unión, del Hotel Museo Posada Santa Fe, en el meritito centro de la ciudad, protegidos por vistosas sombrillas parasol color verde, es una envidiable delicia.


Calaveras fijas y andantes, vivos vestidos de muertos, pequeñas familias completas disfrazados para la ocasión, niños de brazos con caras blancas, ojos y nariz negros y bocas cocidas con pintura, mariachis, cantadores, cuentistas de leyendas, trovadores, la gallardía, el colorido y la elegancia de las estudiantinas, los vendedores de flores para mostrar el amor a nuestra dama, las damas presumiendo sus flores, los estudiantes vestidos al a´i se va, los elegantes políticos posesionados de su alcurnia , los vendedores de lotería que te ofrecen hacerte millonario por tan sólo treinta pesos, las artesanías que pescan los ojos de los compradores, los turistas perplejos congelando en sus cámaras el ambiente, … todo un mundo que te rodea mientras tú ríes y disfrutas de tus preferencias en un reducido lugar: tu mesa de restorán. Esto lo viví en compañía de mi Becos y mi hija Kokis, quienes quisieron acompañarme.


Los altares de muertos te los encontrabas a cada paso y en cada puerta. En el hotel mismo erigieron 6 altares con dedicatorias especiales de 3 y 7 niveles los que según cuenta la historia, los de 3 niveles, representan el inframundo, la tierra y los cielos y los de 7 son los niveles del purgatorio o los mundos que el alma tenía que atravesar para llegar al mictlán, destino final en la mitología mexica.


Ese día soñé con muertos, todos amables y atentos que me hacían reir.


El día 2 despertó el centro de Guanajuato bajo tapetes de colores.


Para quienes conocen Guanajuato les platico que desde la Plaza de la Paz, bajando por la calle que pasa por el Jardín Unión hasta llegar al Museo del Quijote, se exhibían en el piso “alegres tapetes de muertos”, obras de artesanos realizadas con flores, aserrín de colores, anilinas, papeles de toda índole, materiales de diversa densidad, semillas de cereales. Para quien no conoce nuestra Capital, le diré que había nacido en el piso, de la noche a la mañana, un kilómetro de tapates multicolores.


Las personas ocupaban todos los espacios disponibles del centro, caminando, admirando, disfrutando. Familias completas de turistas, imposible de no identificarlos,alelados, sonrientes, mirando hacia todos lados, cámara en ristre dispuesta para funcionar.


Mi Becos, compradora de corazón, me llevó a los puestos de artesanías al costado del Teatro Juárez. Puedo caminar mucho, pero no estar parado. Con un beso de disculpa la abandoné y me fui a admirar los tapetes. Al regreso, al pasar por la escalinata del Teatro, se me antojó reposar mi humanidad en los escalones ya con gente sentada en ellos y me dejé caer entre dos bellas damitas. Creo que fueron felices conmi compañía.


Enfrente a nosotros la Unión de Artesanos de Guatemala realizaba en la calle el tapete de su país con alusiones políticas y humanas.. Explicaban y lograbancon ello el aplauso de quienes los admirábamos. Las escalinatas se comenzaron a llenar de gente sentada y en un momento dado, se anuncia el comienzo de la obra “El tapete de los muertos”. Sin quererlo quedé en primera fila de aquel teatro callejero. Salieron los artistas…


Pequeñas calaveras y esqueletos vestidos, niñas bonitas con su cabello adornado por flores de cempazúchitl, niños varoniles presumiendo la edad que no tenían, todos ellos zapateando al compás de la música, la maestra de ceremonias una calavera cuenta-cuentos nos entretenía en los tiempos de cambio de vestuario artístico, cuando no había zapateados eran cariños al piso de piecesitos descalzos de los niños danzantes, música a veces alegre, a veces lastimera… nuestra fiesta… nuestros ancestros presentes…


Seguramente en todos los múltiples videos que se estaban tomando, aparezco yo en espera para entrar en escena: al centro y en primera fila.

Al despedirnos de la ciudad pasamos por la Universidad de Guanajuato. Su escalinata de 86 escalones que conduce al edificio central, era un magno tapete, desde el primero al último. ¡Viva mi Universidad!


¿Y el tal hallooween? Muerto, lo vencieron nuestras tradiciones. ¡Ganamos!

¡Ganamos! Nuestros valores tradicionales apabullaron a las costumbres extranjeras.


Creo que el consenso general es que el famoso Halloween que había invadido las mentes, cuerpos, costumbres y pensamiento de muchos mexicanos quedó sepultado, enterrado en su propia esencia, el pasado día de muertos. Sólo nos faltó una cosa: hacerle un altar no tanto para traer a nuestro mundo su ánima, sino para confirmar su ausencia.


Unos dicen que la película Coco influyó favorablemente, sin embargo fue notoria la promoción realizada por los pueblos de México para revivir nuestras tradiciones. Lo fue también el apoyo decidido que los medios de comunicación concedieron a quienes trabajaron por el cambio de mentalidad. Vimos desfiles en muchas de las ciudades de la república, unos calificados “de muertos”, otros “de catrinas” y otros mezclados, pero todos con el sentido de festejar a nuestros muertos con los ritos de nuestros antepasados.


