/ jueves 28 de marzo de 2019

Nueva Orleans

Conquistados, agachados, divididos…

Para pararse frente a un escenario y frente a las cámaras para cantar, tocar algún instrumento, actuar o dar una conferencia de prensa, se debe tener algo de confianza en sí mismo y algo de eso que llamamos ego. No todo el que entra a la política lo hace para robar “aunque sea poquito” como decía algún alcalde mexicano. La gran mayoría de los políticos son ególatras, y muchos de ellos de verdad creen que tienen la “llave mágica” para resolver los problemas del municipio, del estado, del país. Antes de entrar en la política activa visualizan sus ideas; durante la campaña las “moldean” para hacerlas atractivas al electorado ya que al final del día, las elecciones se ganan con votos; así que además de muchos devaluados pesos y una estructura electoral se requiere de la popularidad del candidato. Una vez que éste alcanza el puesto deseado se da cuenta de que no se trata sólo de llegar y cambiar cosas o implementar las ideas que originalmente lo motivaron a “entrarle”. La política es de compromisos; existen otros actores políticos, partidos, estructuras, grupos de poder, la sociedad, otros municipios, otros estados, otros países, y no todos se pueden alinear a la mesiánica idea del ególatra “manda más”, que en un país usualmente es el presidente.

Así, al final de su término o su vida, los presidentes hacen lo que pueden para forjar su legado, más la consciencia social y la historia acaban definiéndolos justa o injustamente, dependiendo del cristal con que se vea.

Así, por ejemplo, Peña Nieto quería definirse desde muy temprano por su “Pacto por México” y sus “mega” Reformas en educación, energía y fiscales; sin embargo, la sociedad lo asocia hoy más con la palabra “ignorancia” porque no pudo mencionar los tres libros que había leído o “menos, como cinco…”. La imagen de Calderón estará siempre asociada por la fallida guerra contra el narco y la explosión de la violencia que aún tiene secuestrada al país. Fox “sacó al PRI de los Pinos” con un puntapié de sus botas y su majadero estilo de expresarse. Zedillo con sus “zapatistas” y su “crisis económica” fue el último presidente consecutivo priista que llegó sólo después del magnicidio de Colosio. Salinas ordenó o no el asesinato del candidato y después de estar en el umbral de dirigir la Organización Internacional de Comercio después de su sexenio, terminó haciendo huelga de hambre para que sacaran a su hermano de la cárcel y pasó de héroe a villano. López Portillo “defendía al peso como un perro”; Díaz Ordaz estaba “muy orgulloso del año de 1968”; Cárdenas y su “expropiación petrolera”; Calles y la fundación del PNR/PRI; Madero y su “Sufragio efectivo, no reelección”; “El Benemérito de las Américas”, Benito Juárez, y su “Reforma”; Santana vendiendo la mitad del territorio mexicano; Hidalgo y Allende, los héroes que nos dieron patria y que no gritaban “Viva México”, sino “Viva Fernando VII”. Y bueno, ya “encarrerado” en esto de los legados, recuerdo a Cortés y a su Conquista; al Moctezuma que le quemaban los pies; a la reina Isabel que “con las joyas de la Corona” financiaba el “descubrimiento de América” por el marinero Cristóbal Colón. Y ahora, tenemos al “Peje” que cada día nos da una idea más de cómo será recordado y no por las mejores razones. La última, la petición de una disculpa a España y al Vaticano por los “crímenes” cometidos durante la Conquista.

La popularidad que puso al presidente en sus conferencias de prensa matutinas como “manda más” de nuestro país y que hasta hace algunos días se manifestaba a más del setenta por ciento de aprobación según las encuestas, le han dado a Andrés Manuel el ego necesario para emprender y hablar lo que fuere que se le ocurriere, y que está trayendo como consecuencia lo que en mi opinión es hasta ahora su más funesto legado: La División.

