/ martes 29 de enero de 2019

Ya viene el dinero ¿Cuándo llega mi sobre?

Existen en el principio de este 2019, muy pocas razones para fortalecer el optimismo colectivo respecto a nuestro sistema económico, de otro lado y mayoritariamente, quienes nos alcanzamos a advertir señal alguna de tal recuperación, específicamente en lo que se refiere a mayores niveles de ocupación, ingreso, consumo y ahorro. Conocemos de la alegría de los pobres, que recibirán en breve los beneficios que el presidente López Obrador les ha ofrecido presentando únicamente la credencial de elector. Conocemos la alegría oficial por una recuperación, al ser virtual, se aleja considerablemente de la realidad. No podemos compartirla

Entre las tareas por venir, no debe considerarse secundaria aquella que permita una sola percepción de la crisis superada, distinta a aquella que solo se ha orientado a beneficiar a los gananciosos de siempre. La desigualdad que priva entre la ciudadanía, una de las más escandalosas de otras naciones ha alcanzado las preocupaciones alturas de la inmoralidad, justo en el país cuyo marco institucional establece la obligación del estado para migrar esa desigualdad con resultados hasta hoy verdaderamente adversos.

El origen revolucionario mexicano, equivocadamente perdió durante el alemanisco, ha dejado de invocarse hasta los elaborados espacios de la retórica oficial que, se acaso parece percibir entre los propósitos del movimiento iniciado en el 1910 el incansable arribo al libre comercio y al sometimiento de todos al imperio venerado de las leyes del mercado.

Eficiencia, economía, libertad individual y justicia social, los complicados ingredientes del único desarrollo posible, son colocados como objetivos excluyentes entre sí, de manera que solo nos toca confundirnos con la vigencia de los dos primeros, sin que todavía podamos percibir no gran ni la gran eficiencia no toda la libertad deseable, de justicia social ni hablemos.

En la inauguración de los primeros momentos de nuestra normalidad democrática, tan poco y tan mal comprendidos; incluso por las fuerzas políticas opositoras, no se han construido los espacios fundamentales para arribar los acuerdos básicos de la nación; los que tienen que ver con el tamaño más adecuado de nuestra población; los relativos, los que establezcan el tamaño y los sectores de lo que necesitamos producir y de la parte que les corresponda a lo que destinaremos al consumo, la magnitud, ubicación y cadencia de la acumulación; los que orienten la cantidad y calidad de los servicios educativos que se pondrán al servicio de nuestra juventud.

Muy lejos del optimismo “Lopezobradorista”, es preciso reconocer que en el México de hoy, todo o casi todo, es para hacerse con orientación y calidad que se pondrán al servicio de nuestra hinchada lucentina indígena. Muy lejos del optimismo gubernamental, es preciso reconocer que en el México de hoy, todo o casi todo, está por hacerse, que las definiciones elementales propuestas de una globalización tan exaltada como incomprendida, nada ni nadie habría de sustituir a un estado activo, inteligente y decidido; que el abandono al endiosamiento del mercado nos produce más incertidumbres que certezas; que, en fin, nada bueno podemos esperar de la vigencia plena del egoísmo individualista, del dejar hacer plenitud.

Es llegado con la conclusión del momento y el principio del años 2019, el momento de una nación y de los caminos disponibles para darles satisfacción, no es compartible, el optimismo igual, cuando nuestros padecimientos materiales y nuestra nereidas de inseguridad crecen a matos velocidad que las propias deliberaciones para enfrentarnos; cuando la intolerancia medieval produce asesinatos estúpidos y de enorme crueldad; cuando las noticias sobre los aumentos salariales casan poco y mal en la anunciación de beneficiar a los pobres que roban y roban impunemente.

Cierto que nos encaminamos a una cierta estabilidad económica y, se quiere, política; sin embargo, ¿Quién puede ignorarlo?, ella no nos proporciona los elemento clave que nos encaminen al bienestar. Y este asunto, el de las alegrías por el dinero a repartir a los mexicanos, ya no admite la menor dilación. Menos cuentas alegres y venga más y más “Justicia Social”, que la pobreza duele; dijo la madre Teresa… al sol.

Trapitos…. Al sol

Atenderé petición de elaborar una serie de artículos sobre la ciudad. ¿Qué saben de Celaya? Lo mismo que en Celaya sabe de S.A: nada, así que para contribuir, aquí comienza mi serie de artículos sobre este lejanísimo lugar… al Sol.

