/ lunes 27 de mayo de 2019

Salud y Educación

“Hablar es una necesidad, escuchar es un arte” Goethe.

Hace ocho años, la Dra. Margaret Chan, entonces Directora General de la Organización Mundial de la Salud hizo referencia a la importancia de la consecución de los objetivos relacionados con la salud y la educación. Con datos abrumadoramente demostrables, mencionó que los problemas de salud y la educación están íntimamente unidos.

La educación es un arma poderosa para romper el ciclo de la pobreza, la enfermedad, la miseria y la persistencia de integración del bajo nivel socioeconómico de las familias. En contraparte, los problemas de salud socavan las inversiones en educación. Sabido es de casos de niños que abandonan la escuela para ayudar a medio mantener a la familia, en mayor grado en matrimonios disfuncionales.

La base del progreso es un trípode compuesto por la educación, la salud y la economía. Ningún pueblo será económicamente sustentable sin los otros dos pilares. País educado y sano, país de riqueza que le dará servicios de calidad a los otros rubros, hay un hermanamiento entre los objetivos y programas de los tres postulados.

Por otro lado, saber escuchar a los peritos en la materia es una de las virtudes que debe tener tofo dirigente. Es despojarse del ego, es poner una barrera a la tentación de sentirse el todopoderoso, a que la soberbia domine poco a poco sin que lo note el jefe.

En nuestro sufrido país, sobran los ejemplos de dejarse llevar por el ímpetu desordenado para, según el mandatario, hacer justicia a los más pobres. El último caso fue en los tiempos de la monarquía sexenal del priismo. Uno de los días más nefastos del México moderno, fue el día primero de septiembre de 1982 en que el presidente José López portillo, haciendo el ridículo lloró en la tribuna más alta del país supuestamente en defensa de los pobres. Nacionalizó los bancos, controló la economía de un plumazo por medio de un decreto. Lo peor, fue aplaudido de por diputados y senadores. Los resultados, todos lo sufrimos.

Hoy tenemos un presidente súper poderoso, donde sus ocurrencias son ley, donde los expertos no son escuchados, donde la educación se entregó a pseudomaestros, donde se está minando la salud de los mexicanos.

Estamos de acuerdo y apoyamos la idea de acabar con la corrupción, pero lo jamás debemos admitir que sea a costa de los enfermos, de los niños, de las mujeres desamparadas y de los ancianos.

Renunció el director del IMSS, ¿habrá más valientes que lo imiten? ¿O seguirán sometidos a las ocurrencias del tlatoani?

“Hablar es una necesidad, escuchar es un arte” Goethe.

Hace ocho años, la Dra. Margaret Chan, entonces Directora General de la Organización Mundial de la Salud hizo referencia a la importancia de la consecución de los objetivos relacionados con la salud y la educación. Con datos abrumadoramente demostrables, mencionó que los problemas de salud y la educación están íntimamente unidos.

La educación es un arma poderosa para romper el ciclo de la pobreza, la enfermedad, la miseria y la persistencia de integración del bajo nivel socioeconómico de las familias. En contraparte, los problemas de salud socavan las inversiones en educación. Sabido es de casos de niños que abandonan la escuela para ayudar a medio mantener a la familia, en mayor grado en matrimonios disfuncionales.

La base del progreso es un trípode compuesto por la educación, la salud y la economía. Ningún pueblo será económicamente sustentable sin los otros dos pilares. País educado y sano, país de riqueza que le dará servicios de calidad a los otros rubros, hay un hermanamiento entre los objetivos y programas de los tres postulados.

Por otro lado, saber escuchar a los peritos en la materia es una de las virtudes que debe tener tofo dirigente. Es despojarse del ego, es poner una barrera a la tentación de sentirse el todopoderoso, a que la soberbia domine poco a poco sin que lo note el jefe.

En nuestro sufrido país, sobran los ejemplos de dejarse llevar por el ímpetu desordenado para, según el mandatario, hacer justicia a los más pobres. El último caso fue en los tiempos de la monarquía sexenal del priismo. Uno de los días más nefastos del México moderno, fue el día primero de septiembre de 1982 en que el presidente José López portillo, haciendo el ridículo lloró en la tribuna más alta del país supuestamente en defensa de los pobres. Nacionalizó los bancos, controló la economía de un plumazo por medio de un decreto. Lo peor, fue aplaudido de por diputados y senadores. Los resultados, todos lo sufrimos.

Hoy tenemos un presidente súper poderoso, donde sus ocurrencias son ley, donde los expertos no son escuchados, donde la educación se entregó a pseudomaestros, donde se está minando la salud de los mexicanos.

Estamos de acuerdo y apoyamos la idea de acabar con la corrupción, pero lo jamás debemos admitir que sea a costa de los enfermos, de los niños, de las mujeres desamparadas y de los ancianos.

Renunció el director del IMSS, ¿habrá más valientes que lo imiten? ¿O seguirán sometidos a las ocurrencias del tlatoani?