/ viernes 19 de noviembre de 2021

La Esencia de una Revolución Laboral

El próximo 20 de noviembre se celebra un año más del triunfo sobre las causas que provocan lastre en el crecimiento de las condiciones humanas, el término de una dictadura, el nacimiento de una nueva carta magna, la reivindicación de la educación, términos generales para bien del ejidatario, entre otros. Pero lo que es más notable y hay que decirlo, dicha revolución no habría sido posible si no se hubiera contado con las mínimas intenciones de mejorar las condiciones laborales en las que se encontraban. En pocas palabras, gracias a ese cerillo laboral se logró encender uno de los movimientos mejores orquestados en México.

Los caudillos revolucionarios bien identificados, dentro del mundo de las vulnerabilidades hubo uno en especial que lograron identificar, el mundo del trabajo. Este mundo en el que la mayoría de personas pasan gran parte de su vida, es un punto de partida privilegiado para abordar y garantizar los derechos humanos. Los derechos laborales fueron identificados como derechos humanos y que son indispensables para asegurar el crecimiento económico con progreso social.

Las voces que clamaron con armas por el respeto de estos derechos deben contar y hoy se tienen que analizar.

A inicios de este fenómeno revolucionario, muchos contextos desfavorables se fueron gestando y que se fueron preparando para el camino llamado constitucionalismo social en México. Todo indica aquí que dicho concepto nos ha alcanzado a nuestros días con las nuevas reformas que se han realizado en materia laboral. Siguiendo de cerca cada posicionamiento actual en los tres niveles de gobierno, se han discutido sobre la protección de los trabajadores y la dignificación del trabajo, justo como lo hicieron los liberales de aquella época.

Así, pasaron del principio de la libre contratación y ejercicio de la profesión que emanaba del antiguo artículo 5 de la Constitución de 1857 al del trabajo subordinado y asalariado del nuevo artículo 123 de la Constitución de 1917. Una mezcla de ideas libertarias y católicas e influencias externas desembocó en el debate fundacional y controvertido sobre registrar como norma constitucional la protección de los derechos sociales y económicos de los trabajadores.

Para este año la reforma laboral representa un gran desafío, tanto para empresas y aún más especialmente para las organizaciones sindicales que tendrán que reinventarse para conectar auténticamente con sus representados, para asegurar las mejores condiciones de trabajo evitando reclamos o conflictos que afecten su sostenibilidad. Sin depender de alguna figura política o de autoridad lo que se necesita descubrir, capitalizar y potenciar es la gran fortaleza de la reforma, que está justamente en la participación de los trabajadores; todos tienen que conocer el espíritu de la reforma para poder participar y así cerrar filas para sus propios intereses. Como en la revolución, hay que preparar efectivamente a los trabajadores en un constante desarrollo, no solo profesional y académico, sino humano y colectivo, para generar un criterio unificado consciente que les permita tomar decisiones y participar en todos los procesos.

No puede haber revolución sino existe la comunicación efectiva y un motín generalizado. El mismo Zapata implementó rutinas que estaban enfocadas de verdad en escuchar a la gente y compartirles la realidad del México del siglo pasado. En la actualidad no hay que descubrir el hilo negro, solo conducirnos bajo el margen de la ley y los principios institucionales. En el mundo digital no hay espacio para las ocurrencias espontaneas sin pensar, se debe marcar diferencia y dejar huella, hay que ser revolucionarios.

El próximo 20 de noviembre se celebra un año más del triunfo sobre las causas que provocan lastre en el crecimiento de las condiciones humanas, el término de una dictadura, el nacimiento de una nueva carta magna, la reivindicación de la educación, términos generales para bien del ejidatario, entre otros. Pero lo que es más notable y hay que decirlo, dicha revolución no habría sido posible si no se hubiera contado con las mínimas intenciones de mejorar las condiciones laborales en las que se encontraban. En pocas palabras, gracias a ese cerillo laboral se logró encender uno de los movimientos mejores orquestados en México.

Los caudillos revolucionarios bien identificados, dentro del mundo de las vulnerabilidades hubo uno en especial que lograron identificar, el mundo del trabajo. Este mundo en el que la mayoría de personas pasan gran parte de su vida, es un punto de partida privilegiado para abordar y garantizar los derechos humanos. Los derechos laborales fueron identificados como derechos humanos y que son indispensables para asegurar el crecimiento económico con progreso social.

Las voces que clamaron con armas por el respeto de estos derechos deben contar y hoy se tienen que analizar.

A inicios de este fenómeno revolucionario, muchos contextos desfavorables se fueron gestando y que se fueron preparando para el camino llamado constitucionalismo social en México. Todo indica aquí que dicho concepto nos ha alcanzado a nuestros días con las nuevas reformas que se han realizado en materia laboral. Siguiendo de cerca cada posicionamiento actual en los tres niveles de gobierno, se han discutido sobre la protección de los trabajadores y la dignificación del trabajo, justo como lo hicieron los liberales de aquella época.

Así, pasaron del principio de la libre contratación y ejercicio de la profesión que emanaba del antiguo artículo 5 de la Constitución de 1857 al del trabajo subordinado y asalariado del nuevo artículo 123 de la Constitución de 1917. Una mezcla de ideas libertarias y católicas e influencias externas desembocó en el debate fundacional y controvertido sobre registrar como norma constitucional la protección de los derechos sociales y económicos de los trabajadores.

Para este año la reforma laboral representa un gran desafío, tanto para empresas y aún más especialmente para las organizaciones sindicales que tendrán que reinventarse para conectar auténticamente con sus representados, para asegurar las mejores condiciones de trabajo evitando reclamos o conflictos que afecten su sostenibilidad. Sin depender de alguna figura política o de autoridad lo que se necesita descubrir, capitalizar y potenciar es la gran fortaleza de la reforma, que está justamente en la participación de los trabajadores; todos tienen que conocer el espíritu de la reforma para poder participar y así cerrar filas para sus propios intereses. Como en la revolución, hay que preparar efectivamente a los trabajadores en un constante desarrollo, no solo profesional y académico, sino humano y colectivo, para generar un criterio unificado consciente que les permita tomar decisiones y participar en todos los procesos.

No puede haber revolución sino existe la comunicación efectiva y un motín generalizado. El mismo Zapata implementó rutinas que estaban enfocadas de verdad en escuchar a la gente y compartirles la realidad del México del siglo pasado. En la actualidad no hay que descubrir el hilo negro, solo conducirnos bajo el margen de la ley y los principios institucionales. En el mundo digital no hay espacio para las ocurrencias espontaneas sin pensar, se debe marcar diferencia y dejar huella, hay que ser revolucionarios.