/ domingo 26 de abril de 2020

Apassionata

“Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, justamente estas que regresan el brillo a los ojos y restauran los corazones destrozados” Pablo Neruda.

Usted, es tan solo un músico sin ingresos fijos, le respondió la condesa Josephine Dyen, viuda y madre de cuatro hijos a Ludwid van Beethoven cuando le propuso matrimonio. Conociendo su carácter colérico, llama la atención que el compositor en lugar de reaccionar con violencia, lo hizo con resignación y con misivas manifestando su amor por Josephine. “… Usted, usted, mi Todo mi dicha suprema // Oh no, tampoco con mis notas puedo hacerlo // Mi reposo mi Todo oh creador vela por ella. Bendice sus días antes sobre mí todas las adversidades. Fragmentos de cartas a la “Eternamente Amada” que comprenden un período de 1805 a 1812 estableciendo un vínculo espiritual que lo acompañó por el resto de su vida.

A la sazón, Beethoven se encontró con una ambivalencia de sentimientos coincidiendo cuando su hermano Kasper Anton Karl le anunció que se iba a casar con Johanna con tres meses de embarazo. Fue una reacción violenta al situarse entre la felicidad de Karl y su desdicha guardada muy dentro, solo para él. Época de la presentación pública de la Sinfonía Num.3 “Heroica” compuesta dos años antes impregnado de la decepción sufrida cuando Napoleón se autonombró emperador.

Antecedentes que tal vez fueron la musa para la creación de la monumental sonata inmortalizada con el título “Appasionata”, nombre impuesto por su editor a pesar de la oposición de Beethoven al afirmar que todas sus obras estaban escritas con pasión. En ese entonces, 1806 residía en el palacio del conde Brunswick, hermano de Josephine a quien fue dedicada la magistral obra.

Ludwid aplica toda su fuerza sobre el piano hasta el punto que parece golpear el teclado para destrozarlo. En muchos compases se repite en corcheas la misma nota, dejando un efecto de tensión y misterio.

Para la biógrafa Yolanda Pinto, Beethoven, a través de sus notas es un intransigente, un dominante que solo persigue la desgracia, “aún estoy aquí, este soy yo, es mi esencia, escucha mi dolor” De esta manera, la sonata en Fa menor para piano op, 57 es una pieza de rabia, violencia y desesperación, que en mi opinión es comparable con la segunda parte de la Sonata num. 14 llamada Claro de Luna cuando muestra su desesperación al descubrir que la niña con quien se sentó a tocarla era ciega.

En el año que conmemoramos el 250 aniversario de su natalicio, sirvan estas líneas para, en el encierro, refugiarnos en la música y en la lectura. Y cuidarnos, aún está por venir lo peor.

“Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, justamente estas que regresan el brillo a los ojos y restauran los corazones destrozados” Pablo Neruda.

Usted, es tan solo un músico sin ingresos fijos, le respondió la condesa Josephine Dyen, viuda y madre de cuatro hijos a Ludwid van Beethoven cuando le propuso matrimonio. Conociendo su carácter colérico, llama la atención que el compositor en lugar de reaccionar con violencia, lo hizo con resignación y con misivas manifestando su amor por Josephine. “… Usted, usted, mi Todo mi dicha suprema // Oh no, tampoco con mis notas puedo hacerlo // Mi reposo mi Todo oh creador vela por ella. Bendice sus días antes sobre mí todas las adversidades. Fragmentos de cartas a la “Eternamente Amada” que comprenden un período de 1805 a 1812 estableciendo un vínculo espiritual que lo acompañó por el resto de su vida.

A la sazón, Beethoven se encontró con una ambivalencia de sentimientos coincidiendo cuando su hermano Kasper Anton Karl le anunció que se iba a casar con Johanna con tres meses de embarazo. Fue una reacción violenta al situarse entre la felicidad de Karl y su desdicha guardada muy dentro, solo para él. Época de la presentación pública de la Sinfonía Num.3 “Heroica” compuesta dos años antes impregnado de la decepción sufrida cuando Napoleón se autonombró emperador.

Antecedentes que tal vez fueron la musa para la creación de la monumental sonata inmortalizada con el título “Appasionata”, nombre impuesto por su editor a pesar de la oposición de Beethoven al afirmar que todas sus obras estaban escritas con pasión. En ese entonces, 1806 residía en el palacio del conde Brunswick, hermano de Josephine a quien fue dedicada la magistral obra.

Ludwid aplica toda su fuerza sobre el piano hasta el punto que parece golpear el teclado para destrozarlo. En muchos compases se repite en corcheas la misma nota, dejando un efecto de tensión y misterio.

Para la biógrafa Yolanda Pinto, Beethoven, a través de sus notas es un intransigente, un dominante que solo persigue la desgracia, “aún estoy aquí, este soy yo, es mi esencia, escucha mi dolor” De esta manera, la sonata en Fa menor para piano op, 57 es una pieza de rabia, violencia y desesperación, que en mi opinión es comparable con la segunda parte de la Sonata num. 14 llamada Claro de Luna cuando muestra su desesperación al descubrir que la niña con quien se sentó a tocarla era ciega.

En el año que conmemoramos el 250 aniversario de su natalicio, sirvan estas líneas para, en el encierro, refugiarnos en la música y en la lectura. Y cuidarnos, aún está por venir lo peor.