La Autoridad en México
El concepto de “autoridad”, se entiende como una capacidad, una potestad que tiene, ya una persona por cierta investidura, o una institución por ministerio o mandato legal. Y quien ejerce la autoridad, manda, ordena, dirige a otros y que, por lo general, éstos últimos, obedecen. Desde luego, siempre hay un hueco, un rompimiento, una resistencia a esa regla general.
Igual, desde una perspectiva general, la autoridad tiene su fuente: La Ley, la Costumbre o Tradición, la Familiar, la Organizacional Jerárquica, el Conocimiento, la Religión, la Cultura y la Política. Desde luego, quien ejerce la autoridad, implica credibilidad, competencia, legitimidad o legitimación, según el contexto o el ámbito de que se trate. Luego, hay una clase de autoridad, la moral, que incide o debe, en las clases aquí señaladas, aunque tiene que ver más o exclusivamente, con la credibilidad, el prestigio, y en particular, con la congruencia en el pensar y hacer.
En días pasados, el inquilino desbocado de Palacio, hizo una aseveración pública, desde su atril vespertino, en palabras más o menos, dijo que su autoridad moral, estaba por encima de la Ley. ¿Hasta dónde llega el alcance de tal afirmación?
No se requiere de mucho esfuerzo mental, para entender que cualquier mandatario en el ámbito de su competencia y facultades, debe obedecer lo que determine la Ley, ya constitucional o cualquiera otra. Es la base del principio de Legalidad. Amén de que, incluso, hizo juramentación de cumplir y hacer cumplir la Ley. Luego, poner por encima del mandato constitucional o de las leyes secundarias, la autoridad moral -sin entrar siquiera al fondo: Hay o no, esa “autoridad moral”, que implica buena conducta, ejemplar cumplimiento de las normas legales, de tener palabra, de no mentir y denostar sin fundamento, etcétera-; resulta una posición aberrante de cualquier funcionario o servidor público, además de insulto a la inteligencia ciudadana. Y lo peor, que todavía otros defiendan esa postura, como “correcta o necesaria”.
Tampoco es un secreto, que la supuesta “autoridad moral” del dicho político, en muchas ocasiones públicas, ha sido contraria a la moralidad, si es que se entiende como una conducta apegada a la moral, en que se tiene que hacer diferencia entre el bien y el mal, y apegándose al primero. Por supuesto, que así visto, cualquier conducta moral, es relativa y se atiene al nivel de formación del individuo, pero, como presumir tal conducta cuando ya es cotidiano el denuesto, la ofensa, la falta de transparencia, la simple sospecha de corrupción de sus cercanos, los manejos de la Pandemia, el ahorcamiento del sistema de Salud Pública, su intervención en la campaña electoral y toda tergiversación o manipulación a la vista en asuntos de índole electoral; y no se trata de un ataque de adversarios o enemigos, son los hechos que cualquiera puede ver o constatar, menos que se esté ciego.
LA CONDICIÓN SINE QUA NON: ¡Ojo avizor! Mis estimados lectores de cualquier género y filiación o simpatía política. Debemos estar muy atentos a esas conductas y que peor, se anuncia su reproducción “sin quitar ni una coma”. Los ciudadanos no merecen tales desplantes y tomaduras de pelo. Y, preguntar: ¿Por qué no hay veda electoral para las mañaneras? Son un medio de propaganda electoral en favor del partido oficialista y, eso, además, crea condiciones de falta de “piso parejo”. Insistiendo, en que es un gasto injustificado per se. Es lo que hay. Cuídense.