Existen en el principio de este 2019, muy pocas razones para fortalecer el optimismo colectivo respecto a nuestro sistema económico, de otro lado y mayoritariamente, quienes nos alcanzamos a advertir señal alguna de tal recuperación, específicamente en lo que se refiere a mayores niveles de ocupación, ingreso, consumo y ahorro. Conocemos de la alegría de los pobres, que recibirán en breve los beneficios que el presidente López Obrador les ha ofrecido presentando únicamente la credencial de elector. Conocemos la alegría oficial por una recuperación, al ser virtual, se aleja considerablemente de la realidad. No podemos compartirla

Entre las tareas por venir, no debe considerarse secundaria aquella que permita una sola percepción de la crisis superada, distinta a aquella que solo se ha orientado a beneficiar a los gananciosos de siempre. La desigualdad que priva entre la ciudadanía, una de las más escandalosas de otras naciones ha alcanzado las preocupaciones alturas de la inmoralidad, justo en el país cuyo marco institucional establece la obligación del estado para migrar esa desigualdad con resultados hasta hoy verdaderamente adversos.

El origen revolucionario mexicano, equivocadamente perdió durante el alemanisco, ha dejado de invocarse hasta los elaborados espacios de la retórica oficial que, se acaso parece percibir entre los propósitos del movimiento iniciado en el 1910 el incansable arribo al libre comercio y al sometimiento de todos al imperio venerado de las leyes del mercado.

Eficiencia, economía, libertad individual y justicia social, los complicados ingredientes del único desarrollo posible, son colocados como objetivos excluyentes entre sí, de manera que solo nos toca confundirnos con la vigencia de los dos primeros, sin que todavía podamos percibir no gran ni la gran eficiencia no toda la libertad deseable, de justicia social ni hablemos.

En la inauguración de los primeros momentos de nuestra normalidad democrática, tan poco y tan mal comprendidos; incluso por las fuerzas políticas opositoras, no se han construido los espacios fundamentales para arribar los acuerdos básicos de la nación; los que tienen que ver con el tamaño más adecuado de nuestra población; los relativos, los que establezcan el tamaño y los sectores de lo que necesitamos producir y de la parte que les corresponda a lo que destinaremos al consumo, la magnitud, ubicación y cadencia de la acumulación; los que orienten la cantidad y calidad de los servicios educativos que se pondrán al servicio de nuestra juventud.

Muy lejos del optimismo “Lopezobradorista”, es preciso reconocer que en el México de hoy, todo o casi todo, es para hacerse con orientación y calidad que se pondrán al servicio de nuestra hinchada lucentina indígena. Muy lejos del optimismo gubernamental, es preciso reconocer que en el México de hoy, todo o casi todo, está por hacerse, que las definiciones elementales propuestas de una globalización tan exaltada como incomprendida, nada ni nadie habría de sustituir a un estado activo, inteligente y decidido; que el abandono al endiosamiento del mercado nos produce más incertidumbres que certezas; que, en fin, nada bueno podemos esperar de la vigencia plena del egoísmo individualista, del dejar hacer plenitud.

Es llegado con la conclusión del momento y el principio del años 2019, el momento de una nación y de los caminos disponibles para darles satisfacción, no es compartible, el optimismo igual, cuando nuestros padecimientos materiales y nuestra nereidas de inseguridad crecen a matos velocidad que las propias deliberaciones para enfrentarnos; cuando la intolerancia medieval produce asesinatos estúpidos y de enorme crueldad; cuando las noticias sobre los aumentos salariales casan poco y mal en la anunciación de beneficiar a los pobres que roban y roban impunemente.

Cierto que nos encaminamos a una cierta estabilidad económica y, se quiere, política; sin embargo, ¿Quién puede ignorarlo?, ella no nos proporciona los elemento clave que nos encaminen al bienestar. Y este asunto, el de las alegrías por el dinero a repartir a los mexicanos, ya no admite la menor dilación. Menos cuentas alegres y venga más y más “Justicia Social”, que la pobreza duele; dijo la madre Teresa… al sol.

Trapitos…. Al sol

Atenderé petición de elaborar una serie de artículos sobre la ciudad. ¿Qué saben de Celaya? Lo mismo que en Celaya sabe de S.A: nada, así que para contribuir, aquí comienza mi serie de artículos sobre este lejanísimo lugar… al Sol.

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