Acostumbrado a la división como arma política desde que dejó partidos como su natal PRI y su exitosa campaña que lo hiciera Jefe de Gobierno de la Ciudad de México abanderado por el PRD, hasta fundar su propio partido fracturando a ambos con la aparente premisa de “divide y vencerás”, Andrés Manuel parece estar acostumbrado a tales prácticas olvidándose que esto ya no es una campaña política, ¿O sí?...

Gústenos o no, AMLO es nuestro presidente, así como lo fue Fox y Salinas y Cárdenas y Madero y Juárez. Así, como mi presidente, quiero que tenga éxito, pues quiero creer que sus motivos e ideas están por el bien del país; pero la divisoria forma en que se conduce sólo está hiriendo a los mexicanos y a nuestras relaciones con el resto del mundo.

¿Quién, más allá de los beneficiados por el crimen, no quiere acabar con el “Huachicoleo”? ¿Más poner al país en un estado irresponsable de desabasto de la forma que lo hizo por falta de planeación, y muy “a lo mexicano” “sentarse en su macho” porque aquí sólo “mis chicharrones truenan…”?

¿Quién no quiere una democracia “perfecta” donde la gente decida? ¿Más realizar encuestas que parecen rifa de kermes de escuela…?

¿Quién no quiere apoyos económicos para estudiar, para los que ya están retirados? Mas la responsabilidad fiscal de los ingresos prometidos gracias a que desde el primer día de su gobierno se terminaría la corrupción, simplemente no hace sentido…”

¿Quién no quisiera darle vuelta a la historia que desde “La Conquista” nos hizo un pueblo de “agachados” y que quizás en los ojos del presidente se pueda remediar con una disculpa del gobierno o de la monarquía española que hoy, más allá de su historia, no tiene nada que ver ni con los Reyes Católicos que reconquistaron el reino de Castila de los moros, en una guerra que llenó de sangre a Andalucía; ni con la España que sufrió una sangrienta derrota por el francés Napoleón; ni con la de Francisco Franco que provocó un éxodo en el cual México recibió a muchos ibéricos? Para gran cantidad de mexicanos que hemos visitado España en vuelo comercial o paseado en carros deportivos de lujo como el hijo del presidente, sabemos del afecto del pueblo español para con los mexicanos, y de la sinceridad con que hablan con una especie de remordimiento de casi todos, incluso en las comunidades rurales, que estudiaron la historia de su país y que saben de las atrocidades de la conquista, a diferencia de los millones de mexicanos en las comunidades indígenas que viven y siguen creciendo sin educación pública formal, que son vistos como inferiores con ojos propios y ajenos por el mero hecho de su aspecto y de hablar su propia lengua…

No sólo España ni el Vaticano; Francia, Estados Unidos, más allá, los mismos mexicanos, no sólo la hoy caricaturesca figura del presidente le debemos una disculpa a los pueblos indígenas y al pueblo, de toda la historia de México. Mas la divisoria práctica de pedir a gobiernos autónomos que se disculpen sólo nos seguirá dividiendo del resto del mundo, de la misma forma que nos aísla el no tomar parte en conflictos de hoy, en los que podemos hacer una mínima diferencia como el caos venezolano.

El ego de Andrés Manuel necesita asesoría en su libre estilo de actuar y hablar de la misma forma que Trump necesita que le cancelen su “twitter”. La historia para los historiadores, como su esposa, que nos dejen ver los errores del pasado para andar en el futuro. México no son complacencias matrimoniales (sólo hay que darle un ojo a la tesis y entrevistas de la que –gústele, gústenos o… es primera dama-). En verdad queremos un mejor país, y eso significa que “le vaya bien” a nuestro presidente; pero tiene que olvidarse ya de las prácticas de “choque” y división que lo pusieron ahí. Ya no estamos en campaña, Andrés Manuel, ya no hay disidentes, ni mafia del poder, ni fifís, ni conquistadores. Nosotros somos los gobernados y tú eres nuestro presidente.

