/ lunes 15 de febrero de 2021

Clamor

Hola a todos. Acabo de salir de un largo Halloween que se extendió todo el mes de enero y parte del de febrero. Mi pecado fue ser médico y haber ejercido en México, el peor país para enfermarse de COVID y con la tasa más alta de mortalidad entre el personal hospitalario incluidos operadores de ambulancia, afanadores, laboratoristas y demás profesiones y oficios que son minimizados.

Por fin mi película de espanto parece concluir y al fin regresé a mi sitio de labor institucional que es el IMSS, aunque con el 60% de ambos pulmones llenos de cicatrices fibrosas y con un estrés post traumático que todavía no me deja dormir sin sobresaltos por el miedo a muerte súbita como les pasó a mis padres, también profesionales del área de la salud, que se fueron en espera de la vacuna.

Hoy que regreso me encuentro con la triste noticia de que a mi unidad, no ha llegado una sola dosis de vacuna de ninguna farmacéutica, así como tampoco a las unidades periféricas de medicina familiar. Aún así continúan los procedimientos quirúrgicos y la atención de urgencias y hospitalización, como en cualquier hospital de segundo nivel. Nosotros jamás hicimos home office ni dimos consultas por zoom.

¿Qué está pasando? ¿Dónde falló la gestión? ¿Somos menos valiosos como profesionistas y como seres humanos que los compañeros que laboran en las T1 o los hospitales regionales?

Este clamor es de desesperación: perdí a la mitad de mi familia nuclear y yo mismo estuve a nada de morir, ¿qué diantres esperan para vacunarnos de una vez por todas a todo el personal hospitalario sin distinción de categorías? ¿Es quizás más poderoso el sindicato de maestros que antes de terminar con nosotros ya comenzarán a inmunizarlos a ellos? ¿No valemos la inversión para la delegación y las autoridades centrales del IMSS?

Si es así que vengan y me lo digan en la cara a mí que he perdido casi todo, que me manden al equipo de supervisión (siempre me pasé por el arco del triunfo a esos bufones de escritorio cuando fui director) o que me envíen a investigaciones laborales o al órgano interno de control, al fin les perdí el miedo luego de todo lo que viví y morí, pero que me den una respuesta donde necesiten dármela. Hasta allá estoy dispuesto a ir por ella si no nos vacunan cuanto antes a mis compañeros y a mí.

Estoy entrampado en el tiempo desde el mes de enero y solo con contestaciones a mis dudas podré seguir adelante.

Para quien ya ha perdido tanto no le queda más que pelear, solo para que sus colegas no pasen por lo mismo y para no volver a repetir similar suplicio.

Pero vivimos con el mito de Sísifo, sobre todo en tiempos electorales, únicamente de esperanzas, para hacernos cargar la piedra hasta cumbre y una vez ahí, mirarla rodar otra vez cuesta abajo.

Con el cascajo de La Gran Tenochtitlán construyeron la Ciudad de México, espero que mis escombros y mi ejemplo alcancen para construir algo, por lo menos más conciencia y humanismo en las autoridades delegacionales. Que se despojen de su malla de cota, se arremanguen la camisa y se pongan a trabajar de verdad y no solo llenando inútil papelería para quitarse responsabilidades.

Desconozco la situación en otras instituciones de salud, pero en el IMSS Guanajuato es lo que estamos viviendo y por lo que seguimos enfermando y muriendo, por lo que estoy dispuesto a no quitar el dedo del renglón hasta que todos tengamos las dosis necesarias para nuestra protección.

Hola a todos. Acabo de salir de un largo Halloween que se extendió todo el mes de enero y parte del de febrero. Mi pecado fue ser médico y haber ejercido en México, el peor país para enfermarse de COVID y con la tasa más alta de mortalidad entre el personal hospitalario incluidos operadores de ambulancia, afanadores, laboratoristas y demás profesiones y oficios que son minimizados.

Por fin mi película de espanto parece concluir y al fin regresé a mi sitio de labor institucional que es el IMSS, aunque con el 60% de ambos pulmones llenos de cicatrices fibrosas y con un estrés post traumático que todavía no me deja dormir sin sobresaltos por el miedo a muerte súbita como les pasó a mis padres, también profesionales del área de la salud, que se fueron en espera de la vacuna.

Hoy que regreso me encuentro con la triste noticia de que a mi unidad, no ha llegado una sola dosis de vacuna de ninguna farmacéutica, así como tampoco a las unidades periféricas de medicina familiar. Aún así continúan los procedimientos quirúrgicos y la atención de urgencias y hospitalización, como en cualquier hospital de segundo nivel. Nosotros jamás hicimos home office ni dimos consultas por zoom.

¿Qué está pasando? ¿Dónde falló la gestión? ¿Somos menos valiosos como profesionistas y como seres humanos que los compañeros que laboran en las T1 o los hospitales regionales?

Este clamor es de desesperación: perdí a la mitad de mi familia nuclear y yo mismo estuve a nada de morir, ¿qué diantres esperan para vacunarnos de una vez por todas a todo el personal hospitalario sin distinción de categorías? ¿Es quizás más poderoso el sindicato de maestros que antes de terminar con nosotros ya comenzarán a inmunizarlos a ellos? ¿No valemos la inversión para la delegación y las autoridades centrales del IMSS?

Si es así que vengan y me lo digan en la cara a mí que he perdido casi todo, que me manden al equipo de supervisión (siempre me pasé por el arco del triunfo a esos bufones de escritorio cuando fui director) o que me envíen a investigaciones laborales o al órgano interno de control, al fin les perdí el miedo luego de todo lo que viví y morí, pero que me den una respuesta donde necesiten dármela. Hasta allá estoy dispuesto a ir por ella si no nos vacunan cuanto antes a mis compañeros y a mí.

Estoy entrampado en el tiempo desde el mes de enero y solo con contestaciones a mis dudas podré seguir adelante.

Para quien ya ha perdido tanto no le queda más que pelear, solo para que sus colegas no pasen por lo mismo y para no volver a repetir similar suplicio.

Pero vivimos con el mito de Sísifo, sobre todo en tiempos electorales, únicamente de esperanzas, para hacernos cargar la piedra hasta cumbre y una vez ahí, mirarla rodar otra vez cuesta abajo.

Con el cascajo de La Gran Tenochtitlán construyeron la Ciudad de México, espero que mis escombros y mi ejemplo alcancen para construir algo, por lo menos más conciencia y humanismo en las autoridades delegacionales. Que se despojen de su malla de cota, se arremanguen la camisa y se pongan a trabajar de verdad y no solo llenando inútil papelería para quitarse responsabilidades.

Desconozco la situación en otras instituciones de salud, pero en el IMSS Guanajuato es lo que estamos viviendo y por lo que seguimos enfermando y muriendo, por lo que estoy dispuesto a no quitar el dedo del renglón hasta que todos tengamos las dosis necesarias para nuestra protección.

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