/ lunes 9 de enero de 2023

Armas de Fuego en México

Con la reciente detención de Ovidio Guzmán, son muchas cosas las que llaman la atención, y que son inexplicables. La primera de ellas es la posesión y transporte de armas de fuego de alto poder por parte de civiles.

Yo como cazador aficionado desde hace muchos años, les puedo asegurar que la compra, el registro y la transportación de armas de poca potencia se ha vuelto un trámite cada vez más engorroso, con el único fin de desanimar a civiles decentes, comunes y corrientes a poseer un arma de bajo calibre para defensa del hogar (la transportación es ya otro rollo).

Mi familia tenía un rancho de 22 hectáreas a las riberas de un viejo bordo de agua, ya desecado desde hace algún tiempo para construir fraccionamientos. Parte del mismo rancho ya también está fraccionado y construido, pero antes estaba alejado de la ciudad. Mis primeras armas las compré a los 13 años, y fueron escopeta de chispa hechizas que vendían en cualquier tlapalería. Muy peligrosas por cierto: a mí me explotaban una y otra vez, hasta que mi papá se dio cuenta que eran por de más los varazos y los cinturonazos que me daba cada que conseguía un arma y volvía a llegar todo tiznado y con la ropa quemada, y decidió que era más seguro comprarme una retrocarga Remington calibre 20 de cerrojo que aún poseo y tengo registrada ante la SEDENA junto con un Winchester 3006 y otra retrocarga de chaqueta que después adquirí de calibre 12.

En 2006, cuando registré mis armas y saqué el permiso de transportación, el trámite era muy sencillo. Lo más difícil era llevarlas a Sarabia, Guanajuato para la revisión de los rifles, medidas, número de serie y con eso podías registrar hasta 10 armas largas que no fueran de uso exclusivo del Ejército y 2 armas cortas menores al calibre 9 x 17.

Hoy los trámites de compra, registro y transportación se han vuelto casi imposibles. Se necesita estar jubilado para tener el tiempo de llevarles todo lo que piden en la DCAM y la SEDENA. Esto lo único que fomenta es el mercado negro y que el gobierno no tenga el control de las armas de fuego que se pueden utilizar en algún ilícito.

El otro lado de la moneda son los grupos criminales, que se pueden pasear por las calles de los pueblos y ciudades con rifles de asalto y antimateriales que nada tienen que ver con la cacería y el agrupamiento deportivo.

El piso no es parejo para todos: un ciudadano común no puede tener un arma de pequeño calibre en su hogar para la defensa de su familia Actividades como la caza y el tiro deportivo cada vez se desincentivan más, mientras a otro grupo de civiles mexicanos se les tolera andar mejor armados que a las fuerzas del orden y luego pretenden desarmarlos con abrazos. Los ejemplos están de más mencionarlos, pero los malos políticos tienen miedo que el ciudadano consciente y pensante, tenga como defensa, además de sus ideas bien estructuradas, un arma de fuego.

Con la reciente detención de Ovidio Guzmán, son muchas cosas las que llaman la atención, y que son inexplicables. La primera de ellas es la posesión y transporte de armas de fuego de alto poder por parte de civiles.

Yo como cazador aficionado desde hace muchos años, les puedo asegurar que la compra, el registro y la transportación de armas de poca potencia se ha vuelto un trámite cada vez más engorroso, con el único fin de desanimar a civiles decentes, comunes y corrientes a poseer un arma de bajo calibre para defensa del hogar (la transportación es ya otro rollo).

Mi familia tenía un rancho de 22 hectáreas a las riberas de un viejo bordo de agua, ya desecado desde hace algún tiempo para construir fraccionamientos. Parte del mismo rancho ya también está fraccionado y construido, pero antes estaba alejado de la ciudad. Mis primeras armas las compré a los 13 años, y fueron escopeta de chispa hechizas que vendían en cualquier tlapalería. Muy peligrosas por cierto: a mí me explotaban una y otra vez, hasta que mi papá se dio cuenta que eran por de más los varazos y los cinturonazos que me daba cada que conseguía un arma y volvía a llegar todo tiznado y con la ropa quemada, y decidió que era más seguro comprarme una retrocarga Remington calibre 20 de cerrojo que aún poseo y tengo registrada ante la SEDENA junto con un Winchester 3006 y otra retrocarga de chaqueta que después adquirí de calibre 12.

En 2006, cuando registré mis armas y saqué el permiso de transportación, el trámite era muy sencillo. Lo más difícil era llevarlas a Sarabia, Guanajuato para la revisión de los rifles, medidas, número de serie y con eso podías registrar hasta 10 armas largas que no fueran de uso exclusivo del Ejército y 2 armas cortas menores al calibre 9 x 17.

Hoy los trámites de compra, registro y transportación se han vuelto casi imposibles. Se necesita estar jubilado para tener el tiempo de llevarles todo lo que piden en la DCAM y la SEDENA. Esto lo único que fomenta es el mercado negro y que el gobierno no tenga el control de las armas de fuego que se pueden utilizar en algún ilícito.

El otro lado de la moneda son los grupos criminales, que se pueden pasear por las calles de los pueblos y ciudades con rifles de asalto y antimateriales que nada tienen que ver con la cacería y el agrupamiento deportivo.

El piso no es parejo para todos: un ciudadano común no puede tener un arma de pequeño calibre en su hogar para la defensa de su familia Actividades como la caza y el tiro deportivo cada vez se desincentivan más, mientras a otro grupo de civiles mexicanos se les tolera andar mejor armados que a las fuerzas del orden y luego pretenden desarmarlos con abrazos. Los ejemplos están de más mencionarlos, pero los malos políticos tienen miedo que el ciudadano consciente y pensante, tenga como defensa, además de sus ideas bien estructuradas, un arma de fuego.