/ lunes 4 de julio de 2022

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El caso más mortífero de tráfico de personas en la historia reciente de EE.UU sucedió el 27 de junio del 2022 en Texas y afectó también a varias naciones, ya que al menos 27 de los 53 fallecidos eran mexicanos, 14 hondureños, siete guatemaltecos y dos de El Salvador. Esta tragedia solo es comparable en América del Norte a la de San Fernando Tamaulipas cuando fueron masacrados 72 migrantes de Centro y Sudamérica por un grupo delictivo.

Pero no solamente en Norteamérica se cuecen habas. Días antes de la tragedia en San Antonio Texas, se supo de otra calamidad menos difundida en las fronteras de la OTAN: hasta el viernes 24 de junio se había confirmado la muerte de al menos 23 personas después de que 2.000 migrantes de origen subsahariano intentaron cruzar la valla de Melilla, la línea fortificada que divide a España, miembro de OTAN y la Unión Europea, y Marruecos. Las muertes fueron secundarias al trato inhumano, degradante y racista que le da la civilizada Europa a los migrantes subsaharianos.

Y mientras tanto, Estados Unidos y la OTAN gastan miles de millones de dólares para alargar una guerra entre dos naciones eslavas que nada tienen que ver con la Europa ni la América anglosajona. ¿Qué se les perdió en la Ucrania ortodoxa y neonazi que desde el 2014 provocó una tragedia humanitaria en el Dombás, para tener como prioridad un 4º Reich? ¿No les bastan sus propios muertos a los estadounidenses y europeos, para poder solucionar los problemas dentro de sus fronteras de una manera pacífica, sin intimidaciones ni represión?

Si ese dinero que destinan para la guerra, para mantener a la OTAN, que ya no tiene razón de ser, como no sea la de cercar y atacar a los países no alineados al Nuevo Orden Mundial, lo desviaran hacia la paz, a la atención de migrantes y a solucionar la pobreza mundial que es la principal causa que ocasiona el éxodo masivo de seres humanos hacia las naciones que por lo regular ocasionaron su tragedia, el mundo sería como lo soñamos posterior a la pandemia de coronavirus, cuando pensábamos que una vez terminada la enfermedad, los sobrevivientes tomaríamos mayor conciencia de nuestra humanidad.

La pandemia aún no termina, y el mundo está peor que nunca, al borde de la 3ª Guerra Mundial, y no son solamente Rusia y China las que continúan echando gasolina al incendio para que no se extinga. Cada vez hay menos posibilidades de que la guerra termine con la inminente liberación de Donetsk y Lugansk. Ni Rusia está convencida de parar ahí, ni Occidente está determinado a dejar que pueblos hermanos zanjen sus diferencias.

El caso más mortífero de tráfico de personas en la historia reciente de EE.UU sucedió el 27 de junio del 2022 en Texas y afectó también a varias naciones, ya que al menos 27 de los 53 fallecidos eran mexicanos, 14 hondureños, siete guatemaltecos y dos de El Salvador. Esta tragedia solo es comparable en América del Norte a la de San Fernando Tamaulipas cuando fueron masacrados 72 migrantes de Centro y Sudamérica por un grupo delictivo.

Pero no solamente en Norteamérica se cuecen habas. Días antes de la tragedia en San Antonio Texas, se supo de otra calamidad menos difundida en las fronteras de la OTAN: hasta el viernes 24 de junio se había confirmado la muerte de al menos 23 personas después de que 2.000 migrantes de origen subsahariano intentaron cruzar la valla de Melilla, la línea fortificada que divide a España, miembro de OTAN y la Unión Europea, y Marruecos. Las muertes fueron secundarias al trato inhumano, degradante y racista que le da la civilizada Europa a los migrantes subsaharianos.

Y mientras tanto, Estados Unidos y la OTAN gastan miles de millones de dólares para alargar una guerra entre dos naciones eslavas que nada tienen que ver con la Europa ni la América anglosajona. ¿Qué se les perdió en la Ucrania ortodoxa y neonazi que desde el 2014 provocó una tragedia humanitaria en el Dombás, para tener como prioridad un 4º Reich? ¿No les bastan sus propios muertos a los estadounidenses y europeos, para poder solucionar los problemas dentro de sus fronteras de una manera pacífica, sin intimidaciones ni represión?

Si ese dinero que destinan para la guerra, para mantener a la OTAN, que ya no tiene razón de ser, como no sea la de cercar y atacar a los países no alineados al Nuevo Orden Mundial, lo desviaran hacia la paz, a la atención de migrantes y a solucionar la pobreza mundial que es la principal causa que ocasiona el éxodo masivo de seres humanos hacia las naciones que por lo regular ocasionaron su tragedia, el mundo sería como lo soñamos posterior a la pandemia de coronavirus, cuando pensábamos que una vez terminada la enfermedad, los sobrevivientes tomaríamos mayor conciencia de nuestra humanidad.

La pandemia aún no termina, y el mundo está peor que nunca, al borde de la 3ª Guerra Mundial, y no son solamente Rusia y China las que continúan echando gasolina al incendio para que no se extinga. Cada vez hay menos posibilidades de que la guerra termine con la inminente liberación de Donetsk y Lugansk. Ni Rusia está convencida de parar ahí, ni Occidente está determinado a dejar que pueblos hermanos zanjen sus diferencias.

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