/ viernes 30 de agosto de 2019

Ingenioso Hidalgo

La justicia injusta en el Quijote

Javier Nistal en Criminología y Justicia, hace un estudio interesante sobre lo difícil del encaje de la justicia ideal en la práctica de la realidad social. Don Quijote tiene una visión de la justicia humana ideal, que revela toda clase de dudas sobre la aplicación en la práctica de la misma, lo que le lleva a adoptar acciones de protesta frente al poderoso, que conducen a lo contrario de lo que busca a la injusticia, pues el bien que pretende conseguir con sus intervenciones en favor de la justicia, no se concreta nunca en la realidad, porque Don Quijote pretende una libertad sin justicia y eso no es posible de compaginar. Lo podemos comprobar en la liberación del mozo que estaba siendo azotado por su amo Juan Haldudo, cuando meses después vuelve a encontrarse con Don Quijote en el Capítulo XXXI de la Primera parte y le recrimina que le hubiera liberado con estas palabras. “Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrase, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra, ni ayude, sino déjeme con mi desgracia; que no será tanta, que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos cuantos caballeros andantes han nacido en el mundo”. Don Quijote, su amo se hubiera contentado con darle algunas docenas de azotes por sus descuidos y luego le hubiera pagado lo que le debía (Capítulo XXXI de la Primera Parte). La intervención de Don Quijote le supuso al mozo que su amo les moliera a palos, no le pagara lo que le debía y le despidiera de su trabajo. Esto fue lo que consiguió Don Quijote con su acción en favor de su idea de la justicia: una injusticia mayor. Lo volvemos a comprobar en la liberación de los galeotes, donde Don Quijote pide a éstos que se dirijan, cargados de sus cadenas, al Toboso, y cuenten a su señora Dulcinea lo que su caballero ha hecho por ellos. En pago del cual querría y era su voluntad, que cargados de esas cadenas que quité a sus cuellos, en camino a la ciudad del Toboso ante la señora Dulcinea del Toboso y decirle que su caballero, el de la Triste Figura, le envía a encomendar que ha tenido esta famosa aventura hasta poneros en la deseada libertad. Los liberados se niegan, explicando que están obligados a huir y perderse por los caminos para que no los encuentre la justicia. Esto enfada tanto al caballero andante, que alza su lanza para vengar el agravio recibido y acaba siendo apedreado por los mismos a quien tanto bien había hecho y, por supuesto, los liberados huyen y continúan con sus fechorías. Por estas acciones Don Quijote está a punto de acabar con sus huesos en prisión, como podemos comprobar en el desacato al poder de la Santa Hermandad en su enfrentamiento con los cuadrilleros de aquella. “En tanto que Don Quijote esto de día, estaba persuadiendo el Cura a los cuadrilleros como Don Quijote era falto de juicio, como lo veían por sus obras y por sus palabras, y que no tenían para qué llevar aquel negocio adelante, pues aunque le prendiesen y llevasen, luego le habían de dejar por loco; a lo que respondió el del mandamiento que a él no le tocaba juzgar de la locura de Don Quijote, sino hacer lo que por su mayor le era mandado y que una vez preso, siquiera le soltasen trescientas ”. En efecto, gracias a la insistencia del Cura de El Toboso que pudo persuadir a los cuadrilleros, Don Quijote de la Mancha, la flor y la nata de la gentileza, el amparo y remedio de los menesterosos, la quinta esencia de los caballeros andantes no acabó preso por sus muchos desvaríos. Hablar de darle a cada quien lo suyo es muy complicado, ya que dogmáticamente es un sencillo, pero en la realidad sumamente complejo ya que las locuras del Quijote tenían consecuencias sociales que lo podrían juzgar, sin embargo, lo hace siempre con un fin de justicia en aras de lograr el respeto, la dignidad, el amor, la misericordia. Siempre será el Quijote un referente histórico-literario para descubrir los alcances más cercanos de justicia. “Aléjese de los palacios el que quiera ser justo. La virtud y el poder no se hermanan bien, Lucano”. @ArellanoRabiela