luisesparz@gmail.com

Conquistados, agachados, divididos…

Para pararse frente a un escenario y frente a las cámaras para cantar, tocar algún instrumento, actuar o dar una conferencia de prensa, se debe tener algo de confianza en sí mismo y algo de eso que llamamos ego. No todo el que entra a la política lo hace para robar “aunque sea poquito” como decía algún alcalde mexicano. La gran mayoría de los políticos son ególatras, y muchos de ellos de verdad creen que tienen la “llave mágica” para resolver los problemas del municipio, del estado, del país. Antes de entrar en la política activa visualizan sus ideas; durante la campaña las “moldean” para hacerlas atractivas al electorado ya que al final del día, las elecciones se ganan con votos; así que además de muchos devaluados pesos y una estructura electoral se requiere de la popularidad del candidato. Una vez que éste alcanza el puesto deseado se da cuenta de que no se trata sólo de llegar y cambiar cosas o implementar las ideas que originalmente lo motivaron a “entrarle”. La política es de compromisos; existen otros actores políticos, partidos, estructuras, grupos de poder, la sociedad, otros municipios, otros estados, otros países, y no todos se pueden alinear a la mesiánica idea del ególatra “manda más”, que en un país usualmente es el presidente.

Así, al final de su término o su vida, los presidentes hacen lo que pueden para forjar su legado, más la consciencia social y la historia acaban definiéndolos justa o injustamente, dependiendo del cristal con que se vea.

Así, por ejemplo, Peña Nieto quería definirse desde muy temprano por su “Pacto por México” y sus “mega” Reformas en educación, energía y fiscales; sin embargo, la sociedad lo asocia hoy más con la palabra “ignorancia” porque no pudo mencionar los tres libros que había leído o “menos, como cinco…”. La imagen de Calderón estará siempre asociada por la fallida guerra contra el narco y la explosión de la violencia que aún tiene secuestrada al país. Fox “sacó al PRI de los Pinos” con un puntapié de sus botas y su majadero estilo de expresarse. Zedillo con sus “zapatistas” y su “crisis económica” fue el último presidente consecutivo priista que llegó sólo después del magnicidio de Colosio. Salinas ordenó o no el asesinato del candidato y después de estar en el umbral de dirigir la Organización Internacional de Comercio después de su sexenio, terminó haciendo huelga de hambre para que sacaran a su hermano de la cárcel y pasó de héroe a villano. López Portillo “defendía al peso como un perro”; Díaz Ordaz estaba “muy orgulloso del año de 1968”; Cárdenas y su “expropiación petrolera”; Calles y la fundación del PNR/PRI; Madero y su “Sufragio efectivo, no reelección”; “El Benemérito de las Américas”, Benito Juárez, y su “Reforma”; Santana vendiendo la mitad del territorio mexicano; Hidalgo y Allende, los héroes que nos dieron patria y que no gritaban “Viva México”, sino “Viva Fernando VII”. Y bueno, ya “encarrerado” en esto de los legados, recuerdo a Cortés y a su Conquista; al Moctezuma que le quemaban los pies; a la reina Isabel que “con las joyas de la Corona” financiaba el “descubrimiento de América” por el marinero Cristóbal Colón. Y ahora, tenemos al “Peje” que cada día nos da una idea más de cómo será recordado y no por las mejores razones. La última, la petición de una disculpa a España y al Vaticano por los “crímenes” cometidos durante la Conquista.

La popularidad que puso al presidente en sus conferencias de prensa matutinas como “manda más” de nuestro país y que hasta hace algunos días se manifestaba a más del setenta por ciento de aprobación según las encuestas, le han dado a Andrés Manuel el ego necesario para emprender y hablar lo que fuere que se le ocurriere, y que está trayendo como consecuencia lo que en mi opinión es hasta ahora su más funesto legado: La División.

