/ lunes 4 de mayo de 2020

PEMEX a la deriva

Hace unos días PEMEX dio a conocer su primer reporte trimestral del 2020 (correspondiente a los meses de enero a marzo) y vaya sorpresa que nos llevamos ante la pérdida reportada. Nada más y nada menos que la escandalosa cantidad de ¡562,251 millones de pesos!. Pero ¿a qué se debe esta gran pérdida de PEMEX? En gran medida es explicada por una cuestión cambiaria, es decir, esta pérdida es producto de la depreciación del peso ya que la mayor parte de la deuda contratada por PEMEX (cerca del 90%), la cual ascendía a 1.9 billones de pesos en diciembre del año pasado, está en dólares. Para tratar de dimensionar esto último, en diciembre el tipo de cambio (pesos por dólar) rondó los 18.5 pesos en comparación con los 23.2 pesos para marzo, más de 4.7 pesos de diferencia.

Debemos mencionar que, además de la cuestión cambiaria, PEMEX sufrió un bombardeo externo en el cual no pudo ni meter las manos. Una abrupta caída en la cantidad demandada de petróleo y sus derivados, resultado de un baja en el consumo por el aislamiento mundial al que nos orilló la contingencia del covid-19.

La guerra comercial entre dos titanes de la producción petrolera; Rusia y Arabia Saudita (tema que ya abordé en mi columna del 30 de marzo: ¿Por qué baja la gasolina?). Y, por último, la ineficiente administración y operación de PEMEX.

Esto último, no es un problema exclusivo de la administración actual, es el resultado del cúmulo de administradores y políticos corruptos que han estado al frente de la empresa desde su creación, allá por los años 30 del siglo pasado. Así pues, este problema de desfalco al que PEMEX se enfrenta no es menor, en realidad, es más complejo de lo que podríamos imaginar, tan complejo que ha involucrado a miles de personas que han obtenido beneficios ilegales a través de esta paraestatal.

Sin embargo, esto no termina aquí, no contentos con que la administración y sus operaciones hagan de PEMEX un elefante blanco (llámese así aquella organización gubernamental que absorbe recursos a diestra y siniestra) el gobierno pone entre la espada y la pared a esta empresa ¿por qué? Por la recaudación fiscal que implica PEMEX, es decir, por todos los ingresos que pueden percibir (exprimirle) a través de cobro de ciertos impuestos a esta empresa. ¿Cómo puede cambiar esto? A través de una reforma fiscal la cual reorganice al sistema tributario, a la coordinación que existe entre los diferentes niveles de gobierno, una correcta administración liderada por expertos en el ramo, que deje de funcionar como agencia de colocación y, última pero no menos importante, cuando se tome la decisión de anteponer la salud financiera del país sobre las cuestiones políticas, sólo así se podrán dar las condiciones para que PEMEX pueda ser una empresa rentable.

Por último, mientras se siga subordinando PEMEX a las decisiones gubernamentales y que no responda más a decisiones técnicas y administrativas (de la propia empresa) seguirá siendo un barril sin fondo y, como hemos visto en esta administración, todo indica que seguirá así el resto del sexenio. Tengo mis esperanzas en que llegue alguien a poner orden en todos los aspectos, mientras tanto, tendremos que sentarnos y ver como Dos Bocas y las modernizaciones de las refinerías sigan absorbiendo recursos que podrían ser utilizados para una transformación (verdadera) y poder llevar a PEMEX a donde le corresponde (dentro de sus capacidades y limitantes con las que cuenta).


Hace unos días PEMEX dio a conocer su primer reporte trimestral del 2020 (correspondiente a los meses de enero a marzo) y vaya sorpresa que nos llevamos ante la pérdida reportada. Nada más y nada menos que la escandalosa cantidad de ¡562,251 millones de pesos!. Pero ¿a qué se debe esta gran pérdida de PEMEX? En gran medida es explicada por una cuestión cambiaria, es decir, esta pérdida es producto de la depreciación del peso ya que la mayor parte de la deuda contratada por PEMEX (cerca del 90%), la cual ascendía a 1.9 billones de pesos en diciembre del año pasado, está en dólares. Para tratar de dimensionar esto último, en diciembre el tipo de cambio (pesos por dólar) rondó los 18.5 pesos en comparación con los 23.2 pesos para marzo, más de 4.7 pesos de diferencia.

Debemos mencionar que, además de la cuestión cambiaria, PEMEX sufrió un bombardeo externo en el cual no pudo ni meter las manos. Una abrupta caída en la cantidad demandada de petróleo y sus derivados, resultado de un baja en el consumo por el aislamiento mundial al que nos orilló la contingencia del covid-19.

La guerra comercial entre dos titanes de la producción petrolera; Rusia y Arabia Saudita (tema que ya abordé en mi columna del 30 de marzo: ¿Por qué baja la gasolina?). Y, por último, la ineficiente administración y operación de PEMEX.

Esto último, no es un problema exclusivo de la administración actual, es el resultado del cúmulo de administradores y políticos corruptos que han estado al frente de la empresa desde su creación, allá por los años 30 del siglo pasado. Así pues, este problema de desfalco al que PEMEX se enfrenta no es menor, en realidad, es más complejo de lo que podríamos imaginar, tan complejo que ha involucrado a miles de personas que han obtenido beneficios ilegales a través de esta paraestatal.

Sin embargo, esto no termina aquí, no contentos con que la administración y sus operaciones hagan de PEMEX un elefante blanco (llámese así aquella organización gubernamental que absorbe recursos a diestra y siniestra) el gobierno pone entre la espada y la pared a esta empresa ¿por qué? Por la recaudación fiscal que implica PEMEX, es decir, por todos los ingresos que pueden percibir (exprimirle) a través de cobro de ciertos impuestos a esta empresa. ¿Cómo puede cambiar esto? A través de una reforma fiscal la cual reorganice al sistema tributario, a la coordinación que existe entre los diferentes niveles de gobierno, una correcta administración liderada por expertos en el ramo, que deje de funcionar como agencia de colocación y, última pero no menos importante, cuando se tome la decisión de anteponer la salud financiera del país sobre las cuestiones políticas, sólo así se podrán dar las condiciones para que PEMEX pueda ser una empresa rentable.

Por último, mientras se siga subordinando PEMEX a las decisiones gubernamentales y que no responda más a decisiones técnicas y administrativas (de la propia empresa) seguirá siendo un barril sin fondo y, como hemos visto en esta administración, todo indica que seguirá así el resto del sexenio. Tengo mis esperanzas en que llegue alguien a poner orden en todos los aspectos, mientras tanto, tendremos que sentarnos y ver como Dos Bocas y las modernizaciones de las refinerías sigan absorbiendo recursos que podrían ser utilizados para una transformación (verdadera) y poder llevar a PEMEX a donde le corresponde (dentro de sus capacidades y limitantes con las que cuenta).