En Celaya comencé a disfrutar los rituales de esta festividad que se realizaron el octubre y tuve de pilón la tuve la suerte de estar el pasado día 1° en la ciudad de Guanajuato para asistir a un evento de contenido universitario. Con el contagio del entusiasmo reinante ese día en la ciudad, decidí quedarme a gozar la festividad del día 2.


La bella Guanajuato, con el folclore de su gente y la historia de leyendas y tradiciones que se respiran en el ambiente, fue una vez más anfitriona de misemociones.

Cenar en el restorán a nivel de piso del Jardín Unión, del Hotel Museo Posada Santa Fe, en el meritito centro de la ciudad, protegidos por vistosas sombrillas parasol color verde, es una envidiable delicia.


Calaveras fijas y andantes, vivos vestidos de muertos, pequeñas familias completas disfrazados para la ocasión, niños de brazos con caras blancas, ojos y nariz negros y bocas cocidas con pintura, mariachis, cantadores, cuentistas de leyendas, trovadores, la gallardía, el colorido y la elegancia de las estudiantinas, los vendedores de flores para mostrar el amor a nuestra dama, las damas presumiendo sus flores, los estudiantes vestidos al a´i se va, los elegantes políticos posesionados de su alcurnia , los vendedores de lotería que te ofrecen hacerte millonario por tan sólo treinta pesos, las artesanías que pescan los ojos de los compradores, los turistas perplejos congelando en sus cámaras el ambiente, … todo un mundo que te rodea mientras tú ríes y disfrutas de tus preferencias en un reducido lugar: tu mesa de restorán. Esto lo viví en compañía de mi Becos y mi hija Kokis, quienes quisieron acompañarme.


Los altares de muertos te los encontrabas a cada paso y en cada puerta. En el hotel mismo erigieron 6 altares con dedicatorias especiales de 3 y 7 niveles los que según cuenta la historia, los de 3 niveles, representan el inframundo, la tierra y los cielos y los de 7 son los niveles del purgatorio o los mundos que el alma tenía que atravesar para llegar al mictlán, destino final en la mitología mexica.


Ese día soñé con muertos, todos amables y atentos que me hacían reir.


El día 2 despertó el centro de Guanajuato bajo tapetes de colores.


Para quienes conocen Guanajuato les platico que desde la Plaza de la Paz, bajando por la calle que pasa por el Jardín Unión hasta llegar al Museo del Quijote, se exhibían en el piso “alegres tapetes de muertos”, obras de artesanos realizadas con flores, aserrín de colores, anilinas, papeles de toda índole, materiales de diversa densidad, semillas de cereales. Para quien no conoce nuestra Capital, le diré que había nacido en el piso, de la noche a la mañana, un kilómetro de tapates multicolores.


Las personas ocupaban todos los espacios disponibles del centro, caminando, admirando, disfrutando. Familias completas de turistas, imposible de no identificarlos,alelados, sonrientes, mirando hacia todos lados, cámara en ristre dispuesta para funcionar.


Mi Becos, compradora de corazón, me llevó a los puestos de artesanías al costado del Teatro Juárez. Puedo caminar mucho, pero no estar parado. Con un beso de disculpa la abandoné y me fui a admirar los tapetes. Al regreso, al pasar por la escalinata del Teatro, se me antojó reposar mi humanidad en los escalones ya con gente sentada en ellos y me dejé caer entre dos bellas damitas. Creo que fueron felices conmi compañía.


Enfrente a nosotros la Unión de Artesanos de Guatemala realizaba en la calle el tapete de su país con alusiones políticas y humanas.. Explicaban y lograbancon ello el aplauso de quienes los admirábamos. Las escalinatas se comenzaron a llenar de gente sentada y en un momento dado, se anuncia el comienzo de la obra “El tapete de los muertos”. Sin quererlo quedé en primera fila de aquel teatro callejero. Salieron los artistas…


Pequeñas calaveras y esqueletos vestidos, niñas bonitas con su cabello adornado por flores de cempazúchitl, niños varoniles presumiendo la edad que no tenían, todos ellos zapateando al compás de la música, la maestra de ceremonias una calavera cuenta-cuentos nos entretenía en los tiempos de cambio de vestuario artístico, cuando no había zapateados eran cariños al piso de piecesitos descalzos de los niños danzantes, música a veces alegre, a veces lastimera… nuestra fiesta… nuestros ancestros presentes…


Seguramente en todos los múltiples videos que se estaban tomando, aparezco yo en espera para entrar en escena: al centro y en primera fila.

Al despedirnos de la ciudad pasamos por la Universidad de Guanajuato. Su escalinata de 86 escalones que conduce al edificio central, era un magno tapete, desde el primero al último. ¡Viva mi Universidad!


¿Y el tal hallooween? Muerto, lo vencieron nuestras tradiciones. ¡Ganamos!

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