Acostumbrado a la división como arma política desde que dejó partidos como su natal PRI y su exitosa campaña que lo hiciera Jefe de Gobierno de la Ciudad de México abanderado por el PRD, hasta fundar su propio partido fracturando a ambos con la aparente premisa de “divide y vencerás”, Andrés Manuel parece estar acostumbrado a tales prácticas olvidándose que esto ya no es una campaña política, ¿O sí?...

Gústenos o no, AMLO es nuestro presidente, así como lo fue Fox y Salinas y Cárdenas y Madero y Juárez. Así, como mi presidente, quiero que tenga éxito, pues quiero creer que sus motivos e ideas están por el bien del país; pero la divisoria forma en que se conduce sólo está hiriendo a los mexicanos y a nuestras relaciones con el resto del mundo.

¿Quién, más allá de los beneficiados por el crimen, no quiere acabar con el “Huachicoleo”? ¿Más poner al país en un estado irresponsable de desabasto de la forma que lo hizo por falta de planeación, y muy “a lo mexicano” “sentarse en su macho” porque aquí sólo “mis chicharrones truenan…”?

¿Quién no quiere una democracia “perfecta” donde la gente decida? ¿Más realizar encuestas que parecen rifa de kermes de escuela…?

¿Quién no quiere apoyos económicos para estudiar, para los que ya están retirados? Mas la responsabilidad fiscal de los ingresos prometidos gracias a que desde el primer día de su gobierno se terminaría la corrupción, simplemente no hace sentido…”

¿Quién no quisiera darle vuelta a la historia que desde “La Conquista” nos hizo un pueblo de “agachados” y que quizás en los ojos del presidente se pueda remediar con una disculpa del gobierno o de la monarquía española que hoy, más allá de su historia, no tiene nada que ver ni con los Reyes Católicos que reconquistaron el reino de Castila de los moros, en una guerra que llenó de sangre a Andalucía; ni con la España que sufrió una sangrienta derrota por el francés Napoleón; ni con la de Francisco Franco que provocó un éxodo en el cual México recibió a muchos ibéricos? Para gran cantidad de mexicanos que hemos visitado España en vuelo comercial o paseado en carros deportivos de lujo como el hijo del presidente, sabemos del afecto del pueblo español para con los mexicanos, y de la sinceridad con que hablan con una especie de remordimiento de casi todos, incluso en las comunidades rurales, que estudiaron la historia de su país y que saben de las atrocidades de la conquista, a diferencia de los millones de mexicanos en las comunidades indígenas que viven y siguen creciendo sin educación pública formal, que son vistos como inferiores con ojos propios y ajenos por el mero hecho de su aspecto y de hablar su propia lengua…

No sólo España ni el Vaticano; Francia, Estados Unidos, más allá, los mismos mexicanos, no sólo la hoy caricaturesca figura del presidente le debemos una disculpa a los pueblos indígenas y al pueblo, de toda la historia de México. Mas la divisoria práctica de pedir a gobiernos autónomos que se disculpen sólo nos seguirá dividiendo del resto del mundo, de la misma forma que nos aísla el no tomar parte en conflictos de hoy, en los que podemos hacer una mínima diferencia como el caos venezolano.

El ego de Andrés Manuel necesita asesoría en su libre estilo de actuar y hablar de la misma forma que Trump necesita que le cancelen su “twitter”. La historia para los historiadores, como su esposa, que nos dejen ver los errores del pasado para andar en el futuro. México no son complacencias matrimoniales (sólo hay que darle un ojo a la tesis y entrevistas de la que –gústele, gústenos o… es primera dama-). En verdad queremos un mejor país, y eso significa que “le vaya bien” a nuestro presidente; pero tiene que olvidarse ya de las prácticas de “choque” y división que lo pusieron ahí. Ya no estamos en campaña, Andrés Manuel, ya no hay disidentes, ni mafia del poder, ni fifís, ni conquistadores. Nosotros somos los gobernados y tú eres nuestro presidente.

luisesparz@gmail.com

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