/ domingo 29 de agosto de 2021

La Luna Y La Música

“Creo que vamos a la luna porque está en la naturaleza humana enfrentarse a los desafíos” Neil Armstrong.

Echar mano de un ser viviente, de un objeto inanimado o del cosmos para comunicar una idea o reproducir la belleza con la pluma del poeta, el color y líneas del pintor, el martillo y el cincel del escultor o armonizar los sonidos por el compositor, son inspiración para la creación de obras de arte. Es como acudir a una de las nueve musas de la mitología griega que protegían la ciencia y el arte.

No solo los científicos se interesan en escudriñar el éter y los cuerpos celestes, el artífice encuentra un universo de motivos de comunicación valiéndose de sus dotes artísticas. Después del amor y la figura humana, la fuente de inspiración más socorrida es la naturaleza, elevar la mirada a la bóveda celeste que prodiga elementos para reproducir la belleza por la mano del hombre.

Del inconmensurable cosmos, la luna ocupa sitio sobresaliente, un altar en el interés de virtuoso.

La antigua Grecia la mitificó encarnándola en Selene, la titán hija los titanes Hiperión y Tea.

Julio Verne nos lleva a nuestro satélite natural entre la ciencia ficción y la prosa literaria. Marc Chagall seguro que pensaba en la luna en gran parte de sus obras, se pinta a sí mismo flotando en el cielo tomando la postura de media luna.

Antes, mucho antes del 20 de julio de 1969 cuando el módulo Eagle de la astronave Apolo XI llevara al hombre al satélite de la Tierra, muestra mente ya la había visitado por la misteriosa atracción de nuestra acompañante que brilla por las noches con luz prestada del sol que ha seducido para cantarle en todos los idiomas melodías y canciones populares. Y ¿cómo sería la música clásica sin la luna? Le faltaría un bastión.

Encuentro cinco compositores de música culta que nos llevaron a la luna antes que la NASA.

Con la ópera “El Mundo de la Luna” de Joseph Haydn comienzan los viajes al satélite, con un argumento en que se engaña a un aficionado a la astronomía haciéndolo creer que ha viajado para encontrarla donde un emperador lunar le convence que deje casar a sus hijas con dos cuestionables pretendientes.

Ludwid van Beethoven en su “Claro de Luna” nos prende con la belleza de la inmortal sonata para piano. Ludwid Rellstab la comparó con el reflejo de la luna llena en el Lago Lucerna.

¿Y quién no ha escuchado la seductora obra del compositor francés Claude Debussy también titulada Claro de Luna?

El mismo creador de Carmina Burana, Carl Orff cautiva en la pequeña ópera “La Luna” basada en un cuento infantil de los hermanos Grimm, cuatro bandidos se la roban hasta que San Pedro la rescata para volverla a colgar del firmamento.

El compositor checo del siglo XX Leos Janacek, en “Las Excursiones del Señor Broucek” hace referencia a un cohete que lleva al protagonista a nuestro satélite para convivir con una imaginaria civilización de lunáticos.

Es la misma luna que vio el Homo sapiens hace 315 mil años; la que miró Aristóteles y Pitágoras de Samos; la que estudió Ptolomeo al principio de nuestra era y Nicolás Copérnico en el renacimiento; la misma que investiga la NASA y la que usted y yo admiramos en el presente.

Bien decía Galileo Galilei “Es un espectáculo hermoso y encantador contemplar el cuerpo de la Luna” a la que agregamos, con música al trova.

flokay33@gmail.com

“Creo que vamos a la luna porque está en la naturaleza humana enfrentarse a los desafíos” Neil Armstrong.

Echar mano de un ser viviente, de un objeto inanimado o del cosmos para comunicar una idea o reproducir la belleza con la pluma del poeta, el color y líneas del pintor, el martillo y el cincel del escultor o armonizar los sonidos por el compositor, son inspiración para la creación de obras de arte. Es como acudir a una de las nueve musas de la mitología griega que protegían la ciencia y el arte.

No solo los científicos se interesan en escudriñar el éter y los cuerpos celestes, el artífice encuentra un universo de motivos de comunicación valiéndose de sus dotes artísticas. Después del amor y la figura humana, la fuente de inspiración más socorrida es la naturaleza, elevar la mirada a la bóveda celeste que prodiga elementos para reproducir la belleza por la mano del hombre.

Del inconmensurable cosmos, la luna ocupa sitio sobresaliente, un altar en el interés de virtuoso.

La antigua Grecia la mitificó encarnándola en Selene, la titán hija los titanes Hiperión y Tea.

Julio Verne nos lleva a nuestro satélite natural entre la ciencia ficción y la prosa literaria. Marc Chagall seguro que pensaba en la luna en gran parte de sus obras, se pinta a sí mismo flotando en el cielo tomando la postura de media luna.

Antes, mucho antes del 20 de julio de 1969 cuando el módulo Eagle de la astronave Apolo XI llevara al hombre al satélite de la Tierra, muestra mente ya la había visitado por la misteriosa atracción de nuestra acompañante que brilla por las noches con luz prestada del sol que ha seducido para cantarle en todos los idiomas melodías y canciones populares. Y ¿cómo sería la música clásica sin la luna? Le faltaría un bastión.

Encuentro cinco compositores de música culta que nos llevaron a la luna antes que la NASA.

Con la ópera “El Mundo de la Luna” de Joseph Haydn comienzan los viajes al satélite, con un argumento en que se engaña a un aficionado a la astronomía haciéndolo creer que ha viajado para encontrarla donde un emperador lunar le convence que deje casar a sus hijas con dos cuestionables pretendientes.

Ludwid van Beethoven en su “Claro de Luna” nos prende con la belleza de la inmortal sonata para piano. Ludwid Rellstab la comparó con el reflejo de la luna llena en el Lago Lucerna.

¿Y quién no ha escuchado la seductora obra del compositor francés Claude Debussy también titulada Claro de Luna?

El mismo creador de Carmina Burana, Carl Orff cautiva en la pequeña ópera “La Luna” basada en un cuento infantil de los hermanos Grimm, cuatro bandidos se la roban hasta que San Pedro la rescata para volverla a colgar del firmamento.

El compositor checo del siglo XX Leos Janacek, en “Las Excursiones del Señor Broucek” hace referencia a un cohete que lleva al protagonista a nuestro satélite para convivir con una imaginaria civilización de lunáticos.

Es la misma luna que vio el Homo sapiens hace 315 mil años; la que miró Aristóteles y Pitágoras de Samos; la que estudió Ptolomeo al principio de nuestra era y Nicolás Copérnico en el renacimiento; la misma que investiga la NASA y la que usted y yo admiramos en el presente.

Bien decía Galileo Galilei “Es un espectáculo hermoso y encantador contemplar el cuerpo de la Luna” a la que agregamos, con música al trova.

flokay33@gmail.com