Cuando el presidente dice que se comenzarán clases en agosto “llueva, truene o relampaguee”, suena más a capricho que a una frase razonada.
Afortunadamente todavía faltan algunos días para echar atrás la iniciativa con semáforo rojo.
Las nuevas variantes del COVID son más contagiosas y han cobrado ya víctimas entre la población infantil, por lo que no deben ser subestimadas, muy al contrario, se debe tener en cuenta que el virus seguirá mutando y sin tener todavía un tratamiento efectivo no es conveniente el aumento de la movilización que conlleva el regreso a clases, sobre todo en el transporte público.
Este sexenio ha estado marcado por los claroscuros, pero en efecto, se le ha dado mucho más peso y difusión a los hierros presidenciales, por eso me extraña que los cercanos al primer mandatario que se suponen expertos en el tema, no lo informen correctamente, y no me refiero precisamente al personaje que dijo que la fuerza de AMLO es moral, no de contagio, porque es obvio que él ya perdió toda credibilidad.
Lo más sensato es esperar a que cambien los semáforos epidemiológicos y aún así, que el regreso a clases sea opcional y paulatino, en grupos reducidos, de lo contrario le echarán en cara al presidente los contagios que se den en las aulas y los decesos de niños y adolescentes que serán expuestos a un riesgo innecesario por decisiones mal tomadas.