/ viernes 22 de octubre de 2021

Se Conmemora la Fecha, Pero se Celebra la Vida

Como cada 23 de octubre desde hace ya 84 años en México se honra a todos y cada uno de las y los médicos distribuidos en todo el país, desde una humilde comunidad hasta en las más sofisticadas zonas metropolitanas, desde el recién egresado hasta el más fino especialista de cada materia. Encargados de la conservación de la salud, de la procuración de las enfermedades y especialmente hoy en día, de extender la esperanza de vida. Y cómo no homenajear a quienes han sido con razón de sobra los mayores benefactores de la humanidad en la actualidad, por la sencilla y común palabra en nuestro vocabulario acerca del COVID.

Tampoco es para menos el reconocer que sin el avance tan rápido de la ciencia quizás el número de decesos hubiera sido significativamente mayor y a pesar de ello se logró cosechar un solo criterio en la rama médica, para que este mismo pensamiento de todos, diera las facilidades de avance y logro mundial en tiempo record. Hablamos específicamente de la creación de un antídoto y la propagación inmediata de políticas públicas en salud, ayudando así al grupo poblacional más vulnerable y al mismo tiempo ayudándose los médicos así mismos.

Resulta complicado poner el nombre de un solo médico que fue capaz de hacer lo inimaginable, o de unos cuantos colegiados que fueron lo suficientemente locos para hacer más allá de lo que alguna guía de práctica clínica les indicaba, es por esto que el gran logro se generaliza en un solo gremio con ayuda de sus brazos derechos e incluso artífices de los que hoy gozan de respirar, las enfermeras.

Dejando de lado las políticas, las estructuras, famosos, incluso a los hombres con mayores poderes adquisitivos, etc., todos tenemos el compromiso moral de rendir ese homenaje a estas personas de batas blancas. Quizás muchos no lo sepan, no lo entiendan, o simplemente no ven más allá de sus conveniencias y por eso no se les rinde ese homenaje; porque ellos son el centro del universo, pero tal vez no ven al hombre en su verdad, sin sus adornos, con su grandeza y especialmente con su miseria, justo como el médico logra verlos.

Ese homenaje escondido que a cada rato se les rinde en sus consultas, es el que debería rendirles la sociedad entera. Porque estamos olvidando que el médico, al margen de sacerdocios, es un hombre como cualquier otro, con la única diferencia de que escogió por vocación y dedicación, la entrega a los demás. Y que, como tal hombre, también tiene una serie de derechos que las generaciones parecen olvidar. Y uno de esos derechos (y hay que decirlo fuerte) es el prestigio social.

En efecto, el médico es un hombre como los demás. Pero, precisamente por la función que ejerce tiene que situarse en un punto social diferenciado. No digo ni mejor, ni peor; sino diferenciado.

Porque lo que no se puede discutir es que el médico está encuadrado de manera singular, como una figura fundamental de la coexistencia humana. Es el que une el hombre necesitado con su ayuda; es decir, que el médico, quiérase o no, es el eslabón que une la necesidad con la solución.

Si no es así, entonces que alguien me explique la fuente de las vacunas. De ahí, que él médico, precisamente por la confianza general que en él se deposita, esté llamado a ser el abogado de toda miseria y el intermediario de todas las soluciones.

Se conmemora le fecha, pero se celebra la vida, es el título de este agradecimiento hacia ellos. Nos toca apapacharlos y reconocerles, pues en cada uno de ellos encontraremos el cielo en la tierra, la cura. ¡Muchas felicidades!

Como cada 23 de octubre desde hace ya 84 años en México se honra a todos y cada uno de las y los médicos distribuidos en todo el país, desde una humilde comunidad hasta en las más sofisticadas zonas metropolitanas, desde el recién egresado hasta el más fino especialista de cada materia. Encargados de la conservación de la salud, de la procuración de las enfermedades y especialmente hoy en día, de extender la esperanza de vida. Y cómo no homenajear a quienes han sido con razón de sobra los mayores benefactores de la humanidad en la actualidad, por la sencilla y común palabra en nuestro vocabulario acerca del COVID.

Tampoco es para menos el reconocer que sin el avance tan rápido de la ciencia quizás el número de decesos hubiera sido significativamente mayor y a pesar de ello se logró cosechar un solo criterio en la rama médica, para que este mismo pensamiento de todos, diera las facilidades de avance y logro mundial en tiempo record. Hablamos específicamente de la creación de un antídoto y la propagación inmediata de políticas públicas en salud, ayudando así al grupo poblacional más vulnerable y al mismo tiempo ayudándose los médicos así mismos.

Resulta complicado poner el nombre de un solo médico que fue capaz de hacer lo inimaginable, o de unos cuantos colegiados que fueron lo suficientemente locos para hacer más allá de lo que alguna guía de práctica clínica les indicaba, es por esto que el gran logro se generaliza en un solo gremio con ayuda de sus brazos derechos e incluso artífices de los que hoy gozan de respirar, las enfermeras.

Dejando de lado las políticas, las estructuras, famosos, incluso a los hombres con mayores poderes adquisitivos, etc., todos tenemos el compromiso moral de rendir ese homenaje a estas personas de batas blancas. Quizás muchos no lo sepan, no lo entiendan, o simplemente no ven más allá de sus conveniencias y por eso no se les rinde ese homenaje; porque ellos son el centro del universo, pero tal vez no ven al hombre en su verdad, sin sus adornos, con su grandeza y especialmente con su miseria, justo como el médico logra verlos.

Ese homenaje escondido que a cada rato se les rinde en sus consultas, es el que debería rendirles la sociedad entera. Porque estamos olvidando que el médico, al margen de sacerdocios, es un hombre como cualquier otro, con la única diferencia de que escogió por vocación y dedicación, la entrega a los demás. Y que, como tal hombre, también tiene una serie de derechos que las generaciones parecen olvidar. Y uno de esos derechos (y hay que decirlo fuerte) es el prestigio social.

En efecto, el médico es un hombre como los demás. Pero, precisamente por la función que ejerce tiene que situarse en un punto social diferenciado. No digo ni mejor, ni peor; sino diferenciado.

Porque lo que no se puede discutir es que el médico está encuadrado de manera singular, como una figura fundamental de la coexistencia humana. Es el que une el hombre necesitado con su ayuda; es decir, que el médico, quiérase o no, es el eslabón que une la necesidad con la solución.

Si no es así, entonces que alguien me explique la fuente de las vacunas. De ahí, que él médico, precisamente por la confianza general que en él se deposita, esté llamado a ser el abogado de toda miseria y el intermediario de todas las soluciones.

Se conmemora le fecha, pero se celebra la vida, es el título de este agradecimiento hacia ellos. Nos toca apapacharlos y reconocerles, pues en cada uno de ellos encontraremos el cielo en la tierra, la cura. ¡Muchas felicidades!