/ lunes 12 de septiembre de 2022

El Precio de la Soberanía

“La dignidad no consiste en tener honores, sino en merecerlos” Aristóteles.

Son muchos los valores humanos que distinguen al hombre de bien sin tener relación con los bienes que se posee. El decoro es aquello propio del individuo que resiste a cualquier desafío, amenaza o la inminencia de muerte que se le ponga enfrente, tal como Maximiliano de Habsburgo encaró al pelotón de fusilamiento en el cerro de las Campanas.

El filósofo español Javier Gomá refiere que en tiempos pasados la dignidad se asociaba con la moralidad y el origen del que acepta el desafío, un derecho humano a reivindicarse como digno, pienso que sigue actual.

El regresar al pasado para recobrar valores que algunos piensan se han perdido, es una quimera sin sustento de la realidad. Hoy como ayer existen esos bienes innatos de los hombres y las mujeres de hoy, el meollo es auto descubrirlos y ponerlos en práctica.

La primera guerra mundial no solo disparó las balas de los fusiles, también proyectó nuevos sistemas de vida impulsados por la ciencia y el desarrollo tecnológico bien representados por el desarrollo de los artefactos voladores. Vale adelantarnos a la Segunda Guerra Mundial para dejar atrás los épicos aeroplanos Vickers, SPAD, Handley Page, Albatros o Fokker y veinticinco años después prestar atención en los bombarderos y aviones de combate que cuadriplicaron la velocidad y maniobrabilidad de los primeros recordando los P-47 Thunderbolt del heroico escuadrón mexicano 201 que combatió en el frente del Pacífico.

Se estima que en la segunda mundial conservadoramente fallecieron, contando civiles y milicias, entre 50 y sesenta millones de personas. Los pesimistas elevan la cifra a 100 y hasta 120 millones. Las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki que pusieron fin del conflicto armado dejaron enseñanzas y cicatrices de heridas que nadie quiere repetir, ¿Hubo dignidad de los aliados al defenderse de Alemania, Italia y Japón? ¿Y si los triunfadores hubieran sido las naciones que constituyeron el eje? Simple, los villanos siempre serán los vencidos.

El gran boom de la ciencia y la tecnología se proyectó con inusitada rapidez al término de la guerra que de escolar me tocó seguir en el diario Novedades que mi padre compraba cotidianamente. Se solucionaron unos problemas pero el belicismo innato del hombre que comenté la semana pasada siguió vigente. Se esfumaron las colonias, se independizaron sinnúmero de países. Siete décadas convulsivas que afectaron la dignidad en las personas, que parecen haber olvidado, pero no perdido los principios del respeto y la convivencia humana. 72 años vividos de prisa, cada día nos sorprende un conflicto aquí y otro allá, un alarde científico, un cambio inimaginable del día de ayer que hoy nos fascina y mañana olvidaremos.

Entre dificultades internacionales y domésticas, la dignidad de un dirigente es ser merecedor de respeto, ser meritorio, portarse con responsabilidad ante los que están bajo su dominio con tolerancia, decoro y sin deshonra, es ahí donde queda para la historia su Majestad la Reina Isabel II, que no obstante trances y desengaños familiares nunca afectaron la dignidad de Soberana de Inglaterra y de las naciones del Commonwealth. Una bofetada con guante blanco al licencioso Rey Juan Carlos I de España que por fortuna el trono español en posesión de su hijo Felipe VI está recuperando el prestigio de la corona española.

flokay33@gmail.com

“La dignidad no consiste en tener honores, sino en merecerlos” Aristóteles.

Son muchos los valores humanos que distinguen al hombre de bien sin tener relación con los bienes que se posee. El decoro es aquello propio del individuo que resiste a cualquier desafío, amenaza o la inminencia de muerte que se le ponga enfrente, tal como Maximiliano de Habsburgo encaró al pelotón de fusilamiento en el cerro de las Campanas.

El filósofo español Javier Gomá refiere que en tiempos pasados la dignidad se asociaba con la moralidad y el origen del que acepta el desafío, un derecho humano a reivindicarse como digno, pienso que sigue actual.

El regresar al pasado para recobrar valores que algunos piensan se han perdido, es una quimera sin sustento de la realidad. Hoy como ayer existen esos bienes innatos de los hombres y las mujeres de hoy, el meollo es auto descubrirlos y ponerlos en práctica.

La primera guerra mundial no solo disparó las balas de los fusiles, también proyectó nuevos sistemas de vida impulsados por la ciencia y el desarrollo tecnológico bien representados por el desarrollo de los artefactos voladores. Vale adelantarnos a la Segunda Guerra Mundial para dejar atrás los épicos aeroplanos Vickers, SPAD, Handley Page, Albatros o Fokker y veinticinco años después prestar atención en los bombarderos y aviones de combate que cuadriplicaron la velocidad y maniobrabilidad de los primeros recordando los P-47 Thunderbolt del heroico escuadrón mexicano 201 que combatió en el frente del Pacífico.

Se estima que en la segunda mundial conservadoramente fallecieron, contando civiles y milicias, entre 50 y sesenta millones de personas. Los pesimistas elevan la cifra a 100 y hasta 120 millones. Las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki que pusieron fin del conflicto armado dejaron enseñanzas y cicatrices de heridas que nadie quiere repetir, ¿Hubo dignidad de los aliados al defenderse de Alemania, Italia y Japón? ¿Y si los triunfadores hubieran sido las naciones que constituyeron el eje? Simple, los villanos siempre serán los vencidos.

El gran boom de la ciencia y la tecnología se proyectó con inusitada rapidez al término de la guerra que de escolar me tocó seguir en el diario Novedades que mi padre compraba cotidianamente. Se solucionaron unos problemas pero el belicismo innato del hombre que comenté la semana pasada siguió vigente. Se esfumaron las colonias, se independizaron sinnúmero de países. Siete décadas convulsivas que afectaron la dignidad en las personas, que parecen haber olvidado, pero no perdido los principios del respeto y la convivencia humana. 72 años vividos de prisa, cada día nos sorprende un conflicto aquí y otro allá, un alarde científico, un cambio inimaginable del día de ayer que hoy nos fascina y mañana olvidaremos.

Entre dificultades internacionales y domésticas, la dignidad de un dirigente es ser merecedor de respeto, ser meritorio, portarse con responsabilidad ante los que están bajo su dominio con tolerancia, decoro y sin deshonra, es ahí donde queda para la historia su Majestad la Reina Isabel II, que no obstante trances y desengaños familiares nunca afectaron la dignidad de Soberana de Inglaterra y de las naciones del Commonwealth. Una bofetada con guante blanco al licencioso Rey Juan Carlos I de España que por fortuna el trono español en posesión de su hijo Felipe VI está recuperando el prestigio de la corona española.

flokay33@gmail.com