La justicia injusta en el Quijote

Javier Nistal en Criminología y Justicia, hace un estudio interesante sobre lo difícil del encaje de la justicia ideal en la práctica de la realidad social. Don Quijote tiene una visión de la justicia humana ideal, que revela toda clase de dudas sobre la aplicación en la práctica de la misma, lo que le lleva a adoptar acciones de protesta frente al poderoso, que conducen a lo contrario de lo que busca a la injusticia, pues el bien que pretende conseguir con sus intervenciones en favor de la justicia, no se concreta nunca en la realidad, porque Don Quijote pretende una libertad sin justicia y eso no es posible de compaginar. Lo podemos comprobar en la liberación del mozo que estaba siendo azotado por su amo Juan Haldudo, cuando meses después vuelve a encontrarse con Don Quijote en el Capítulo XXXI de la Primera parte y le recrimina que le hubiera liberado con estas palabras. “Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrase, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra, ni ayude, sino déjeme con mi desgracia; que no será tanta, que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos cuantos caballeros andantes han nacido en el mundo”. Don Quijote, su amo se hubiera contentado con darle algunas docenas de azotes por sus descuidos y luego le hubiera pagado lo que le debía (Capítulo XXXI de la Primera Parte). La intervención de Don Quijote le supuso al mozo que su amo les moliera a palos, no le pagara lo que le debía y le despidiera de su trabajo. Esto fue lo que consiguió Don Quijote con su acción en favor de su idea de la justicia: una injusticia mayor. Lo volvemos a comprobar en la liberación de los galeotes, donde Don Quijote pide a éstos que se dirijan, cargados de sus cadenas, al Toboso, y cuenten a su señora Dulcinea lo que su caballero ha hecho por ellos. En pago del cual querría y era su voluntad, que cargados de esas cadenas que quité a sus cuellos, en camino a la ciudad del Toboso ante la señora Dulcinea del Toboso y decirle que su caballero, el de la Triste Figura, le envía a encomendar que ha tenido esta famosa aventura hasta poneros en la deseada libertad. Los liberados se niegan, explicando que están obligados a huir y perderse por los caminos para que no los encuentre la justicia. Esto enfada tanto al caballero andante, que alza su lanza para vengar el agravio recibido y acaba siendo apedreado por los mismos a quien tanto bien había hecho y, por supuesto, los liberados huyen y continúan con sus fechorías. Por estas acciones Don Quijote está a punto de acabar con sus huesos en prisión, como podemos comprobar en el desacato al poder de la Santa Hermandad en su enfrentamiento con los cuadrilleros de aquella. “En tanto que Don Quijote esto de día, estaba persuadiendo el Cura a los cuadrilleros como Don Quijote era falto de juicio, como lo veían por sus obras y por sus palabras, y que no tenían para qué llevar aquel negocio adelante, pues aunque le prendiesen y llevasen, luego le habían de dejar por loco; a lo que respondió el del mandamiento que a él no le tocaba juzgar de la locura de Don Quijote, sino hacer lo que por su mayor le era mandado y que una vez preso, siquiera le soltasen trescientas ”. En efecto, gracias a la insistencia del Cura de El Toboso que pudo persuadir a los cuadrilleros, Don Quijote de la Mancha, la flor y la nata de la gentileza, el amparo y remedio de los menesterosos, la quinta esencia de los caballeros andantes no acabó preso por sus muchos desvaríos. Hablar de darle a cada quien lo suyo es muy complicado, ya que dogmáticamente es un sencillo, pero en la realidad sumamente complejo ya que las locuras del Quijote tenían consecuencias sociales que lo podrían juzgar, sin embargo, lo hace siempre con un fin de justicia en aras de lograr el respeto, la dignidad, el amor, la misericordia. Siempre será el Quijote un referente histórico-literario para descubrir los alcances más cercanos de justicia. “Aléjese de los palacios el que quiera ser justo. La virtud y el poder no se hermanan bien, Lucano”. @ArellanoRabiela