/ domingo 2 de febrero de 2020

Los Virus



“Llegada la edad provecta, ¿cuál es el amigo cuya muerte repercute más dolorosamente en nuestro corazón? El caído de la misma enfermedad que nos aqueja”. Santiago Ramón y Cajal.

Primavera de 1918, franqueado el rigor del invierto europeo, las tropas norteamericanas vivían en un estado anímico rayando en el desencanto. El alto mando se preocupaba por mantener la confianza. Era necesario mantener en alto la moral de las milicias cuando aparece un brote de gripe al que poca importancia se le dio. Pasó desapercibido, desfilaron los meses y se mantenían los casos de lo que se pensó era un benigno resfriado común del final del invierno. Transcurrió una calma chicha de los marineros, hasta que llega la temporada invernal coincidente con el final de la contienda (11 de nov. de 1918) cuando se repatriaban las tropas venidas de ultramar.

Entonces se dieron cuenta que el supuesto refriado era una gripe causada por un agresivo virus que tal parece estuvo al asecho de mejores condiciones para su reproducción y mostrase con toda su fuerza patogénica.

Sin tener respuesta convincente del porqué se le llamó “gripa española” puesto que España no participó en el conflicto armado, el brote de las tropas se propagó para convertirse en la peor pandemia de la historia de la humanidad, que en menos de un año mató entre 40 y 100 millones de personas. Según se supo más tarde, la enfermedad fue causada por un brote de influenza virus del subtipo H1N1.

Hoy nos amenaza el coronavirus, que, como frecuentes enfermedades virales, provienen del continente asiático. Virus portados por animales que por alguna razón invaden al hombre con gran virulencia. Es un ciclo más, que con variantes, se repite periódicamente desde que se documentó la gripa española.

Una causa más de la sentencia bíblica “Te ganarás en pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra de la cual fuiste sacado” (Génesis 3:19) que se interpreta que el hombre y la vida en general tarde o temprano tendrá un final. Abreviando, se muere por tres cosas: enfermedad con sus cientos de variantes; por senectud que en términos simples es por fatiga o cansancio de los órganos deteriorados por la edad y las circunstancias y, tercero, por la vida mecanizada con la velocidad que arrastra la muerte violenta por accidentes. Un plus, hoy en nuestro maltrecho país añadimos la “intoxicación por plomo” el plomo de las balas de los tiroteos entre los cárteles que se disputan el negocio de las drogas de abuso, al que por desgracia se agregan inocentes casuales o que no se sujetan a las extorciones de las mafias.

Colofón.- Los virus son tan agresivos, que el vocablo lo utilizamos en el “mal” de las computadoras.



“Llegada la edad provecta, ¿cuál es el amigo cuya muerte repercute más dolorosamente en nuestro corazón? El caído de la misma enfermedad que nos aqueja”. Santiago Ramón y Cajal.

Primavera de 1918, franqueado el rigor del invierto europeo, las tropas norteamericanas vivían en un estado anímico rayando en el desencanto. El alto mando se preocupaba por mantener la confianza. Era necesario mantener en alto la moral de las milicias cuando aparece un brote de gripe al que poca importancia se le dio. Pasó desapercibido, desfilaron los meses y se mantenían los casos de lo que se pensó era un benigno resfriado común del final del invierno. Transcurrió una calma chicha de los marineros, hasta que llega la temporada invernal coincidente con el final de la contienda (11 de nov. de 1918) cuando se repatriaban las tropas venidas de ultramar.

Entonces se dieron cuenta que el supuesto refriado era una gripe causada por un agresivo virus que tal parece estuvo al asecho de mejores condiciones para su reproducción y mostrase con toda su fuerza patogénica.

Sin tener respuesta convincente del porqué se le llamó “gripa española” puesto que España no participó en el conflicto armado, el brote de las tropas se propagó para convertirse en la peor pandemia de la historia de la humanidad, que en menos de un año mató entre 40 y 100 millones de personas. Según se supo más tarde, la enfermedad fue causada por un brote de influenza virus del subtipo H1N1.

Hoy nos amenaza el coronavirus, que, como frecuentes enfermedades virales, provienen del continente asiático. Virus portados por animales que por alguna razón invaden al hombre con gran virulencia. Es un ciclo más, que con variantes, se repite periódicamente desde que se documentó la gripa española.

Una causa más de la sentencia bíblica “Te ganarás en pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra de la cual fuiste sacado” (Génesis 3:19) que se interpreta que el hombre y la vida en general tarde o temprano tendrá un final. Abreviando, se muere por tres cosas: enfermedad con sus cientos de variantes; por senectud que en términos simples es por fatiga o cansancio de los órganos deteriorados por la edad y las circunstancias y, tercero, por la vida mecanizada con la velocidad que arrastra la muerte violenta por accidentes. Un plus, hoy en nuestro maltrecho país añadimos la “intoxicación por plomo” el plomo de las balas de los tiroteos entre los cárteles que se disputan el negocio de las drogas de abuso, al que por desgracia se agregan inocentes casuales o que no se sujetan a las extorciones de las mafias.

Colofón.- Los virus son tan agresivos, que el vocablo lo utilizamos en el “mal” de las computadoras.