/ jueves 15 de julio de 2021

Ingenioso Hidalgo

Don Quijote en la Cultura Mexicana

Según estudios realizados por Rafael Heliodoro Valle, en junio y julio de 1605, el mismo año en que apareció el libro inmortal, se inscribieron para el puerto de San Juan de Ulúa, no menos de doscientos sesenta y dos ejemplares y que sólo en dos cajas, embarcadas en la nao Espíritu Santo para entregar en el mismo puerto de Ulúa a Clemente de Valdés, vecino de México, se contenían ciento sesenta ejemplares de libros del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha y por lo menos mil quinientos ejemplares de las ediciones de ese año pasaron a América, no obstante las reiteradas prohibiciones de enviar a Indias obras de imaginación. Luis González Obregón dice que Don Quijote llegó por primera vez a México en 1608 y se decía que fue mandado al Santo Oficio de la Inquisición de México un ejemplar de la edición de Don Quijote de 1605, que pareció al Comisario de la Veracruz y Oficiales Reales de la Real Aduana, ser Romance que contiene materias profanas. A Don Quijote se le reencarnó en solemnes actos públicos en América desde el siglo XVII, por el Conde de las Navas (Sevilla, 1892) y Don Quijote en América, por Don Francisco Rodríguez Marín, recordando que los artífices de la insigne platería de México hicieron la más grandiosa máscara que hasta hoy se ha visto en Nueva España durante las fiestas de la beatificación de San Isidro en esta metrópoli, tal como lo cuenta el platero Juan Rodríguez Abril, habiendo pasado la mascarada por las famosas calles de Tacuba. Además de Don Quijote aparecieron en la farsa un labrador llevando las armas de Madrid. Son varias las interpretaciones que han hecho pintores, escultores y grabadores al estudiar los personajes de la novela impar. La fuente de Don Quijote en el bosque de Chapultepec, en la penumbra de los ahuehuetes, muestra a Don Quijote y Sancho, siendo la fuente una copia de la del parque de María Luisa, de Sevilla, habiéndose concluido en Puebla algunas de las baldosas y luciendo en las 180 lozas de mayólica trabajada en Triana, al auténtico estilo de Talavera, representaciones de escenas del libro inmortal. Esta ofrenda se alzó, gracias al embajador de México en España, Don Miguel Alessio Robles, en 1924. En el salón Don Quijote, del hotel Regis, hay las figuras en cerámica, de procedencia francesa, que son otra clase de interpretaciones. Pero el “Don Quijote” en la escultura anónima que procede del pueblo de Amozoc, va caminando, sobre maltrecho, derrengado Rocinante, con la majestad que conviene al Primer Ciudadano de Europa y tal como lo definiera el niño mexicano: Un hombre alto, flaco, a caballo y con una lanza. Sabía Cervantes de la cortesía mexicana y de los jinetes mexicanos y en el capítulo XLII de la parte I habla del Oidor Pérez de Viedma, que iba proveído para oidor a las Indias, en la audiencia de México, y a quien no le fue posible dejar el camino que llevaba, a causa de tener nuevas que de allí a un mes partía flota de Sevilla a la Nueva España. Ya en 1590 pidió al rey que le diese un empleo en la provincia de Soconusco, en Chiapas (que era entonces provincia de Guatemala). El documento se halla en el Archivo General de Indias y no está de más reproducirlo: Señor: Miguel de Cervantes Saavedra, dice que ha servido muchos años en las jornadas de mar y tierra que se han ofrecido de veinte y dos años a esta parte, particularmente en la batalla naval donde le dieron muchas heridas, de las cuales perdió una mano de un arcabuzazo. México se privó de tener bajo su techo y de sentar a su mesa al gran Don Miguel; pero, en cambio, quizá por no haberse dado este lujo, no impidió que el mundo tuviese uno de los libros más extraordinarios que se han escrito en todos los tiempos: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Si Cervantes hubiera tenido éxito favorable en su solicitud, se habría encontrado con la tierra que da el chocolate más sabroso del mundo, que entonces tenía amplia notoriedad en el mercado de Europa y hacía famosas las primeras chocolaterías y fábricas de bombones en aquellas ciudades, que con el precioso producto americano lograron hacer uno de los artículos de más activa demanda y también habría encontrado, para su aposento de corregidor. ”Dejad que los perros ladren, Sancho”. Twitter @ArellanoRabiela

Don Quijote en la Cultura Mexicana

Según estudios realizados por Rafael Heliodoro Valle, en junio y julio de 1605, el mismo año en que apareció el libro inmortal, se inscribieron para el puerto de San Juan de Ulúa, no menos de doscientos sesenta y dos ejemplares y que sólo en dos cajas, embarcadas en la nao Espíritu Santo para entregar en el mismo puerto de Ulúa a Clemente de Valdés, vecino de México, se contenían ciento sesenta ejemplares de libros del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha y por lo menos mil quinientos ejemplares de las ediciones de ese año pasaron a América, no obstante las reiteradas prohibiciones de enviar a Indias obras de imaginación. Luis González Obregón dice que Don Quijote llegó por primera vez a México en 1608 y se decía que fue mandado al Santo Oficio de la Inquisición de México un ejemplar de la edición de Don Quijote de 1605, que pareció al Comisario de la Veracruz y Oficiales Reales de la Real Aduana, ser Romance que contiene materias profanas. A Don Quijote se le reencarnó en solemnes actos públicos en América desde el siglo XVII, por el Conde de las Navas (Sevilla, 1892) y Don Quijote en América, por Don Francisco Rodríguez Marín, recordando que los artífices de la insigne platería de México hicieron la más grandiosa máscara que hasta hoy se ha visto en Nueva España durante las fiestas de la beatificación de San Isidro en esta metrópoli, tal como lo cuenta el platero Juan Rodríguez Abril, habiendo pasado la mascarada por las famosas calles de Tacuba. Además de Don Quijote aparecieron en la farsa un labrador llevando las armas de Madrid. Son varias las interpretaciones que han hecho pintores, escultores y grabadores al estudiar los personajes de la novela impar. La fuente de Don Quijote en el bosque de Chapultepec, en la penumbra de los ahuehuetes, muestra a Don Quijote y Sancho, siendo la fuente una copia de la del parque de María Luisa, de Sevilla, habiéndose concluido en Puebla algunas de las baldosas y luciendo en las 180 lozas de mayólica trabajada en Triana, al auténtico estilo de Talavera, representaciones de escenas del libro inmortal. Esta ofrenda se alzó, gracias al embajador de México en España, Don Miguel Alessio Robles, en 1924. En el salón Don Quijote, del hotel Regis, hay las figuras en cerámica, de procedencia francesa, que son otra clase de interpretaciones. Pero el “Don Quijote” en la escultura anónima que procede del pueblo de Amozoc, va caminando, sobre maltrecho, derrengado Rocinante, con la majestad que conviene al Primer Ciudadano de Europa y tal como lo definiera el niño mexicano: Un hombre alto, flaco, a caballo y con una lanza. Sabía Cervantes de la cortesía mexicana y de los jinetes mexicanos y en el capítulo XLII de la parte I habla del Oidor Pérez de Viedma, que iba proveído para oidor a las Indias, en la audiencia de México, y a quien no le fue posible dejar el camino que llevaba, a causa de tener nuevas que de allí a un mes partía flota de Sevilla a la Nueva España. Ya en 1590 pidió al rey que le diese un empleo en la provincia de Soconusco, en Chiapas (que era entonces provincia de Guatemala). El documento se halla en el Archivo General de Indias y no está de más reproducirlo: Señor: Miguel de Cervantes Saavedra, dice que ha servido muchos años en las jornadas de mar y tierra que se han ofrecido de veinte y dos años a esta parte, particularmente en la batalla naval donde le dieron muchas heridas, de las cuales perdió una mano de un arcabuzazo. México se privó de tener bajo su techo y de sentar a su mesa al gran Don Miguel; pero, en cambio, quizá por no haberse dado este lujo, no impidió que el mundo tuviese uno de los libros más extraordinarios que se han escrito en todos los tiempos: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Si Cervantes hubiera tenido éxito favorable en su solicitud, se habría encontrado con la tierra que da el chocolate más sabroso del mundo, que entonces tenía amplia notoriedad en el mercado de Europa y hacía famosas las primeras chocolaterías y fábricas de bombones en aquellas ciudades, que con el precioso producto americano lograron hacer uno de los artículos de más activa demanda y también habría encontrado, para su aposento de corregidor. ”Dejad que los perros ladren, Sancho”. Twitter @ArellanoRabiela